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TALES
Tales era un ingeniero de Mileto. Nació en la segunda
mitad del siglo VII a.c., de padres fenicios. En cuanto tuvo uso de razón se
embarcó en el primer barco que partía, y comenzó una larga serie de viajes
por Egipto y Oriente Medio. En la práctica fueron los sacerdotes egipcios y
caldeos los que se encargaron de su educación y los que te enseñaron todo lo
que por aquel entonces se sabía de astronomía, aritmética y ciencia de la
navegación.
Cuando regresó a su patria, su madre, la señora Cleobulina, trató en seguida
de casarle y, como todas las mamás, se ocupó a fondo de encontrarle una novia.
Sin embargo no hubo forma de convencerle: Tales era diferente a todos los demás
jóvenes. Cuando le preguntaban «¿Por qué no te casas?», él respondía
siempre «Todavía no ha llegado el momento»; hasta que u día cambió la
respuesta y dijo «Ya se ha pasado el momento». Si alguien le preguntaba por qué
no tenía hijos se excusaba diciendo que había tomado esa decisión «por
amor a los hijos». Vamos, que Tales era lo se dice un filósofo, aunque en
aquella época todavía se había inventado esa categoría. Hubo que esperar Pitágoras
para que el término «filósofo» adquirier significado propio y, más tarde, a
Platón, para que filósofo se le reconociese también el prestigio de la
profesión. Hasta aquel momento, para los milesios, no era más que un extraño
tipo con la cabeza en las nubes. «Es una buena persona», decían, «pero
carente de todo sentido práctico»; y añadían: «estará muy instruido, pero
¿para qué le sirve toda esa instrucción si luego no tiene un duro?». Parece
ser que hasta su esclava le tomaba el pelo: una vez le vio caerse a un pozo
mientras observaba las estrellas, y estuvo un día entero burlándose de él. «Oh,
Tales», le dijo, «¡tú te preocupas por las cosas del cielo y no te das
cuenta de lo que tienes delante de tus narices!». No se sabe si entre las cosas
que tenía delante de sus narices habría una bella criadita, pero lo que sí es
cierto es que nuestro filósofo nunca había demostrado interés ni por los
problemas de la vida cotidiana, ni mucho menos por las mujeres. Era, en otras
palabras, el prototipo del sabio distraído: ese tipo que se lava poco, capaz de
intuir cinco teoremas de geometría, pero incapaz de organizar su propia vida
privada. Sin embargo, para desmentir que era poco práctico, existe una anécdota
que nos narra Aristóteles, según la cual Tales, harto de las continuas burlas,
exclamó un día: «¡Ahora os vais a enterarl»' Y habiendo previsto una
abundante cosecha de aceitunas, alquiló a un precio bajísimo todas las
almazaras que pudo encontrar en la plaza, para después realquilarlas a un
precio mucho más alto en el momento en que hicieron falta. A este tipo de
especulación hoy se le llama agiotaje Y no es algo limpio, pero él lo puso en
práctica sólo para demostrar que, queriendo, el filósofo se podía
enriquecer como y cuanto quisiera. La verdad es que nuestro Tales era un hijo de
buena mujer y, no sin razón, Platón, cuando hablaba de él, le definía como
«ingenioso inventor de técnicas». Una vez, durante la guerra de los lidios
contra los persas, al no conseguir las tropas de Creso vadear el río Halys,
como buen ingeniero hidráulico que era, pensó acertadamente desviar una parte,
de manera que el río fuese vadeable por ambas ramificaciones.
La fama de científico se la ganó de manera definitiva gracias a su predicción
del eclipse del año 585 a.C. Para ser sinceros, esto del eclipse fue más un
golpe de suerte que un hecho científico: Tales había aprendido de los
sacerdotes caldeos que los eclipses de sol se presentan, más o menos, cada
noventa años, con lo que, echando cuentas, consiguió predecir el fenómeno.
Sin embargo, hoy día sabemos que la predicción de un eclipse es resultado de
un cálculo mucho más complicado: la superposición completa de la Luna sobre
el Sol, en efecto, puede ser así en Caldea y no en Anatolia, a dos mil
kilómetros de distancia; por lo tanto, con los datos de que disponía, Tales,
como mucho, podría haber comunicado a sus conciudadanos: «¡Guagliú, asomaos
de vez en cuando a la ventana porque podría producirse, de un momento a otro,
un eclipse!» Pero, como os estaba diciendo, tuvo la suerte de coincidir con una
superposición total, evento que asustó de muerte a toda la región y que
incluso consiguió que se interrumpiera la batalla que se estaba librando
entre lidios y persas.' A partir de aquel día aumentó sin medida su
credibilidad y así él pudo aprovechar para dedicarse a sus estudios con más
tranquilidad. Midió la altura de las pirámides,' haciendo una proporción
entre la sombra proyectada por una pirámide y la sombra de otro objeto cuya
altura ya conocía. Consiguió calcular, también con razonamientos geométricos,
la distancia de los barcos desde la costa. Dividió el año en 365 días,' y fue
el primero en descubrir la Osa Menor y su importancia para la navegación. Calímaco
le dedicó estos versos:
Y se decía que había fijado
la figura estrellada del carro
con la que los fenicios guiaban sus naves.
No dejó nada escrito. Se le atribuyó una Astronomía náutica que más tarde resultó que había sido escrita por Foco de Samos. Murió en el estadio mientras asistía a una competición atlética. Murió por el calor, por la sed y sobre todo por la multitud. Cuando el público desalojó el lugar, le encontraron tendido sobre las gradas como si estuviese dormido. Era muy mayor. Hay un epigrama de Diógenes Laercio comentando esta muerte.
Al sabio Tales, oh Zeus, raptaste de¡ estadio
mientras a unos juegos gímnicos asistía.
Te alabo por haberle conducido cerca de las estrellas que el anciano ya no podía
ver desde la tierra.
En el bachillerato mi texto oficial de filosofía
era el Lamanna; pero yo, considerándolo demasiado difícil, me las arreglaba,
por otra parte como todos mis compañeros, con los Bignami. Para quien no lo
sepa, estos Bignami son librillos en los que aparecen únicamente los elementos
esenciales de las materias que hay que estudiar. Son, por así decirlo, una
especie de Reader's Digest de la cultura escolar. Aunque obviamente mal vistos
por los profesores, existen los Bignami de Historia, de Filosofía, de Química
y de... Todo. Yo creo que los estudiantes vagos de Italia, antes o después,
deberían erigir un monumento al profesor Ernesto Bignami en señal de eterno
agradecimiento.Cuando llegué a los exámenes de reválida (me refiero a los exámenes
que se hacían antes), me encontré con el problema de que tenía que prepararme
todas las asignaturas de los últimos tres años; en ese momento también los
minúsculos Bignami me parecieron demasiado voluminosos, por lo que recurrí al
acostumbrado sistema de los esquemitas y apuntes: en un cuaderno cuadriculado de
cubiertas negras anoté un extracto de lo que había entendido leyendo los
Bignami y, de esta manera, obtuve un resumen del resumen de las cosas que había
que recordar. Todo esto venía a cuento de que en mi viejo cuaderno del
bachillerato, que aún conservo con ternura, sobre Tales encontré únicamente
una frase: «Tales --el del agua.» Pues bien, si existe una forma de
desvalorizar la importancia de Tales en la historia de la filosofía, es
precisamente asociándose al concepto reduccionista de considerar el agua como
componente fundamental de la materia. Pero intentemos aclarar esto mejor.
