LIBRO V REPÚBLICA
COMENTARIO1
(449b-451c)

449ª-451c
En los inicios del libro V, Sócrates y sus interlocutores siguen analizando el tema de la injusticia tal como había sido tratado a finales del libro IV. Allí, como hemos visto, Sócrates había hecho referencia a una forma justa de gobierno (reino-aristocracia) y, de ello, deduce ahora que deberían ser malas y viciosas los otros tipos de organización política o de disposición de caracteres de las almas individuales. Cuando se disponía a enumerar esas formas de gobierno injusto, Polemarco se dirije hacia Adimanto y, cogiéndolo de la parte superior del manto, le sugiere al oido que posiblemente fuera mejor levantar la sesión. Adimanto responde con un no rotundo y ruega a Sócrates que continúe con la reunión aunque, en vez de continuar con el análisis de la esencia de injusticia y los modos injustos de gobierno a nivel colectivo e individual, plantea tratar antes un tema que, aunque Sócrates ha citado anteriormente, habría sido tratado de un modo muy ligero y superficial. El tema es aquel que hace referencia a las mujeres y a los hijos de los guardianes en tanto en cuanto deberían de ser comunes. Y es, señala Adimanto, todos los presentes necesitan algún tipo de aclaración que nos muestre en que consiste tal comunidad pues hace ya tiempo que venimos esperando y pensando que ibas a decir algo sobre cómo será la procreación de descendientes, la educación de éstos una vez nacidos y, en una palabra, esa comunidad de mujeres e hijos. Todos los presentes – incluido el mismo Trasímaco - se muestran partidarios en seguir con la discusión.
Sócrates protesta amablemente ante tal propuesta señalando que echan de nuevo sobre sus espaldas una discusión sobre la ciudad que ya parecía superada. Afirma que ya estaba contento por haber salido de ese punto; y ahora quieren volver a él sin saber qué enjambre de cuestiones se pueden levantar con ello. Glaucón le ruega que en modo alguno desista de decir lo que le parezca sobre las preguntas que puedan hacerle. Le pide que explique qué clase de comunidad se establecerá entre nuestros guardianes, por lo que toca a las mujeres y a los hijos, y cómo se criará a éstos mientras sean aún pequeños, en el período intermedio entre el nacimiento y el comienzo de la educación, durante el cual parece ser más penosa que nunca su crianza. Sócrates responde que no es tan fácil analizar todo lo que Adimanto plantea y que le da reparo tocas esas cosas ya que puede parecer que solicita con ello aspiraciones quiméricas. Adimanto lo anima de nuevo a que siga. Sócrates replica que con las muestras de animo lo que logra es todo lo contrario. Y es que si tuviera fe en la certeza de lo que va a decir, entonces bien le vendrían las muestras de animo. Ahora bien, al tener que disertar sobre algo acerca de lo cual se duda e investiga, no valen para nada las muestras de animo ya que puede arrastar a equivocarse no solamente a él sino tambien a sus amigos y discípulos. Suplica a Adrastea (diosa encargada de castigar las palabras demasidado orgullosas o audaces) que le perdone por lo que va a decir. Adimanto, echàndose a reir, le dice que si algún daño les llegan causar a los oyentes sus palabras, desde ahora lo absuelven.
{Ver Texto1a}

Presentación


























TEXTO1A
(449b-451c)

