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El CREPÚSCULO DE LOS IDOLOS

INTRODUCCIÓN
Genesis obra

Ociosidad y Crepúsculo

Contenido de la obra


CREPÚSCULO DE LOS IDOLOS

Prólogo

Sentencias y  flechas

Problema de Sócrates

La razón en  filosofía

Mundo verdadero  y  fábula

La moral como contranaturaleza

Los cuatro grandes errores

Los mejoradores de la humanidad

Lo que los alemanes están perdiendo

Incursiones de un intempestivo

Lo que debo a los antiguos

Habla el martillo

OTRAS OBRAS

Nacimiento tragedia

Consideraciones intempestivas

Humano,demasiado humano

Aurora

Gaya ciencia

Asi habló Zarathustra

Más allá del bien y del mal

Genealogía de la moral

El Anticristo

Ecce Homo

OTRAS SECCIONES

Filosofía de Nietzsche

Biografía de Nietzsche

Imágenes

Cronología obras

Cuestionarios


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Textos
Nietzsche

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El titulo de esta obra es, como el mismo Nietzsche le indica a P. Gast en una de las cartas antes citadas, una ironia contra Wagner. Esto resulta especialmente perceptible en alemán. La Götzendämtnerung nietzscheana (contrapuesta a la wagneriana Götterdämmerung -crepúsculo de los dioses_   tuvo que producir un sonido chirriante en los oídos de los seguidores de Wagner. A partir, pues, del mismo titulo, y trás la definición de ídolo, que aparece ya en el prólogo, empieza la «gran declaración de guerra», como Nietzsche la denomina.
Un primer apartado nos ofrece cuarenta y cuatro breves aforismos, que cuentan entre los más brillante e ingeniosos de toda la obra nietzsneana. Nietzsche ejercita su arco y su puntería. Las «flechas» dan, una trás otra, en la diana: la mujer, el Reich alemán, el filósofo, la moral, el arte, la ciencia: todos quedan tocados. Esta primera parte culmina en el prodigioso aforismo que dice: «Fórmula de mi felicidad: un sí, un no, una linea recta, una meta
El segundo apartado es una monografía acerca de Sócrates. Nietzsche vuelve aqui a su primera época: «el problema Sócrates», tema central de El nacimiento de la tragedia, es sometido una vez más a examen. El refinamiento de Nietzsche en la malignidad, en la insidia, en la intriga, se expresan, sin embargo, en un estilo muy jovial. Sócrates fue un plebeyo, nos dice Nietzsche; fue, además, feo; y, por tanto, tan criminal; en suma: un enfermo, un décadente. Sus instintos se disgregaban. Y la medicina inventada por él para combatir el mal (la dialética, la racionalidad) no fue, a su vez, otra cosa que un síntoma de la dolencia que le corrorría. Sócrates no «fue libre» de ser dialéctico y racional: tuvo que serlo. Y Sócrates quiso morir, esto es: se suicidó por manos de los jueces atenienses.

El apartado tercero, «La 'razón' en la filosofía», es, sin duda, central en esta obra, desde el punto de vista de la «metafísica» de Nietzsche. Este describe la idiosincrasia del filósofo: es decir, del filósofo tipico, del filósofo habido hasta ahora, al que ya habia contrapuesto en Más allá del bien y del mal «esos filósofos nuevos» que están apareciendo en el horizonte. La idiosincrasia del filósofo se resume en esto: en su odio a la vida misma del devenir, y, en consecuencia, en su odio a la vida. La filosofia anterior (con la excepción de Heraclito) ha sido obra del resentimiento. La «razón» en filosofía es la causa de que nosotros falsifiquemos el testimonio de los sentidos. Nietzsche acaba este apartado con «cuatro tesis», en las que resume toda su metafísica.
Ya en el apartado tercero ha rozado Nietzsche el problema del «mundo verdadero» y del «mundo aparente». Ahora, en el apartado cuarto, nos ofrece en poco más de una página, al hilo de esa cuestión, una sorprendente historia de la filosofía, que, partiendo de las brumas nocturnas y pasando por el amanecer y por la mañana, culmina en el «mediodia» de Zaratustra: en el instante de la sombra máz corta. La habilidad de Nietzsche para combinar la broma y la burla con el ataque serio ofrece aqui una demostración realmente esplendorosa de sí.