Tales había notado que todo lo que está vivo en la naturaleza está también húmedo.
Por ejemplo: las plantas están húmedas, los alimentos están húmedos, el
semen está húmedo, mientras que las rocas están secas y los cadáveres se
resecan rápidamente. Su frase preferida era: «El agua es la cosa más bella
del mundo.» -Por otro lado, no olvidemos que Tales se había formado
culturalmente en zonas áridas como Egipto y Mesopotamia, en las que el culto al
agua era tanto más sentido cuanto que, en aquellos países, precisamente era el
desbordamiento de los ríos lo que dio origen a la agricultura y, por lo tanto,
a la supervivencia de las poblaciones. No era casual que en Egipto se venerase
al Nilo como a un Dios. Sin embargo, yo estoy convencido de que, al sostener la
ecuación «agua igual a vida», Tales había querido expresar un concepto mucho
más elevado que la simple comprobación de que el agua ha estado siempre
presente en cada criatura de la Tierra. El agua, o mejor dicho, la húmedo, era
para él el alma de las cosas, la esencia de la creación. Decía Aecio,
hablando de Tales, que «en lo húmedo elemental está infusa una potencia
divina que lo pone en movi- miento». escuela mílesia,
de la que Tales en orden temporal es el primer exponente, se caracteriza
precisamente por esta búsqueda del elemento primordial, del arké como
lo llamaban los griegos, del que más tarde se habrían originado todas las
cosas. Para Tales el arké era 1o húmedo, o bien el agua, que
solidificando e hirviendo es capaz de transformarse en hielo o en vapor.La misma
Tierra se la imaginaba como una gran gabarra flotando sobre una enorme extensión
de agua, "cuyos balanceos podían a veces provocar terremotos." Esta
idea de la Tierra que se apoya sobre algo sólido no es nueva en la mitología
de los pueblos: hay quien, como los griegos, la ven sobre los hombros de
Atlante, y quien, como los hindúes, sobre el dorso de un elefante que a su vez
se apoya sobre una tortuga. Pero cuidado con preguntar a los hindúes sobre quién
se apoya la tortuga: o se cabrean o se hacen los sordos.
Además del agua, Tales solía decir que todas las cosas tenían un alma y
que,por lo tanto, estaban «llenas de Dios»." Cuando empezaba este
discurso solía sacar del bolsillo un clavo y un imán para poder demostrar a
sus asombrados conciudadanos cómo también «la piedra conseguía mover el
hierro»."En resumen, Tales ocupa un lugar muy importante en la historia de
la filosofía, no tanto por las respuestas que dio a algunas cuestiones como por
las preguntas mismas que se quiso plantear. Mirar en torno, esforzarse en
reflexionar, no atribuir a los Dioses la solución de todos los misterios, fue
el primer paso del pensa- miento occidental hacia la interpretación del
universo.{Luciano de Crescenzo. Historia de la filosofía griega. Vol 1}
Presentación
ANAXIMANDRO
Anaximandro era un alumno, y quizá también un pariente, de Tales.'
Nació en Mileto en el 610 a.C. y, por lo tanto, era unos veinte años más
joven que el maestro. En la historia de la civilización es conocido por haber
sido el primero en dibujar un mapa geográfico.' En aquellos tiempos quien se
adentraba en el mar lo hacía con mucha valentía y sin tantas precauciones: no
existían brújulas, ni sextantes, ni portulanos. Digamos también que se daban
por satisfechos si hacía buen tiempo, por lo menos el día de la salida, y si
el oráculo de Dídima daba su aprobación. En este estado de cosas, los mapas náuticos
de Anaximandro debieron de parecerles a los comerciantes de la época el non
plus ultra del progreso, teniendo en cuenta que, además, iban repletos de
consejos y notas sobre los pueblos con los que se encontrarían por el camino.
De Anaximandro se dice que inventó el gnomón, o sea 'el reloj solar, y que
predijo un terremoto en la zona de Esparta salvando la vida a muchos
lacedemonios.' Las noticias sobre su vida son muy escasas: de su destreza como
cartógrafo se deduce que debió de viajar mucho, como hicieron todos los filósofos
presocráticos. Jenófanes afirmaba que había estado viajando por el mundo
durante sesenta y siete años y Demócrito presumía de haber visto más pueblos
y regiones que ningún hombre de su época.' En lo que a Anaxirnandro respecta,
parece ser que de joven fundó una colonia en el mar Negro llamada, en honor al
Dios, Apolonia,' y a propósito de esto, quiero aclarar que cuando digo «colonia»
no hay que pensar en seguida en el colonialismo, por lo menos en el sentido que
hoy le damos a la palabra: aquí no se trata de conquistas militares por parte
de una potencia imperial, sino de simples traslados de hombres y enseres a
cualquier ensenada deshabitado. Los griegos fundaron más de mil quinientas sólo
en el Mediterráneo y llevaron sus costumbres y su mentalidad hasta las costas
de Francia y España. Parece ser que cierta vez un tal Coleo, arrastrado por una
tempestad, traspasó las Columnas de Hércules y se instaló sin más en las
costas de¡ Atlántico.'
Sobre Anaximandro, desgraciadamente, no existen anécdotas divertidas como
ocurre con Tales, excepto un episodio en el que hizo de cantante. Se cuenta que
un día unos niños, oyéndole cantar en coro, le tomaron el pelo por cómo
desafinaba, a lo que el filósofo, volviéndose hacia sus compañeros, les dijo:
«Señores, por favor: intentemos ir al tiempo, ¡ea si no 'e peccerille ce
sfotfono!»'