-Tal es, pues, la clase de ciudad y de constitución que yo califico de buena y recta y tal la clase de hombre; ahora bien, si éste es bueno, serán malos y viciosos los demás tipos de organización política o de disposición del carácter de las almas individuales, pudiendo esta su maldad revestir cuatro formas distintas.
-¿Cuáles son esas formas? -preguntó.
Y yo iba a enumerarlas una por una, según el orden en que me parecían nacer unas de otras, cuando Polemarco, que estaba sentado algo lejos de Adiminto, extendió el brazo, y cogiéndole de la parte superior del manto, por junto al hombro, lo atrajo a sí e, inclinado hacia él, le dijo al oído unas palabras de las que no pudimos entender más que lo siguiente: -¿Lo dejamos entonces o qué hacemos?
-De ningún modo -respondió Adimanto hablando ya en voz alta.
Entonces yo: -¿Qué es eso -pregunté- que no vais a dejar vosotros?
-A ti -contestó.
-Pero ¿por qué razón? -pregunté.
-Nos parece ---contestó-- que flaqueas e intentas sustraer y no tratar todo un aspecto y no el menos importante, de la cuestión: crees, por lo visto, que no advertimos cuán a la ligera lo has tocado, diciendo, en lo relativo a mujeres e hijos, que nadie ignora cómo las cosas de los amigos han de ser comunes.
-¿Y no estoy en lo cierto, Adimanto? ---dije.
-Sí -respondió-- Pero esa certidumbre necesita también, como lo demás, de alguna aclaración que nos muestre en qué consiste tal comunidad. Pues ésta puede ser de muchas maneras. No pases por alto, pues, aquella a la cual tú te refieres; porque, en lo que a nosotros respecta, hace ya tiempo que venimos esperando y pensando que ibas a decir algo sobre cómo será la procreación de descendientes, la educación de éstos una vez nacidos y, en una palabra, esa comunidad de mujeres e hijos que dices. Consideramos, en efecto, que es grande, mejor dicho, capital la importancia de que en una sociedad vaya esto bien o mal. Por eso, viendo que pasas a otro tipo de constitución sin haber definido suficientemente este punto, hemos decidido, como acabas de oír, no dejarte mientras no hayas tratado todo esto del mismo modo que lo demás.
-Pues bien --dijo Glaucón-, consideradme también a mí como votante de ese acuerdo.
-No lo dudes ---dijo Trasímaco-; ten entendido, Sócrates, que esta nuestra decisión es unánime.
-¡Qué acción la vuestra --exclamé- al echaros de ese modo sobre mí! ¡Qué discusión volvéis a promover, como en un principio, acerca de la ciudad! Yo estaba tan contento por haber salido ya de este punto y me alegraba de que lo hubieseis dejado pasar aceptando mis palabras de entonces; y ahora queréis volver a él sin saber qué enjambre de cuestiones levantáis con ello.
Yo sí que lo preveía y por eso lo di de lado entonces, para que no nos diera tanto quehacer.
-¿Pues qué? ---dijo Trasímaco-. ¿Crees que éstos han venido aquí a fundir oro o a escuchar una discusión.
-Sí -asentí-, una discusión mesurada.
-Pero para las personas sensatas --dijo Glaucón-, no hay, Sócrates, otra medida que limite la audición de tales debates sino la vida entera. No te preocupes, pues, por nosotros; y en cuanto a ti, en modo alguno desistas de decir lo que te parece sobre las preguntas que te hacemos: explica qué clase de comunidad se establecerá entre nuestros guardianes, por lo que toca a sus mujeres e hijos, y cómo se criará a éstos mientras sean aún pequeños, en el período intermedio entre el nacimiento y el comienzo de la educación, durante el cual parece ser más penosa que nunca su crianza. Intenta, pues, mostramos de qué manera es preciso que ésta se desarrolle.
-No es tan fácil, bendito Glaucón ---dije-, el exponerlo, pues ha de provocar muchas más dudas todavía que lo discutido antes. Porque o no se considerará tal vez realizable lo expuesto, o bien, aun admitiéndolo como perfectamente, viable, se dudará de su bondad. Por lo cual me da cierto reparo tocar estas cosas, no sea, mi querido amigo, que parezca cuanto digo una aspiración quimérica.
-Nada temas -dijo-. Pues no son ignorantes, incrédulos ni malévolos quienes te van a escuchar.
Entonces pregunté yo: -¿Acaso hablas así, mi buen amigo, porque quieres animarme?
-Sí por cierto -asintió.
-Pues bien -repliqué--, consigues todo lo contrario. Porque, si tuviera yo fe en la certeza de lo que digo, estarían bien tus palabras de estímulo. Pues puede sentirse seguro y confiado quien habla, conociendo la verdad acerca de los temas más grandes y queridos, ante un auditorio amistoso e inteligente; ahora bien, quien diserta sobre algo acerca de lo cual duda e investiga todavía, ése se halla en posición peligrosa y resbaladiza, como lo es ahora la mía, no porque recele a provocar vuestras risas --eso sería ciertamente pueril-, sino porque temo que, no acertando con la verdad, no sólo venga yo a dar en tierra, sino arrastre tras de mí a mis amigos y eso en las cuestiones en que más cuidadosamente hay que evitar un mal paso. Y suplico a Adrastea, ¡oh, Glaucón!, que me perdone por lo que voy a decir: considero menos grave matar invóluntariamente a una persona que engañaría en lo relativo a la nobleza, bondad y justicia de las instituciones. Si ha de exponerse uno a este peligro, es mejor hacerlo entre enemigos que entre amigos; de modo que no haces bien en animarme. 
Entonces se echó a reír Glaucón y dijo: -Pues bien, Sócrates, si algún daño nos causan tus palabras, desde ahora te absolvemos, como en caso de homicidio, y te declaramos limpio de engaño con respecto a nosotros. Habla, pues, sin miedo.
-Realmente --dije , el absuelto queda en casos tales limpio según la ley. Es natural, por tanto, que ocurra aquí lo mismo que allí.
-Buena razón -dijo- para que hables.

Comentario1
Presentación




























LIBRO V REPÚBLICA
COMENTARIO2
(451c-457d)