Un ataque frontal a la «moral» en todas sus formas, desde el Nuevo Testamento hasta Schopenhauer, es el contenido del quinto apartado de esta obra. La moral, dice Nietzsche, tiende a aniquilar las pasiones, a causa de la estupidez existente en ellas. Tiende, pues, a castrar al hombre; y es, en consecuencia, una rebelión contra la vida, algo que va contra la naturaleza. Pero, dice Nietzsche, con ironía, la medicina preconizada por la moral equivale a extraer los dientes para que éstos no duelan.Todas las prolongadas meditaciones morales de Nietzsche encuentran en este apartado una expresión sumamente precisa.
El apartado sexto, dedicado a poner de manifiesto «los cuatro grandes errores», se halla en íntima conexión con el tercero y equivale a una aplicación práctica de la «razón» en la filosofia. Los cuatro grandes errores son, sobre todo, cuatro errores psicológicos, que tienen graves consecuencias morales. Estos cuarro errores son: el error de la confusión de la causa con la consecuencia; el error de la causalidad falsa; el error de las causas imaginarias, y el error de la voluntad libre. La moral y la religión, dice Nietzsche, caen bajo este concepto de causas imaginarias. El capítulo 8 de este apartado abandona por vez primera el tono discursivo, mantenido hasta ahora en casi todo momento, y asume un tono algo exasperado: «Nosotror negamos a Dios, negamos la responsabílidad en Dios: sólo asi  redimimos el mundo.» Asi como el apartado anterior era, como queda dicho, una aplicación práctica del tercero, asi ahora el apartado séptimo, dedicado a aquellos que ven su misión en «mejorar» a la humanidad, constituye una ejemplificación concreta de lo que significa la mornl como contranaturaleza. La mejora perseguida por la moral y la religión ha consistido siempre en poner enfermos a los hombres, en debilitarlos, en castrarlos. Por vez primera alude aquí también Nietzsche a la moral y la religión india, recién descubierta por él a través de la lectura del Código de Manú en una traducción francesa. La tesis que Nietzsche deriva del estudio y confrontación de las diferentes morales dice asi: «todos los medios con que se ha pretendido hasta ahora hacer moral a la humanidad han sido radicalmente inmorales».A partir de este momento cambia de atmósfera la obra. Lo que viene a continuación es como un «segundo libro» de la misma, con otros temas y con otro tratamiento. Hasta ahora Nietzsche se ha mantenido en un tono más bien teórico, discursivo, «filosófico», si se quiere. Ahora llega el instante de las confesiones, incluso de la autobiografía.

Lo que los alemanes están perdiendo» (apartado octavo) es la sección más melancólica de todo el libro. Nietzsche echa una mirada a su patria; la amargura que ésta le produce no le impide ser justo. En pocas lineas traza Nietzsche uno de los mejores elogios de Alemania escritos nunca. Alemania, dice, tiene «virtudes más viriles que las que ningún otro pais de Europa puede exhibir. Mucho buen humor y mucho respeto de si, mucha seguridad en el trato, en la reciprocidad de los deberes, mucha laboriosidad, mucha constancia. -Y una moderación hereditaria, que más que del freno necesita del acicate. Añado que alli todavía se obedece sin que el obedecer humille... Y nadie desprecia a su adversario...» Pero Alemania  ha elegido, a partir de 1871, una vía equivocada: quiere dedicarse a la «gran politica», quiere tener poder sin darse cuenta de que el poder vuelve estúpidos a los hombres. Y así la chabacanería, piensa Nietzsche, está anegando a su pais.Este apartado contiene, en su sección final, un penetrante estudio sobre lo que debe ser la educación; aqui resume Nietzsche toda su experiencia de profesor. La educación se define, según él, por estas tres tareas: aprender a ver, aprender a pensar; aprender a hablar y a escribir.El largo apartado titulado «Incursiones de un intempestivo», que es el penúltimo y que ocupa por sí solo más de la tercera parte de toda la obra, es un verdadero ajuste de cuentas, realizado con la más inocente de las sonrisas. Encontramos aquí al Nietzsche irónico, travieso, malévolo, en suma: al Nietsche sarcástico. Nietzsche se ensaña con Renan, con Sainte-Beuve, con Rousseau, con G. Eliot, con George Sand, con los novelistas franceses del momento. De repente, una breve parada  (el 10): Nietzsche vuelve  los ojos a su primera obra, a sus conceptos de lo «dionisíaco» y de lo «apolineo». Pero en seguida toma de nuevo el látigo, y las víctimas son Carlyle, Darwin, Kant, etc. Una última confrontación con Schopenhauer, su «educador» en los años jóvenes, va seguido de ataques al arte por el arte, de una equiparación entre el cristiano y el anarquista, de una crítica de la moral de la decadencia, de una estremecedora «moral para médicos», de una crítica de la modernidad, de un examen de la cuestión obrera, de una exposición de su concepto del genio, de un inquietante análisis del tipo del criminal, para terminar en un panegirico de Goethe: «Goethe es el úlimo alemán por el que yo tengo respeto
El apartado final es un fragmento de autobiografía, que preludia el Ecce homo. Nietzsche hace la historia de sus estudios, ofrece una enumeración de sus modelos (Salustio, Horacio, Tucidides), ataca a Platón, y pone en la picota a los filólogos clásicos (representados aquí por el «famoso Lobeck»). Las últimas palabras son un balbuceo: «yo, el último discipulo del filósofo Dioniso,-yo, el maestro del eterno retorno...». Y para que nada falte, al final «habla el martillo», que dice: «¡haceos duros!»

(Andrés Sánchez Pascual)