Anaximandro escribió Acerca de la naturaleza, La rotación de la Tierra, Acerca
de las Estrellas fijas, La estera y muchas más cosas.' De todas estas obras prácticamente
no ha quedado nada, salvo cuatro fragmentos, de una o dos palabras cada uno, y
una frase cuya interpretación debió de ser una dura prueba para más de un
historiador de la filosofía. Ésta es la frase: -El principio de los seres es
el infinito... de donde viene la vida de los seres y donde se cumple también su
destrucción, según la necesidad, porque todos pagan, el uno al otra, la pena y
la expiación de la injusticia, según el orden del tiempo.» Con este
enunciado, Anaximandro afirma que el principio vital del Universo no es el agua,
como creía Tales, sino una sustancia indefinida que él llama ápeiron, de la
que todo se origina y en la que todo finaliza. Para demostrar esta tesis,
contraria a la del maestro, el filósofo sostuvo que era imposible que uno de
los cuatro elementos, Agua, Aire, Tierra y Fuego, fuese la esencia primordial
del Universo, porque en este caso la supremacía de este elemento habría
determinado la contemporánea desaparición de los demás. En resumen,
Anaximandro estaba convencido le que Agua, Aire, Tierra y Fuego eran entidades
limitadas y que sobre ellas mandaba un Super-elemento, un patriarca invisible en
estado natural. Y así poco a poco empieza a estar más clara también la
segunda parte de la frase: cada vez que uno de estos Seres comete una injusticia
con los demás, o bien invade su campo, el Super-elemento, el ápeiron, la
repele a sus límites naturales. Los elementos, por lo tanto, son concebidos por
Anaximandro como Dioses, siempre dispuestos a atacar a sus oponentes: el Calor
querría prevalecer sobre el Frío, lo Seco sobre lo Húmedo y viceversa, pero
la necesidad está por encima de todos y les impone que ciertas proporciones
queden inalteradas. Está claro que aquí, por justicia, debemos entender sólo
el respeto a los límites asignados, a pesar de que un no-sé-qué poético nos
induce a ver algo más que un simple equilibrio entre elementos distintos;
algunas palabras en particular como «necesidad» y «expiación» revelan en el
pensamiento del filósofo el deseo místico de un orden supremo.
Mucho más sugerente es la hipótesis de Anaximandro sobre el nacimiento del
Universo. Veamos cómo nos lo narra Plutarco:«Él dice que del Eterno se
separaron el Calor y el Frío, y que una Esfera de fuego se extendió alrededor
del aire que envolvía la Tierra, como corteza alrededor de un árbol; al
quebrarse después esta Esfera y separarse en diversos círculos, se formaron el
Sol, la Luna y los Astros.»
Recapitulemos: al principio sólo existía el ápeiron, la sustancia infinita,
después el Calor y el Frío se separaron y se fueron uno al exterior y otro al
centro del Universo, generando respectivamente lo Seco y lo Húmedo. Estos últimos,
siguiendo las mejores tradiciones de familia, continuaron en guerra entre sí:
en verano lo Seco conseguía prevalecer y arrebatar grandes cantidades de mar
transformándolas en vapor, y en invierno lo Húmedo reconquistaba las
posiciones perdidas recuperando las nubes y haciendo que se precipitaran éstas
en forma de lluvia o de nieve. El ápeiron vigilaba desde lo alto y actuaba de
manera que ninguno de los dos tuviese ventaja;" y esperemos, añado yo, que
sea siempre así por los siglos de los siglos, y que un día el Calor, o la
Bomba Atómica, no derrita definitivamente el Frío que en el caso en cuestión
seremos nosotros y nuestras casas.La alternancia del Calor y del Frío no es un
fenómeno que atañe únicamente a las estaciones: casi todas las
manifestaciones del alma humana oscilan entre momentos de exaltación y largas
pausas de reflexión. El arte, la música, la moda y tantas otras expresiones de
la creatividad sufren la influencia del dominador de turno y pasan regularmente
por fases «sin burbujas» y fases «con burbujas». Sube y baja la falda de las
mujeres y con ella sube y baja la temperatura de las generaciones subsiguientes.
Tomemos, por ejemplo, nuestro siglo: a una generación caliente como la fascista
le sustituye una fría, silenciosa y trabajadora: la de la reconstrucción, a la
que me honra pertenecer. No nos da tiempo ni para descansar y ya aparecen los jóvenes
del '68: ¡una generación que nos quedaríamos cortos definiéndola como
hirviente! Ahora estamos con la del reflujo. Temo a la próxima. ¡Que Dios nos
la envíe buena!
Volvamos a Anaximandro y veamos cómo el filósofo del ápeiron se imaginaba que
estaba hecho el mundo. La Tierra es una gran columna cilíndrica, baja y ancha
(una especie de tarta), suspendida en el aire en el centro del Universo."
Digamos también que no se cae por ningún lado porque, al encontrarse
exactamente en el centro, no tendría motivo para elegir una dirección u otra.
Esta tarta tiene una altura de un tercio de su diámetro y está hecha de
piedra." Alrededor de la Tierra giran ruedas inmensas de fuego forradas de
aire comprimido. En el borde interno de estas ruedas, donde suelen ir los
radios, hay en cambio unos agujeros (mejor dicho, unos conductos parecidos a las
flautas) a través de los cuales se puede entrever el resplandor de la envoltura
incandescente que está más allá del aire comprimido. Por lo tanto, los astros
no son cuerpos de fuego, como nos parece ver, sino únicamente destellos de ese
Fuego que se halla en el exterior de la bóveda celeste y que se filtra a través
de los «orificios» de las ruedas. La rueda del Sol es veintisiete veces más
grande que el diámetro de la Tierra, mientras que la de la Luna lo es sólo
diecinueve veces.
Anaximandro narra que el hombre nació cubierto de escamas en una sustancia
acuosa, una especie de barro. Al principio, corno las condiciones elimáticas
eran tales que no permitían la vida, el pobrecito estuvo en incubación durante
toda su infancia dentro de la boca de algunos animales muy similares a los
peces; después, salió al aire libre y, una vez que se liberó de las escamas,
consiguió sobrevivir solo." Esto y más cosas escriben los historiadores
sobre sus teorías. El mérito de Anaximandro radica en haber intuido la
presencia de un algo supremo, unas veces llamado ápeiron, otras Necesidad, que
«a todas las cosas abraza y a todas rige»,' lo que hace de él un filósofo místico
y cosmológico al mismo tiempo. {Luciano de Crescenzo. Historia de la Filosofía
griega. Volumen 1}
Presentación
ANAXÍMENES
Anaxírnenes,' también él de Mileto, es un filósofo
menos importante que los dos anteriores, como por otra parte nos da a entender
su nombre, que es casi un diminutivo de Anaximandro. Para disculparle diremos
que le tocó vivir en un mal momento, cuando las cosas para Mileto iban a peor.
En una carta suya a Pitágoras dice textualmente.- «Afortunado tú que te has
marchado a Italia: los crotonianos te quieren y un gran número acude a
escucharte también desde Sicilia. Aquí, en cambio, el rey de los medos se nos
echa encima. ¿Cómo quieres que Anaxímenes se dedique tranquilamente a la
observación de los astros cuando se halla bajo la pesadilla de la muerte o de
la esclavitud?»