451c-457d
Sócrates acepta la petición de Adimanto y afirma que para contestar a sus planteamientos es necesario volver a atrás para decir lo que tal vez debían haber dicho antes, aunque, despues de todo, quizá no resulte improcedente que, una vez terminada por completo la representación masculina, comience con la parte femenina.
El estudio del papel de la mujer en la ciudad justa e ideal lo realiza Sócrates del modo siguiente: comienza pidiendo a sus oyentes que recuerden lo dicho anteriormente sobre la educación de los guardianes y afirma que éstos había quedado configurados en algo así como los guardianes de un rebaño. Propone partir de esta misma base para el estudio de las mujeres. En este contexto les plantea si las hembras de los perros guardianes deberían vigilar igual que los machos y hacer todas las cosas en común, o, por el contrario, quedarse en sus casas incapacitadas por los partos y las crianzas de los cachorros, mientras los otros tienen cuidado de los rebaños. Se ponen de acuerdo, en principio, que todos (hombres y mujeres) deberían hacer las cosas en común con la única diferencia que las hembras son más débiles y los machos más fuertes. Se ponen de acuerdo tambien en que las mujeres deberían recibir la misma crianza y la misma educación de los hombres ya que ambos deberían participar en las mismas tareas. En este contexto, Sócrates recuerda el tipo de educación dada a los hombres guardianes y basada en la música y en la gimnasia, para señalar que las mujeres deberían recibir del mismo modo tal educación y tambien participar en las guerras. Critica aquellas opiniones reaccionarias que afirman que ver a las mujeres desnudas en el gimnasio podría resultar algo insólito y ridículo, recordando a tales críticos que tambien les había parecido a muchos ser motivo de chanzas el que los antiguos cretenses y, más tarde, los lacedemonios, decidieran dejarse ver desnudos con motivo de los ejercicios gimnásticos. Y es que la experencia demostró que era mejor desnudarse, para realizar con perfección los ejercicios, que cubrirse; con lo que lo ridículo que veían los ojos se disipó ante lo que la razón designaba como más conveniente.
{Ver texto1b}
A continuación Sócrates plantea analizar otra cuestión importante relacionada con el sexo femenino: ¿son las hembras humanas capaces por naturaleza de compartir todas las tareas del sexo masculino; o ni una sola de ellas, o unas si y otra no? En principio, y a la luz de lo establecido anteriormente en relación con la justicia y la educación de los guardianes, la respuesta parece que tiene ser negativa. Y es que cuando se empezó a fundar la ciudad se había establecido como norma esencial el que cada cual ejerciera, como suyo propio, un solo oficio, es decir, el que su naturaleza le dictara. Y lo que parece evidente, continúa argumentando Sócrates, es que no puede negarse que la naturaleza de la mujer difiere enormemente de la del hombre. Por todo ello, tambien deberían ser distintas las labores conformes a naturaleza de cada sexo. Pues bien, si ahora se establece que los hombres y las mujeres podrían realizar las mismas funciones, entonces se estaría cayendo en una gran contradicción pues nos encontraríamos con que naturalezas sumamente dispares están realizando funciones semejantes. Para hacer frente a este dilema Sócrates trae a colación lo dicho al principio acerca de las dificultades en las que se metía al aceptar entrar en la investigación del tema presente sobre la educación de las mujeres y de sus hijos. De todos modos, afirma no estar dispuesto a echarse a atrás ya que una persona no se echa menos a nadar si ha caido en una pequeña piscina que si ha caido en el centro del más grande piélago. Partiendo, por tanto, de este tipo de decisión, Sócrates, comienza resumiendo el estado de la cuestión: por un lado, se ha convenido en que cada naturaleza debería dedicarse a un trabajo distinto, asi como en que los hombres y las mujeres son diferentes. Por otro lado, sin embargo, ahora decimos tambien que estas naturalezas distintas han de tener las mismas ocupaciones. Pues bien, Sócrates hace frente a esta aparente contradicción aclarando primeramente como entender lo que es idéntico o diverso por naturaleza, pues podría ser que hombres y mujeres no sean diferentes por naturaleza sino iguales. En este contexto se pregunta si los calvos y los peludos, que son evidentemente diferentes, serían iguales o diferentes por naturaleza. Si llegaramos a establecer que son diferentes por naturaleza, entonces deberíamos tambien prohibir que si los calvos son zapateros, pudieran serlo tambien los peludos; y si lo son los peludos, que lo sean los otros. Es por tanto, necesario establecer una clara interpretación entre aquello que es diferente por su ocupación y lo que es diferente por naturaleza. Es decir, por ejemplo, podemos encontrarnos con dos sujetos uno de ellos dotado para la mediciona y otro para la carpintería. Ahora bien, ello no quiere decir que un médico y un carpintero tengan distintas naturalezas, sino diferentes oficios para los que están capacitados por la misma naturaleza. No está mejor dotado por naturaleza un peludo para ser médico o un calvo para ser carpintero. No por ser calvos están dotados por naturaleza para ser médicos o por ser peludos para ser carpinteros. Eso es algo accesorio y tal