Escribió un tratado titulado Acerca de la naturaleza del que nos queda,
como siempre, sólo un fragmento. Es éste: « ... Así como nuestra alma,
siendo aire, nos mantiene unidos, así el aliento y el aire abrazan el mundo
entero ... » En la práctica, Anaxírnenes no quiso desavenirse ni con Tales ni
con Anaximandro, por lo que se sacó una teoría aparentemente original, pero en
esencia bastante parecida a la de sus predecesores, según la cual la sustancia
primordial era el aire, un elemento que se encuentra en la naturaleza como el
agua de Tales y que tiene la característica de ser invisible como el ápeiron
de Anaximandro. Estas son las afirmaciones más importantes de Anaxímenes-
-El Universo está hecho de aire y está sometido a dos fenómenos mecánicos:
la rarefacción y la condensación.
-El fuego es aire en unas condiciones particulares de rarefacción; las nubes,
el agua, el barro, la tierra y hasta las piedras son aire que se ha ido
condensando poco a poco.'
-Los distintos elementos naturales, al estar formados todos ellos por la misma
sustancia, difieren entre sí por razones cuantitativas y no cualitativas.
-La rarefacción produce el Calor (el fuego) y la condensación el Frío (el
agua), por lo que Calor y Frío no son causas sino efectos de la transformación
del aire.'
Lo que a nosotros nos debe importar no es tanto el hecho de que al filósofo le
gustase más el aire que el agua, corno la constatación de que a este aire se
le ha atribuido el privilegio de la Vida y de lo Divino. Anaxímenes solía
decir que «el Aire es Dios»,' y en el frag mento anteriormente citado utilizó
la palabra «aliento» (pnéuma en griego) precisamente para poner de
relieve que toda la naturaleza está empapada de este soplo. Como ocurría en
sus predecesores, la principal ocu pación de Anaxímenes fue la observación de
los fenómenos naturales y el estudio de la astronomía. Imagi- némonos ahora
que podemos asistir a una de sus fa- mosas lecciones.
Es el siete de julio del 526 a.C. Los ciudadanos de Mileto se han ido a la cama
hace más de tres horas. Anaxímenes nos ha convocado aquí, en la colina de
Kehalak, junto a todos aquellos que, utilizando una expresión suya, «tienen
hambre de cosas celestes». Intencionadamente ha escogido una noche sin luna,
para que podamos tener una observación mejor. El mar es una presencia negra y
silenciosa. Aspirando intensamente con la nariz se puede apreciar el perfume de
los jardines de Samos, transportado hasta aquí arriba por la brisa marina. Dos
jóvenes con antorchas de resina iluminan la escena y se colocan a ambos lados
del maestro. La luz de las llamas acentúa el carácter sagrado de su rostro.
Nadie se atreve a hablar. En un momento dado, el viejo filósofo se sitúa en el
centro del grupo y ordena que se apaguen las antorchas. De repente todo se
oscurece: ya no podemos ver nada, aunque poco a poco se acentúa la oscuridad, y
las túnicas blancas de los alumnos emergen al débil resplandor de las
estrellas. Parece una reunión de fantasmas.Anaxímenes dirige su mirada al
cielo, luego hacia nosotros, y empieza a hablar. Su voz es baja y sosegada, como
si estuviera en el Templo:«Mis jóvenes amigos, yo ya soy viejo y veo más los
astros con los ojos de la mente que -con los de la cara. Sin embargo vosotros,
que tenéis a Apolo Délfico caminando a vuestro lado, aprovechaos de la agudeza
de vuestra vista para llenar vuestra alma de las bellezas del cielo. También
yo, hace muchos años, vine aquí de joven a escuchar al gran Tales y, en
aquella ocasión, le oí decir: "También entre las estrellas se puede
hallar un camino para conocerse a sí mismo."» «¿Pero
no fue Quilón, hijo de Damagete, el primero que dijo 'conócete a ti
mismo"?» El que pregunta es un muchacho de cabellos rizados, uno de los más
jóvenes. El hecho levanta un cierto estupor entre los presentes: en el mundo
griego se valora mucho el aidós, el respeto a los ancianos, y resulta
extraño que un alumno interrumpa al maestro justo en medio de la lección.Anaxímenes
se vuelve lentamente hacia el joven y en tono ligeramente más grave le
responde:«Tales, hijo de Esamías, fue el primero en decir .conócete a ti
mismo", y por esta razón le entregaron por unanimidad el trípode de oro.
Quilón de Esparta, por codicia de fama, fue el único que le robó la máxima;
lo cual hace pensar que a veces también la sabiduría puede beber de las
fuentes de Dioniso. Pero volvamos ahora al objeto de nuestra reunión.»
El filósofo hace otra pausa, casi una tácita petición de atención, tras lo
cual continúa hablando en el mismo tono de antes: «Sobre nosotros se abre la bóveda
del cielo, ésta cubre la Tierra como un pileos, el gorro de lana que
calienta a los marineros cuando salen de noche al mar 'y al igual que un pileos
puede girar sobre la cabeza de su dueño, también la bóveda celeste gira
sobre nuestras cabezas.' La Tierra es un plato, es una mesa redonda, es un
escudo ligero sostenido por el aire, y se encuentra suspendida en la mitad del
Universo: no corta el aire, sino que lo cubre como si fuera una tapadera ... »'
«Perdóname, Anaxímenes», interrumpe de nuevo el joven de pelo rizado, «has
dicho que la Tierra es una tapadera que cubre el aire, sin embargo el aire se
encuentra también por encima de ésta, aunque podría no estarlo, ya que no es
posible ni verlo ni tocarlo como se puede ver y tocar tu túnica».
«¿Quién eres tú, muchacho?», pregunta Anaxímenes. «Soy Hecateo, hijo de Melanto.»
«De acuerdo, Hecateo, contestaré a tu
pregunta: el aire está por encima de nosotros, por debajo de nosotros, dentro
de nosotros. Se escapa de tu vista porque para mostrarse necesita la ayuda del
Calor y del Frío, de lo Seco y de lo Húmedo. A veces se ilumina con rayos,
como el mar cuando es cortado por los remos,' y esto ocurre cuando el viento
desgarra las nubes; a veces se tiñe con los colores del iris, y esto sucede
tras las tempestades, cuando los rayos del Sol visten los estratos más
densos." Es aire todo lo que ves y todo lo que no ves. Es aire también
Hecateo.»
«Entiendo», responde el muchacho, «Es aire Hecateo y es aire también Anaxímenes;
pero ahora háblanos del Sol y de la Luna.»
«El Sol es una mesa redonda que llamea en el cielo porque su movimiento,
demasiado rápido, ha vuelto incandescentes sus estratos más externos."