diferencia no los hace distintos en su naturaleza. Lo que los hace distintos es la aplicación concreta de sus disposiciones naturales para realizar el mejor oficio para el que están dotados. Por consiguiente, si los sexos de los hombres y de las mujeres se nos muestran sobresalientes en relación con su aptitud para algún arte u otra ocupación, debe reconocerse que es necesario asignar a cada cual las suyas. Pero si aparece que solamente difieren en que las mujeres paren y los hombres engendran, en modo alguno admitiremos como cosa demostrada que la mujer difiera del hombre con relación a aquello que hablamos, sino que aceptaremos como algo necesario el que nuestros guardianes y sus mujeres se dediquen a las mismas ocupaciones.Y es que, según Sócrates, a efectos de organización cívica no existe ninguna ocupación que sea específica de la mujer o del hombre. De lo que se trata es de descubrir las mejores dotadas con respecto a algo relacionado con la ciudad. Es evidente que aquí nos encontraremos, del mismo modo que entre los hombres, con mujeres que son capaces de aprender las cosas más facilmente que otras; con mujeres en donde sus fuerzas corporales sirven eficazmente a su inteligencia, mientras que en otras pueden constituir un obstáculo; es decir, con mujeres mejor o peor dotadas para determinados artes u oficios. Según Sócrates, el hacer referencia, como elementos diferenciadores en la naturaleza del hombre y la mujer, a cosas tan banales como que las mujeres tejen o guisan mejor, o que cuidan mejor de sus hijos, son cuestiones que no vale la pena ni descutirlas. Por lo tanto, no existe en el regimiento de la ciudad ninguna ocupación que sea propia de la mujer como tal mujer ni del varón como tal varón, sino que las dotes naturales están diseminadas indistintamente entre unos y otros seres, de modo que la mujer tiene acceso por su naturaleza a todas las labores y el hombre tambien a todas; unicamente que la mujer es en todo más débil que el varón. Ello significa que existen mujeres (del mismo modo que los hombres) dotadas para la medicina y otras que no lo están; mujeres músicas y otras negadas por naturaleza para la música; o aptas para gimnástica y la guerra y otras no belicosas ni aficionadas a los gimnasios; del mismo modo, amantes y enemigas de la sabiduría así como fogosas y carentes de fogosidad. En definitiva, existe (del mismo modo que el hombre) la mujer apta para ser guardiana de la ciudad y la que no lo es. Ello implica que la mujer y el hombre tienen la mismas naturaleza en cuanto toca a la vigilancia de la ciudad, sólo que la de aquella es más débil y la de éste más fuerte.
{Ver Texto2b}
A partir de todo lo dicho,Sócrates, afirma que no sería contradictorio establecer que sean las mujeres mejor dotadas para guardar la ciudad las elegidas para cohabitar con los hombres de la misma clase y compartir la guarda con ellos, ya que son capaces de hacerlo y su naturaleza es afín a la de ellos. Además, se les encomadarían los mismos cometidos, recibirían la misma educación musical y gimnástica y ello sin ser algo quimérico o fantástico, como antes llegó a pensar, sino producto de una investigación racional que nos muestra que estas prescripciones están de acuerdo con la naturaleza. Pero Sócrates no se conforma con señalar que todo lo dicho es factible sino que tambien demuestra que es lo mejor. Para demostrarlo parte de la premisa de que existen hombres y mujeres que son mejores y peores para la realización de una determinada función. Ahora bien, el hecho de haber fundado y demostrado que es factible una ciudad ideal no lleva aparejado automaticamente que sus ciudadanos –sean guardianes o albañiles- que se haya hecho mejores a sus ciudadanos. Para ello, es necesaria una correcta educación. Ahora bien, hemos visto que los guardianes eran los mejores de todos los ciudadanos.Tambien se acaba de señalar que las mujeres mejor dotadas deben ser las encargadas de la guardia de la ciudad. Ahora bien, si ello es asi, nos encontramos con una ciudad en la que habitan mujeres y hombres dotados de toda excelencia posible gracias a la educación basada en la música en la gimnasia. Ello nos demuestra que no sólo es viable la institución que se ha establecido, sino que tambien es la mejor para la ciudad. Por todo ello, deberán desnudarse las mujeres de los guardianes –porque, en vez de vestidos se cubrirán con su virtud – y tomarán parte tanto en la guerra como en las demás tareas de vigilancia pública sin dedicarse a ninguna otra cosa; sólo que las más llevaderas de estas labores serán asignadas más bien a las mujeres que a los hombres a causa de la debilidad de su sexo. En cuanto a los hombres que se rían de las mujeres desnudas, esos recogen verde el fruto de la risa y no saben ni de que se ríen ni lo que hacen. Pues lo útil es hermoso y lo nocivo feo. Al llegar a este punto, Sócrates afirma haber superado la primera oleada relacionada con la posición legal de las mujeres y con el establecimiento de un principio que nos dice que todos los empleos han de ser ejercicidos en común por nuestros guardianes y guardianas. Pero, a continuación, señala que tal oleada es pequeña si la comparamos con la que viene a continuación y que es una deducción necesaria de todo lo establecido hasta ahora.
{Ver Texto3b}
Presentación







