Pero mucha atención: el Sol gira en torno a la Tierra y nunca por debajo de
ella ... »
«¿Y entonces por qué desaparece durante la noche?», pregunta otra vez
Hecateo, que ya no tiene ningún reparo en dirigirse al maestro.
«Porque en su camino nocturno va más allá de las tierras de los tracios y de
los odrisios, donde montañas gigantescas de hielo nos impiden su visión,'
hasta que llega, más resplandeciente que antes, a las verdes llanuras de Nínive
y de Babilonia e ilumina los dos ríos." Demasiado bajo para que lo podamos
ver, pero no tanto para la Luna, que precisamente toma del Sol su luz y vaga por
el ciclo como una tabla pintada." Si, como afirmaba Anaximandro, mi maestro
y mi amigo, el astro luminoso girase por debajo de la Tierra deberíamos ver
desaparecer la Luna todas las noches, trocito a trocito, como una flor a la que
una muchacha inquieta le arranca uno a uno sus pétalos coloreados.»
«¿Y las estrellas?
«Algunas son vagantes como hojas de fuego: tuvieron su origen en la Tierra a
causa de la humedad y después se volvieron incandescentes a base de sucesivas
rarefacciones;" nosotros las llamamos 'planetas'. Otras, casi la totalidad,
están clavadas como si fueran clavos " en la bóveda celeste que, como
dijeron los caldeos antes que nadie, es un hemisferio cristalino completamente
cubierto de hielo." Pero ahora, mis queridos amigos, la lección ha
terminado. Regresad a Mileto y que el sueño premie vuestro deseo de ciencia.»
Se vuelven a encender las antorchas. Comenzamos el descenso hacia la ciudad y,
mientras caminamos, todos discutimos con fervor sobre lo que ha dicho el
maestro. Si lo he entendido bien, según Anaxímenes el Universo es como una de
esas esferas de cristal que venden en las tiendas de souvenirs: ésas
que, cuando les das la vuelta, cae la nieve. Pues bien, en esta esfera de
cristal la Tierra es un disco plano situado justo en la mitad entre los dos
hemisferios, de los cuales el inferior está lleno de aire y el superior
contiene el Sol, la Luna y las demás estrellas. 'Yo también discuto con los
alumnos y entonces me doy cuenta de que el sendero se está haciendo cada vez más
abrupto y peligroso. Está muy oscuro y la luz de las antorchas no es suficiente
para todos. ¿Dónde se habrá metido la Luna? ¿Detrás de qué montaña se
habrá escondido? Me gustaría preguntárselo a Anaxírnenes, pero no tengo
valor. El filósofo no habla: también él está intentando ver bien dónde pone
los pies y, de vez en cuando, se apoya en el brazo de Hecateo, que camina a su
lado. {Luciano de Crescenzo. Historia de la Filosofía Griega. Volumen 1}
Presentación
PITÁGORAS
Después de haber tratado de la Filosofía j6nica, dimanada de Tales,
y de los varones que se hicieron célebres en ella, pasaremos ahora a tratar de
la italiana, cuyo autor fue Pitágoras, hijo de Mnesarco, grabador de anillos,
natural de Sarnos, como dice Herrnipo, o bien fue tirreno, natural de una isla
que poseyeron los atenienses echando de ella a los tirrenos, según escribe
Aristójeno. Algunos dicen que fue hijo de Mnesarco; éste, de Hupaso; éste, de
Eutifrón y éste lo fue de Cleónimo, que es el que huyó de Filunte. Que
Mnesarco habitó en Samos, de donde Pitágoras se llamó Samio. Que pasando éste
de allí a Lesbos, fue recomendado a Ferecides por Zoilo, tío suyo; construyó
tres cálices de plata y los llevó en regalo a tres sacerdotes egipcios. Tuvo
dos hermanos, el mayor de los cuales se llamó Eunomo, el mediano se llamó
Tirreno. Tuvo también un esclavo, llamado Zamolxis, a quien sacrifican los
getas juzgándolo Saturno, como dice Herodoto.
Pitágoras, pues, según hemos dicho, oyó a Ferecides Siro. Después que éste
murió se fue a Samos, y fue discípulo de Herrnodamante (que ya era viejo),
consanguíneo de Creófilo. Hallándose joven y deseoso de saber, dejó su
patria y se inició en todos los misterios griegos y bárbaros. Estuvo, pues, en
Egipto, en cuyo tiempo Políerates lo recomendó por cartas a Amasis; aprendió
aquella lengua, como dice Anfitrión en su libro De los que sobresalieron en la
virtud, y aun estuvo con los caldeos y magos. Pasando después a Creta con Epiménides,
entró en la cueva del monte Ida. No menos entró en los áditos de Egipto y
aprendió las cosas contenidas en sus arcanos acerca de aquellos dioses. Volvió
después a Samos, y hallando la patria tiranizada por Polícrates, se fue a
Crotona, en Italia, donde, poniendo leyes a los italianos, fue celebérrimo en
discípulos, los cuales, siendo hasta trescientos, administraban los negocios públicos
tan noblemente, que la República era una verdadera aristocracia.
Heráclides Póntico refiere que Pitágoras decía de si mismo que «en
otro tiempo había sido Etálides y tenido por hijo de Mercurio; que el mismo
Mercurio le tenía dicho pidiese lo que quisiese, excepto la inmortalidad, y que
él le había pedido el que vivo y muerto retuviese en la memoria cuanto
sucediese. Así que mientras vivió se acordó de todo, y después de muerto
conservó la misma memoria. «Que tiempo después de muerto, pasó al cuerpo de
Euforbo y fue herido por Menelao. Que siendo Euforbo, dijo había sido en otro
tiempo Etálides, y que había recibido de Mercurio en don la transmigración
del alma, como efectivamente transmigraba y circuía por todo género de plantas
y animales; el saber lo que padecería su alma en el, infierno y lo que las demás
allí detenidas, Que después que murió Euforbo, se pasó de alma a Hermótimo,
el cual queriendo también dar fe de ello, pasó a Branquida, y entrando en el
templo de Apolo, enseñó el escudo que Menelao había consagrado allí»; y decía
que «cuando volvía de Troya consagró a Apolo su escudo, y que ya estaba
podrido, quedándole sólo la cara de marfil. Que después que murió Hermótimo
se pasó a Pirro, pescador delio, y se acordó de nuevo de todas las cosas, a
saber: cómo primero había sido Etálides, después Euforbo, luego Herrnótimo
y en seguida Pirro». Y finalmente, que después de muerto Pirro vino a ser Pitágoras,
y se acordaba de todo cuanto hemos mencionado.
Sosícrates, en las Sucesiones, dice que habiéndole preguntado León,
tirano de los fliasion de Fhlius, quien era, dijo: «Filósofo.» Y que
comparaba la vida humana con un concurso festivo de todas gentes; como unos
vienen a él a luchar, otros a comprar y vender, y o son los mejores, a ver,
también en la vida unos nacen esclavos de la gloria; otros, cazadores de los
haberes, y otros filósofos, amantes de la virtud. Llama a la ebriedad pernicie
del entendimiento. Reprueba la intemperancia diciendo que nadie debe excederse
de la justa medida en bebidas y comidas. De las cosas venéreas habla en esta
forma: «De la Venus se ha de usar en invierno, no en verano; en otoño y
primavera, más ligeramente; pero en todo tiempo es cosa gravosa y nada bueno a
la salud.-
Sus discípulos depositaban sus bienes en común. Callaban por espacio de cinco
años, oyendo sólo la doctrina; y nunca veían a Pitágoras hasta pasada esta
aprobación. De allí en adelante ya iban a su casa y participaban de su vista.
Absteníanse de la madera de ciprés para ataúdes, porque es el cetro de Júpiter.
Herrnipo escribe esto en el libro II De Pitágoras. Se refiere que fue
sumamente hermoso, y los discípulos creían que era Apolo que había venido de
los Hiperboreos. Dicese igualmente que desnudándose una vez, se vio que uno de
sus muslos era de oro .Y tambien afirman muchos que pasando una ocasión el río
Neso le impueso este nombre.
Antíclides, en el libro 11 de Alejeindro, dice que Pítágoras adelantó
mucho en la geometría, cuyos principios y rudimentos había hallado antes
Meris. Que se ejercitó principalmente en una especie de ella que es la aritmética.
Y que inventó la escala músical por una cuerda sola.
Dicen fue el primero que ejercitó a los atletas
nutridos con carnes, empezando por Eurímenes, como dice Favorino en sus
Comentarios, pues hasta entonces acostumbraban nutrirse con higos secos, queso
reciente y trigo, según el mismo Favorino en su Varia historia. Pero otros
dicen que un cierto Pitágoras ungidor de atletas fue quien solía nutrirlos así,
no el nuestro; pues éste estuvo tan lejos de permitir se comiesen animales como
que prohibió el matarlos, juzgando tienen el alma común a la nuestra. Esto es
muy verosírnil. Lo cierto es que mandó abstenerse de las cosas animadas,
ejercitando y acos tumbrando a los hombres a la simplicidad de manjares, a fin
de que tuviesen en todos tiempos la comida aderezada y a punto comiendo sólo
cosas que no necesitaban lumbre y bebiendo agua, porque de ello dimanan la salud
corporal y la agudeza del ingenio. Efectivamente, Pitágoras sólo prestó
adoración al ara de Apolo-padre, que está en Delos detrás del area Cornea,
por causa de que en ella sólo se ofrece trigo, cebada y hojuelas, sin fuego
alguno; pero no víctimas. Así lo dice Aristóteles en su República de los
delios.
Afirman fue el primero que dijo que el alma haciendo un necesario giro, pasa de
unos animales a otros» Fue también el primero que introdujo en Grecia las
medidas y pesos, como dice Aristójenes el Músico. Fue tan admirado de
cuantos lo conocían, que a sus sentencias las llamaban palabras de Dios.
Sus discípulos permanecían con él y a él concurrían por su doctrina
los lucanos, picentes, rnesapios y romanos. Pero hasta Filolao no fue conocido
el dogma pitagórico. Éste fue quien publicó los tan celebrados tres libros
que Plat6n escribió se le comprara por cien minas. No eran menos de seiscientos
los discípulos que de noche concurrían a oírlo; y los que conseguían
poderloo ver, lo escribían a sus familiares, como que habían obtenido una cosa
grande. Los metapontinos llaman a su casa Templo de Ceres, y Museo al paraje en
que estaba, como dice Favorino en sus Varia historia.
Formó por Italia muchos hombres honestos y buenos, singularmente Zalcuco y
Carondas, legisladores, Era muy diestro para hacer amistades; y si sabía
que alguno era partícipe de sus símbolos, lo hacía compañero y amigo. Sus símbolos
eran éstos: No herir el fuego con la espada. No pasar por encima de la balanza.
No estar sentado sobre el quénice. No comer corazón. Ayudar a llevar la carga,
y no imponerla. Tener siempre cogidas las cubiertas de la cama. No llevar la
imagen de Dios en el anillo. Borrar el vestigio de la olla en la ceniza. No
estregar la silla con aceite. No mear de cara al sol. No andar fuera del camino
público. No echar mano sin reflexión. No tener golondrinas bajo su mismo
techo. No criar aves de uñas corvas. No mear ni caminar sobre las
cortaduras de uñas y cabellos. Aparta la espada aguda. No volver a la patria
quien se ausente de ella.
COMENTARIO:
Por no herir el fuego con la espada quería significar
que no se ha de incitar la ira e indignación de los poderosos. No pasar por
encima de una balanza, esto es, no traspasar la igualdad y justicia. No estar
sentado sobre el quénice es tener igual cuidado de lo presente que de lo
futuro; pues un quénice es el alimento para un día. Por el no comer corazón
expresaba que no se ha de atormentar el ánimo con angustias y dolores. Por lo
de no volver el que se ausenta exhortaba a que los que han de partir de esta
vida no estén desordenadamente pegados ella, ni entregados a sus deleites.
Mandaba sobre todo el no comer rojillo ni melanuro, y abstenerse también del
corazón y de las habas. Aristóteles dice que también prohibía el comer
rnatriz y salmonete algunas veces. Hay quien diga que se contentaba con miel,
con panal o aun con pan sólo, y que no bebía vino entre día. Su ordinaria
vianda eran hierbas cocidas y crudas; raras veces cosa de mar. Vestía una
estola blanca y limpia, y las demás vestiduras de lana también blancas, pues
las telas de lino todavía no habían llegado a aquellas parte. Nunca fue visto
en paseos, en cosas venéreas, ni en embriagueces. Absteníase de burlas y de
toda chanza, como son dichos y motejos pesados. Hallándose airado, jamás
castigaba a ningún esclavo o liberto. Al enseñar con el ejemplo le llamaba cigüeñizar.
Sus sacrificios eran de cosas inanimadas, bien que algunos dicen que sólo
sacrificaba gallos y cabritos de leche llamados recentales, pero nunca corderos.
Aristójenes dice que permitió comer de todos los animales, menos de buey de
labranza y del carnero; y él mismo asegura que recibió de Temistocles los
dogmas en Delfos, según indicarnos arriba. Jerónimo escribe que habiendo
descendido al infierno, vio el alma de Hesíodo atada a una columna de bronce, y
rechinaba; y a la de Homero colgada de un árbol y cercada de culebras, por lo
que había dicho de los dioses. Que eran también castigados los que no
quisieron usar de sus propias rnujeres: por estas cosas era muy venerado de los
crotoniatas. Aristipo Cirenco dice en sus libros De fisiología que Pitágoras
obtuvo este nombre porque siempre decía verdad, no menos que Pitio.