TEXTO1B
(451c-453a)

-Es necesario, pues --comencé-, que volvamos ahora atrás para decir lo que tal vez debíamos haber dicho antes, en su lugar correspodíente; aunque, después de todo, quizá no resulte tampoco improcedente que, una vez terminada por completo la representación masculina, comience, sobre todo ya que tanto insistes la femenina.
-Para hombres configurados por naturaleza y educación como hemos descrito no hay, creo yo, otras rectas normas de posesión y trato de sus hijos y mujeres que el seguir por el camino en que los colocamos desde un principio. Ahora bien, en nuestra ficción emprendimos, según creo, el constituir a los hombres en algo así como guardianes de un rebaño.
-Sí.
-Pues bien, sigamos del mismo modo: démosles generación y crianza semejantes y examinemos si nos conviene o no.
-¿Cómo? -preguntó.
-Del modo siguiente. ¿Creemos que las hembras de los perros guardianes deben vigilar igual que los machos y cazar junto con ellos y hacer todo lo demás en común o han de quedarse en casa, incapacitadas por los partos y crianzas de los cachorros, mientras los otros trabajan y tienen todo el cuidado de los rebaños?
-Harán todo en común -dijo-; sólo que tratamos a las unas como a más débiles y a los otros como a más fuertes.
-¿Y es posible ---dije yo- emplear a un animal en las mismas tareas si no le das también la misma crianza y educación?
-No es posible.
-Por tanto, si empleamos a las mujeres en las mismas tareas que a los hombres, menester será darles también las mismas enseñanzas.
-Sí.
-Ahora bien, a aquéllos les fueron asignadas la música y la gimnástica.
-Sí.
-Por consiguiente, también a las mujeres habrá que introducirlas en ambas artes, e igualmente en lo relativo a la guerra; y será preciso tratarlas de la misma manera.
-Así resulta de lo que dices -replicó.
-Pero quizá mucho de lo que ahora se expone --dije- parecería ridículo, por insólito, si llegara a hacerse como decimos.
-Efectivamente --dijo.
-¿Y qué es lo más risible que ves en ello? -pregunté yo-. ¿No será, evidentemente, el espectáculo de las mujeres ejercitándose desnudas en las palestras junto con los hombres, y no sólo las jóvenes, sino también hasta las ancianas, como esos viejos que, aunque estén arrugados y su aspecto no sea agradable, gustan de hacer ejercicio en los gimnasios?
-¡Sí, por Zeus! --exclamó--. Parecería ridículo, al menos en nuestros tiempos.
-Pues bien ---dije--, una vez que nos hemos puesto a hablar, no debemos retroceder ante las chanzas de los graciosos por muchas y grandes cosas que digan, de semejante innovación aplicada a la gimnástica, a la música y no menos al manejo de las armas y la monta de caballos.
-Tienes razón --dijo.
 -Al contrario, ya que hemos comenzado a hablar, hay que marchar en derechura hacia lo más escarpado de nuestras normas, y rogar a ésos que, dejando su oficío, se pongan serios y recordarles que no hace mucho tiempo les parecía a los griegos vergonzoso y ridículo lo que ahora se lo parece a la mayoría de los bárbaros, el dejarse ver desnudos los hombres, y que, cuando comenzaron los cretenses a usar de los gimnasios y les siguieron los lacedemonios, los guasones de entonces tuvieron en todo esto materia para sus sátiras. ¿No crees?
-Sí por cierto.
-Pero cuando la experiencia, me imagino yo, les demostró que era mejor desnudarse que cubrir todas esas partes, entonces lo ridículo que veían los ojos se disipó ante lo que la razón designaba como más conveniente; y esto demostró que es necio quien considera risible otra cosa que el mal o quien se dedica a hacer reír contemplando otro cualquier espectáculo que no sea el de la estupidez y la maldad o el que, en cambio, propone a sus actividades serias otro objetivo distinto del bien.
-Absolutamente cierto --dijo.

Comentario2
Presentación







































TEXTO2B
(453a-456b)

-¿No será, pues, esto lo primero que habremos de decidir con respecto a tales cosas, si son factibles o no, y no concederemos controversia a quien, en broma o en serio, quiera discutir si las hembras humanas son capaces por naturaleza de compartir todas las tareas del sexo masculino o ni una sola de ellas, o si pueden realizar unas sí y otras no, y a cuál de estas dos clases pertenecen las ocupaciones militares citadas? ¿Acaso no es éste el mejor comienzo, partiendo del cual es natural que lleguemos al más feliz término?
-Desde luego ---dijo.
-¿Quieres, pues -pregunté-, que discutamos con nosotros mismos en nombre de esos otros para que la parte contraria no se halle sin defensores ante nuestro ataque?
-Nada hay que lo impida ---dijo.
-Digamos, pues, en su nombre: «Sócrates y Glaucón, ninguna falta hace que vengan otros a contradeciros. Pues fuisteis vosotros mismos quienes, cuando empezabais a establecer la ciudad que habéis fundado, convinisteis en la necesidad de que cada cual ejerciera, como suyo propio, un solo oficio, el que su naturaleza le dictara.»
-Lo reconocimos, creo yo; ¿cómo no?
-«¿Y puede negarse que la naturaleza de la mujer difiere enormemente de la del hombre?»
-¿Cómo negar que difiere?
 -«¿No serán, pues, también distintas las labores, conformes a la naturaleza de cada sexo, que se debe prescribir a uno y otro?»
-¿Cómo no?
-«Entonces, ¿no erráis ahora y caéis en contradicción con vosotros mismos al afirmar, en contrario, la necesidad de que hombres y mujeres hagan lo mismo, y eso teniendo naturalezas sumamente dispares?» ¿Tienes algo que oponer a esto, mi inteligente amigo?
-Así, de momento -respondió-, no es muy fácil.
Pero te suplicaré, te suplico ya mismo, que des también voz a nuestra argumentación cualquiera que ésta sea.
-He aquí, Glaucón ---dije-, una dificultad que,con otras muchas semejantes, preveía yo hace tiempo; de ahí mi temor y el no atreverme a tocar las normas sobre la manera de adquirir y tener mujeres e hijos.
-No, ¡por Zeus! -dijo-, no parece cosa fácil.
-No lo es -dije-. Pero ocurre que una persona no se echa menos a nadar si ha caído en el centro del más grande piélago que si en una pequeña piscina.
-En efecto.
-Pues bien, también nosotros tenemos que nadar e intentar salir con bien de la discusión esperando que tal vez nos recoja un delfín o sobrevenga cualquier otra salvación milagrosa.
-Así parece ---dijo,
-¡Ea, pues! -exclamé-. A ver si por alguna parte encontramos la salida. Convinimos, por lo visto, en que cada naturaleza debe dedicarse a un trabajo distinto y en que las de hombres y mujeres son diferentes; y, sin embargo, ahora decimos que estas naturalezas distintas han de tener las mismas ocupaciones. ¿Es eso lo que nos reprocháis?
-Exactamente.
- ¡Cuán grande es, oh, Glaucón ---dije-, el poder del arte de la contradicción!
-¿Por qué?
-Porque -seguí- me parecen ser muchos los que, aun contra su voluntad, van a dar en ella creyendo que lo que hacen no es contender, sino discutir; porque no son capaces de considerar las cuestiones estableciendo distinciones en ellas, sino que se atienen únicamente a las palabras en su búsqueda de argumentos contra lo expuesto, y así es pendencia, no discusión común la que entablan.
-En efecto --- dijo-, a muchos les ocurre así. Pero ¿es ello aplicable a nosotros en este momento?
-Completamente --dije-. En efecto, nos vemos en peligro de caer inconscientemente en la contradicción.
-¿Cómo?
-Porque nos atenemos sólo a las palabras para sostener denodadamente y por vía de disputa que las naturalezas que no son las mismas no deben dedicarse a las mismas ocupaciones y no consideramos en modo alguno de qué clase era y a qué afectaba la diversidad o identidad de naturalezas que definíamos al atribuir ocupaciones diferentes a naturalezas diferentes y las mismas ocupaciones a las mismas naturalezas.
-En efecto --dijo--, no lo tuvimos en cuenta.
-Pues bien --dije-, podemos, según parece, preguntarnos a nosotros mismos si los calvos y los peludos tienen la misma u opuesta naturaleza y, una vez que convengamos en que es opuesta, prohibir, si los calvos son zapateros, que lo sean los peludos, y si lo son los peludos, que lo sean los otros.
-Ridículo sería ciertamente ---dijo.
-¿Y será acaso ridículo por otra razón --- dije- sino porque entonces no considerábamos de manera absoluta la identidad y diversidad de naturalezas, sino que únicamente poníamos atención en aquella especie de diversidad y similitud que atañía a las ocupaciones en sí? Queríamos decir, por ejemplo, que un hombre y otro hombre de almas dotadas para la medicina tienen la misma naturaleza. ¿No crees?
-Sí por cierto.
-¿Y el médico y el carpintero tienen naturalezas distintas?
-En absoluto.
-Por consiguiente ---dije--, del mismo modo, si los sexos de los hombres y de las mujeres se nos muestran sobresalientes en relación con su aptitud para algún arte u otra ocupación, reconoceremos que es necesario asignar a cada cual las suyas. Pero si aparece que solamente difieren en que las mujeres paren y los hombres engendran, en modo alguno admitiremos como cosa e demostrada que la mujer difiera del hombre con relación a aquello de que hablábamos; antes bien, seguíremos pensando que es necesario que nuestros guardianes y sus mujeres se dediquen a las mismas ocupaciones.
-Y con razón --dijo.
-Pues bien, ¿no rogaremos después al contradictor que nos enseñe con relación a cuál de las artes o menesteres propios de la organización cívica no son iguales, sino diferentes las naturalezas de mujeres y hombres?
-Justo es hacerlo.
-Pues bien, quizá respondería algún otro, como tú decías hace poco, que no es fácil dar respuesta satisfactoria de improviso, pero no es nada difícil hacerlo después de alguna reflexión.
-Sí, lo diría.
-¿Quieres, pues, que a quien de tal modo nos contradiga le invitemos a seguir nuestro razonamiento por si acaso le demostramos que no existe ninguna ocupación relacionada con la administración de la ciudad que sea peculiar de la mujer?
-Desde luego.
«¡Ea, pues -le diremos-, responde ¿No decías acaso que hay quien está bien dotado con respecto a algo y hay quien no lo está, en cuanto aquél aprende las cosas fácilmente y éste con dificultad? ¿Y que al uno le bastan unas ligeras enseñanzas para ser capaz de descubrir mucho más de lo que ha aprendido, mientras el otro no puede ni retener lo que aprendió en largos tiempos de estudio y ejercicio? ¿Y que en el primero las fuerzas corporales sirven eficazmente a la inteligencia, mientras en el segundo constituyen un obstáculo? ¿Son tal vez otro o éstos los caracteres por los cuales distinguías al que está bien dotado para cada labor y al que no?»
-Nadie ---dijo- afirmará que sean otros.
-¿Y conoces algún oficio ejercido por seres humanos en, el cual no aventaje en todos esos aspectos el sexo de los hombres al de las mujeres? ¿O vamos a extendernos hablando de la tejeduría y del cuidado de los pasteles y guisos, menesteres para los cuales parece valer algo el sexo femenino y en los que la derrota de éste sería cosa ridícula cual ninguna otra?
-Tienes razón --dijo-; el un sexo es ampliamente aventajado por el otro en todos o casi todos los aspectos. Cierto que hay muchas mujeres que superan a muchos hombres en muchas cosas; pero en general ocurre como tú dices.
-Por tanto, querido amigo, no existe en el regimiento de la ciudad ninguna ocupación que sea propia de la mujer como tal mujer ni del varón como tal varón, sino que las dotes naturales están diseminadas indistintamente en unos y otros seres, de modo que la mujer tiene acceso por su naturaleza a todas las labores y el hombre también a todas; únicamente que la mujer es en todo más débil que el varón.
-Exactamente.
-¿Habremos, pues, de imponer todas las obligaciones a los varones y ninguna a las mujeres?
-¿Cómo hemos de hacerlo?
-Pero diremos, creo yo, que existen mujeres dotadas para la medicina y otras que no lo están; mujeres músicas y otras negadas por naturaleza para la música.
-¿Cómo no?
-¿Y no las hay acaso aptas para la gimnástica y la a guerra y otras no belicosas ni aficionadas a la gimnástica?
-Así lo creo.
-¿Y qué? ¿Amantes y enemigas de la sabiduría? ¿Y unas fogosas y otras carentes de fogosidad?
-También las hay.
-Por tanto, existen también la mujer apta para ser guardiana y la que no lo es. ¿O no son ésas las cualidades por las que elegimos a los varones guardianes?
-Ésas, efectivamente.
-Así, pues, la mujer y el hombre tienen las mismas naturalezas en cuanto toca a la vigilancia de la ciudad, sólo que la de aquélla es más débil y la de éste más fuerte.
-Así parece.