Prohibía comer habas, por razón que constando éstas de mucho aire, participan
también mucho de lo animado, aunque por otra parte hagan buen estómago, y
hacen leves y sin perturbaciones las cosas soñadas. Alejandro, en las
Sucesiones de los filósofos, dice haber hallado en los escritos pitagóricos
también las cosas siguientes: Que el principio de todas las cosas es la unidad,
y que de ésta procede la dualidad, que es indefinida y depende, como materia,
de la unidad que la causa. Así, la numeración proviene de la unidad y de la
dualidad indefinida. De los números provienen los puntos; de éstos, las líneas;
de las líneas, las figuras planas; de las figuras planas, las sólidas, y de éstas
los cuerpos sólidos, de los cuales constan los cuatro elementos, fuego, agua,
tierra y aire, que trascienden y giran por todas las cosas, y de ellos se
engendra el mundo animado, intelectual esférico, que abraza en medio a la
tierra, también esférica y habitada en todo su rededor. Aristóteles dice en
el libro De las habas que Pitágoras mandó abstenerse de las habas o porque
semejan a las partes pudendas o las puertas infernales, pues carecen de nudos, o
porque corrompen o porque se parecen a la naturaleza de universo por su
fecundidad. o porque sirven en el gobierno oligárquico eligiendo por medio de
ellas-. Que debernos abstenernos de gallo blanco, por estar consagrado a Júpiter
(y el color blanco es propio de los buenos) y a la luna, y además señala las
horas. Que no se coman los peces sacros, pues no conviene dar una comida misma a
los dioses y a los hombres, como ni a los libres y a los esclavos. Que la cosa
blanca es de la naturaleza de lo bueno; la negra, de la naturaleza de lo malo.
Que no se debe romper el pan, pues antiguamente concurrían en uno los amigos a
comerlo, como ahora los bárbaros, y no se ha de dividir aquello que une y
congrega los amigos. Que de las figuras sólidas la esfera es la más hermosa;
de las planas, el círculo.
Murió Pitágoras en esta forma. Estando sentado con sus arnigos en casa de Milón,
sucedió que uno de los que no había querido admitir consigo pegó fuego a la
casa por envidia. Pero algunos dicen que lo ejecutaron los mismos crotoniatas,
temerosos de que les pusiese gobierno tiránico. Que habiendo Pitágoras
escapado del incendio, se entró en un campo de habas, y se paró allí
diciendo: «Mejor es ser cogido que pisar estas habas», y «Mejor es ser muerto
que hablar,. Con esto descubrió la garganta a los que lo seguían. Así que
fueron muertos muchos de sus discípulos, hasta en número de cuarenta, y
huyeron otros pocos, de cuyo número fueron Arquitas Tarentino y Lisis, antes
nombrado. Dicearco escribe que Pitágoras murió fugitivo en el templo de las
Musas que hay en Metaponto, habiendo permanecido allí sin comer cuarenta días.
Pero Heráclides, después de haber dado sepultura en Delos a Ferecides, se
volvió a Italia; y como hallase un gran convite en casa de Milón Crotoniata,
partió a Metaponto; y que no queriendo ya vivir más, murió allí privándose
de la comida.
Hermipo dice que, estando en guerra agrigentinos y siracusanos, salió Pitágoras
con sus discípulos y secuaces en favor de los agrigentinos; y que derrotados éstos,
iba girando junto a un campo de habas, donde lo mataron los siracusanos. Los demás
hasta treinta y cinco fueron quemados en Tarento, queriendo oponerse a los
prirneros ciudadanos en el gobierno de la república. Otra cosa dice también de
Pitágoras Hermipo, y es: «Que pasado a Italia, se hizo una habitación subterránea
y mandó a su madre notase por escrito cuanto sucedía, señalando también el
tiempo; luego se entró en el subterráneo, dándole su madre escritas cuantas
cosas acaecían fuera. Que pasado tiempo, salió Pitágoras flaco y macilento, y
congregando gentes dijo que volvía del infierno, y les iba contando las cosas
acontecidas. Que los oyentes, conmovidos de lo que había dicho, prorrumpiendo
en lágrimas y lamentaciones, y creyeron en Pítágoras algo divino, de manera
que le entregaron sus mujeres para que aprendiesen sus preceptos; de donde vino
que fueron llamados Pitagóricos.{Diógenes Laercio. Vida de los más
ilustres filósofos griegos }
Presentación
HERÁCLITO
Heráclito, hijo de Blisón, o según algunos,
de Heración, fue de Efeso, y floreció hacia la Olimpíada LXIX. Sentía en las
cosas muy elevadamente como consta de sus escritos, donde dice: «El aprender
muchas cosas no instruye la mente.» Y que enseñó a Hesíodo, a Pitágoras y
aun a Jenófanes y a Hecateo; pues la verdadera y única sabiduría es conocer
la mente, que puede disponer o gobernar todas las cosas por medio de todas las
cosas. Decía que Homero era digno de ser echado de los certámenes y de ser
abofeteado, y lo mismo Arquiloco. Que los ímpetus de una injuria deben apagarse
más que un incendio, y que el pueblo debe defender las leyes lo mismo que los
muros.
Reprendió vivamente a los efesinos porque habían echado a su compañero
Hermodoro, diciendo: «Todos los efesinos adultos debieran morir, y los irnpúberes
dejar la ciudad, entendido de aquellos que expelieron a Herrnodoro, su
bienhechor, diciendo: Ninguno de nosotros sobresalga en merecimientos, si hay
alguno, váyase a otra parte y este con nosotros. Como le pidiesen que les
pusiese leyes, lo omitió por causa de que la ciudad estaba ya depravadísirna
en las costumbres y mal gobierno, y retirándose al templo de Diana, jugaba a
los dados con los muchachos. A los efesinos que estaban a su alrededor les dijo:
«¿Qué os admiráis, perversos? ¿No es mejor hacer esto que gobernar la república
con vosotros?
Finalmente hastiado de los hombres, se retiró a los montes y vivió manteniéndose
de hierbas; pero acometiéndole de resultas una hidropesía, regresó a la
ciudad, y preguntaba enigmáticamente a los médicos «si podrían de la lluvia
hacer sequía». Como ellos no lo entendiesen, se enterró en el estiércol de
una boyera, esperando que el calor del estiércol le absorbiera las humedades.
No aprovechando nada esto, murió de sesenta años.
Pero Hennipo asegura que Heráclito dijo a los médicos que «si alguno podía
sacar humedad oprimiendo la tripa-; y respondiendo que no, se puso al sol y dijo
a los muchachos que lo cubriesen y emplastasen con estiércol; con lo cual se
apresuró la vida y murió al día siguiente, y fue enterrado en el Foro.
Neantes Ciziceno dice que no pudiendo quitarse el estiércol ni eximirse de él
permaneció allí y se lo comieron los perros, no habiéndole conocido por causa
del disfraz del estiércol.
Fue admirado desde niño, y siendo mancebo decía «que no sabía cosa alguna»;
pero cuando llegó a la edad perfecta decía que «lo sabía todo». De nadie
fue discípulo, sino que él mismo se dio a las investigaciones, y decía
haberlo aprendido todo por sí mismo. Sin embargo, dice Soción que algunos lo
hacen discípulo de Jenófanes, y que Aristón asegura, en el libro De Heráclito,
que curó de su hidropesía y murió de otra enfermedad. Esto mismo dice también
Hipoboto.
El libro que de él nos queda, por su contenido se intitula De la naturaleza,
bien que está dividido en tres discursos, a saber Del Universo, De política y
De Teología. Lo depositó en el templo de Diana; y, según algunos, lo escribió
de industria oscuro para que sólo lo entendiesen los eruditos, y por vulgar no
fuese desestimado.
Sus opiniones en común son las siguientes: «Todas las cosas provienen del
fuego, y en él se resuelven. Todas las cosas se hacen según el hado, y por la
conversión de los contrarios se ordenan y adaptan los entes. Todo está lleno
de almas y de demonios.- Acerca de las mudanzas que acontecen en el estado de
las cosas del mundo, sintió así: -Que el sol es tan grande cuando aparece.»
Afirmase también que dijo que «la naturaleza del alma no hay quien la pueda
hallar por más camino que ande: ¡tan profunda es esta cuestión!- Al amor
propio lo llamaba -mal de corazón, y que la vista y aspecto engañan».
Sus dogmas en particular son corno se sigue: «Que el fuego es elemento, y que
todas sus vicisitudes o rnutaciones se hacen por raridad y densidad.- Pero nada
de esto expone distintarnente. «Que todas las cosas se hacen por contrariedad,
y todas fluyen a manera de ríos. Que el universo es finito. Que el mundo es único,
es producido del fuego y arde de nuevo de tiempo en tiempo altemadarnente todo
este evo. Que esto se hace por el hado. Que de los contrarios, aquel que conduce
las cosas a generación se llama guerra y lucha o contención y el que al
incendio, concordia y paz- Que la mutación es un camino hacia arriba y hacia
abajo, y según éste se produce el mundo. Que el fuego adensado se transforma
en licor, y adquiriendo más consistencia para en agua. Que el agua condensada
se vuelve tierra, y éste es el camino hacia abajo. liquídase de nuevo la
tierra y de ella se hace el agua, de lo cual provienen casi todas las demás
cosas-, refiriéndolo a la evaporación del mar. «Éste es -dice- el camino de
abajo arriba. Que las evaporaciones o exhalaciones se hacen de la tierra y del
mar unas perspicuas y puras, otras tenebrosas. De las puras se aumenta el fuego;
de las otras, el agua.»
Dice que «hay allá unos como cuencos, vuelta hacia nosotros la parte cóncava,
en los cuales, acoplándose las exhalaciones puras y perspicuas, forman las
llamas, que son los astros. Que la llama del sol es clarísima y calidísima;
los demás astros están muy distantes de la tierra, y por ello lucen y
calientan menos. Que la luna, estando más cercana a la tierra, anda por paraje
no puro; pero el sol está en lugar resplandeciente y puro, y dista de nosotros
conmensuradamente; ésta es la causa de calentar más y dar mayor luz. Que se
eclipsan el sol y la luna cuando sus cuencos se vuelven hacia arriba, y que las
fases mensuales de la luna se hacen volviéndose poco a poco a su cuenco. Que el
dia, la noche, los meses, las estaciones anuales y los años, las lluvias, los
vientos y cosas semejantes se hacen según la diferencia de exhalaciones, pues
la exhalación pura inflamada en el círculo del sol hace el día, y cuando
obtiene la parte contraria hace la noche. Que de la luz, aumentándose el calor,
se hace el estío, y de sombra crece la humedad y se hace el invierno».
Consecuentemente a éstas disputa de las demás causas. Sobre cuál sea la
tierra nada dice ni tampoco de los referidos cuencos. {Diógenes
Laercio.Vidas de los más ilustres filósofos griegos.}
PRODICO DE CEOS
Era de la misma edad que Hippias de Elis y parece
haberse dedicado, como la mayor parte de los sofistas, a la enseñanza de la
dialéctica, especialmente en su aspecto gramatical. Sus propias concepciones
eran pesimistas y escépticas en materia religiosa, hasta el punto de afirmar
que los hombres divinizan todo lo que necesitan. El mito de Hércules en la
encrucijada, que a veces se atribuye a Antístenes por los muchos rasgos cínicos
que contiene, presenta a Hércules vacilando entre la virtud y el vicio; el
escrito parece tener un fin estrictamente moral, unido a cierto eudemonismo al
considerarse que la elección de la virtud representa la consecución de los
bienes deseados. De Pródico parece proceder también el argumento contra el
temor a la muerte que fue posteriormente tan utilizado por los epicúreos: la
muerte no debe ser temida, pues quien vive no ha muerto todavía, y quien ha
muerto ha dejado de poseer sensaciones. {Ferrater Mora.
Diccionario de Filosofía.}
Presentación
PIRRÓN
Pirrón de Elis fue hijo de Plistarco; lo que también
escribe Dioeles, corno dice Apolodoro en sus Crónicas. Primero fue pintor, y
luego se hizo discípulo de Drusón hijo de Estilpón, según Alejandro en las
Sucesiones. Después lo fue de Anaxarco, y siempre tan unido a él que anduvo en
su compañía a los gimnosofistas de la India, y aun a los rnagos. Parece, pues,
que Pirrón filosofó nobilísimamente, introduciendo cierta especie de
incomprensibilidad e irresolución en las cosas, como dice Arcanio Abderita. Decía
que «no hay cosa alguna honesta ni torpe, justa o injusta». Asimismo decidía
acerca de todo lo demás; verbigracia, que «nada hay realmente cierto, sino que
los hombres hacen todas las cosas por ley o por costumbre; y que no hay más ni
menos en una cosa que en otra-. Su vida era consiguiente a esto, no rehusando
nada, ni nada abrazando; verbigracia, si ocurrían carros, precipicios, perros y
cosas semejantes; no fiando cosa alguna a los sentidos; pero de todo esto lo
libraban sus amigos que lo seguían, como dice Antígono Caristio. No obstante,
dice Enesidemo que Pirrón filosofó según su sistema de irresolución e
incertidumbre, pero que no hizo todas las cosas inconsideradarnente. Vivió
hasta noventa años.
Presentación