Comentario2
Presentación







































TEXTO3B
(456b-457d)

-Precisa, pues, que sean mujeres de esa clase las elegidas para cohabitar con los hombres de la misma clase y compartir la guarda con ellos, ya que son capaces de hacerlo y su naturaleza es afín a la de ellos.
-Desde luego.
-¿Y no es preciso atribuir los mismos cometidos a las mismas naturalezas?
-Los mismos.
-Henos, pues, tras un rodeo, en nuestra posición primera: convenimos en que no es antinatural asignar la música y ia gimnástica a las mujeres de los guardianes.
-Absolutamente cierto.
-Vemos, pues, que no legislábamos en forma irrealizable ni quimérica, puesto que la ley que instituimos está de acuerdo con la naturaleza. Más bien es el sistema contrario, que hoy se practica, el que, según parece, resulta oponerse a ella.
-Así parece.
-Ahora bien, ¿no habíamos de examinar si lo que decíamos era factible y si era lo mejor?
-Sí.
-¿Estamos de acuerdo en que es factible?
-Sí.
-¿Y ahora nos falta dejar sentado que es lo mejor?
-Claro.
-Pues bien; en cuanto a la formación de mujeres guardianas, ¿no habrá una educación que forme a nuestros hombres y otra distinta para las mujeres, sobre todo puesto que es la misma la naturaleza sobre la que una y otra actúan?
-No serán distintas.
-Ahora bien, ¿cuál es tu opinión sobre lo siguiente?
-¿Sobre qué?
-Sobre tu creencia de que hay unos hombres mejores y otros peores. ¿O los consideras a todos iguales?
-En modo alguno.
-Pues bien, ¿crees que, en la ciudad que hemos fundado, hemos hecho mejores a los guardianes, que han recibido la educación antes descrita, o a los zapateros, educados en el arte zapateril?
-¡Qué ridiculez preguntas! -exclamó.
-Comprendo -respondí-. ¿Y qué? ¿No son éstos los mejores de todos los ciudadanos?
-Con mucho.
-¿Y qué? ¿No serán estas mujeres las mejores de entre las de su sexo?
-También lo serán con mucho --dijo.
-¿Y existe cosa más ventajosa para una ciudad que el que haya en ella mujeres y hombres dotados de toda la excelencia posible?
-No la hay.
-¿Y esto lo lograrán la música y la gimnástica actuando del modo que nosotros describimos?
-¿Cómo no?
-De modo que no sólo era viable la institución que establecimos, sino también la mejor para la ciudad.
-Así es.
-Deberán, pues, desnudarse las mujeres de los guardianes porque, en vez de vestidos se cubrirán con su virtud y tomarán parte tanto en la guerra como en las demás tareas de vigilancia pública sin dedicarse a ninguna otra cosa; sólo que las más llevaderas de estas labores serán asignadas más bien a las mujeres que a los hombres a causa de la debilidad de su sexo. En cuanto al hombre que se ría de las mujeres desnudas que se ejercitan,con los más nobles fines, ése «recoge verde el fruto» de la risa y no sabe, según parece, ni de qué se ríe ni lo que hace; pues con toda razón se dice y se dirá siempre que lo útil es hermoso y lo nocivo es feo.
-Ciertamente.
-¿Podemos, pues, afirmar que ésta es, por así decirlo, la primera oleada que al hablar de la posición legal de  hemos sorteado, puesto que no sólo no hemos sido totalmente engullidos por ella cuando establecíamos que todos los empleos han de ser ejercidos en común por nuestros guardianes y guardianas, sino que la misma argumentación ha llegado en cierto modo a convenir consigo misma en que cuanto sostiene es tan hacedero como ventajoso?
-Efectivamente --dijo-, no era pequeña la ola de que has escapado.
-Pues no la tendrás por tan grande --,dije- cuando veas la que viene tras ella.
-Habla, pues; véala yo ---dijo.

Comentario2
Presentación







































LIBRO V REPÚBLICA
COMENTARIO3

(457d-466e)

457d-466e
La ley que Sócrates deduce como algo necesario, a partir de todo lo establecido anteriormente, es la siguiente: las mujeres guardianas serán todas comunes para los guardianes y ninguna cohabitará privadamente con ninguno de ellos; los hijos serán asimismo comunes y ni el padre conocerá a su hijo ni el hijo a su padre. Adimanto protesta en contra del establecimiento de esta ley afirmando que provocará incredulidad por la dificultad que resultaría el hacerla viable. Sócrates afirma que no duda en absoluto de su utilidad y de que sería el mayor de los bienes para la comunidad de mujeres e hijos. Señala tambien que si cree que dará lugar a muchas discusiones el problema de si es realizable o no. Adimanto protesta y señala que no unicamente esto último provocará discusiones sino tambien que lo hara la afirmación de que tal ley es lo mejor y lo más util para la ciudad. Sócrates se lamenta de no poder escapar, al menos, de la demostración de uno de los dos elementos presentes en la ley y ruega a los presentes le permitan, de momento, aplazar para más tarde la cuestión de cómo es factible llevar a cabo la ley propuesta. Por ahora plantea examinar el como la regularán los gobernantes para mostrar que no habría cosa más benefeciosa para la ciudad. Los presentes están de acuerdo con que, de momento, se centre unicamente en el estudio de esta parte de la cuestión.
{Ver Texto1c}
Sócrates parte del supuesto de que los gobernantes y los auxiliares de su recien fundada ciudad estarían dispuestos los unos a hacer lo que se les mande y los otros a ordenar obedeciendo tambien ellos a las leyes. En este sentido, el gobernante legislador eligirá las mujeres del mismo modo que se eligió a los varones e intentará juntar a los guardianes y guardianas que más se asemejen. La asistencia conjunta a las comidas comunes, los gimnasios y demás actos de la vida comunal, les impulsará a unirse los unos con los otros no tanto por necesidad geométrica sino erótica. Ahora bien, no se les permitirá unirse promiscuamente sino que se perseguirán las uniones más beneficiosas para la marcha de la ciudad. Por ello, del mismo modo que sucede con los apareamientos entre los perros de raza, en donde el criador siempre procura unir a los mejores de la camada, así tambien se procurará hacer lo mismo con la raza de los guardianes y de las guardianas, aunque para ello haga que hacer uso de la mentira y del engaño. En este contexto, Sócrates propone que todo debe ir dispuesto para que los mejores cohabiten con las mejores tantas veces como sea posible y los peores con las peores al contrario. Tambien señala que habría que criar a la prole de los primeros, pero no la de los segundos. Además todo ello debe suceder sin que nadie lo sepa, excepto los gobernantes,si se desea que el rebaño de los guardianes permanezca lo más apartado posible de la discordia. Habla de la necesidad de instituir fiestas en las cuales se unan a las novias y a los novios. Deja al arbitrio de los gobernantes el decidir acerca del número de los matrimonios y propone que deberían hacer todo lo que pudieran para mantener constante el número de los ciudadanos de modo que nuestra ciudad crezca o mengüe lo menos posible. Habla de la necesidad de inventar un ingenioso sistema de sorteo, de modo que, en cada apareamiento, aquellos seres inferiores tengan que acusar de su suerte en el apareamiento a su mala fortuna, pero no a los gobernantes. Por otra parte, a aquellos de los jóvenes que se distingan en la guerra o en otra cosa, habrá que darles una mayor libertad para yacer con las mujeres; lo cual será a la vez un buen pretexto para que de esta clase de hombres nazca la mayor cantidad posible de hijos.
{Ver Texto2c}
A continuación habla de la crianza de los niños que vayan naciendo. Habla de organismos, formados por hombres y mujeres, que deberían encargarse de ello. Señala que deberían tomar a los hijos de los mejores para llevarlos a la inclusa, poniéndolos al cuidado de unas ayas que vivirán aparte, en cierto barrio de la ciudad. En cuanto a los hijos de los peores (y tambien si uno de los mejores nace lisiado) deberían esconderlos como es debido, en un lugar secreto y oculto (infanticido colectivo?). Y todo ello habría que hacerlo sin escrúpulos de ningún tipo, afirma Sócrates, si se quiere que la raza de los guardianes se mantenga pura. Los miembros de esa comisión deberían encargarse tambien de aquellas madres que tengan los pechos henchidos, pero procurando por todos los medios que ninguna conozca a su hijo, para proporcionar leche a los recien nacidos. En el caso de que ellas no puedan, la comisión deberá proporcionar las mujeres ubre que puedan hacerlo. Sócrates habla tambien de la edad ideal de los guardianes y de las guardianas para procrear. Señala que el tiempo propio de la edad para la mujer es de unos 20 años y de unos 30 para los hombres. La mujer debería parir desde los 20 hasta los 40. El hombre, una vez que haya pasado de la máxima fogosidad en la carrera, podria engendrar hasta los 55 años, ya que esa es la época de apogeo del cuerpo y de la mente en unos y en otros. Afirma tambien que si alguno mayor de estas edades o menor de ellas se inmiscuye en las procreaciones públicas, se considerará tal falta como una impiedad y será objeto de castigo. Del mismo modo la ley será la misma en el caso de que alguien de los que todavía procrean toque a alguna de las mujeres casaderas sin que los aparee un gobernante, pues el hijo de ambos será declarado bastardo e ilegítimo. De todos modos, continúa Sócrates, cuando las hembras y varones hayan pasado la edad de procrear habrá que dejarles que cohabiten libremente con quien quieran, excepto un hombre con su hija o su madre, pero ello unicamente despues de haberles advertido que pongan sumo cuidado en que no vea la luz ni un solo feto de los que puedan ser concebidos, y que, si no pueden impedirlo, sepan que un hijo así no recibirá crianza. Ante la pregunta de Adimanto de cómo los hijos conocerán a sus padres y viceversa, Sócrates, afirma que de ningún modo. Cada uno de los guardianes y guardianas escogidos llamarán hijos a todos los varones e hijas a todas las hembras. Ellos tambien considerarán a todos como padres y madres. {Ver Texto3c}
Al llegar a este punto, Sócrates, señala que asi es como será la comunidad de mujeres e hijos entre los guardianes de tu ciudad. Ahora bien, señala que tambien sería necesario demostrar que esta comunidad está de acuerdo con el resto de la constitución y que es el mejor con mucho de los sistemas. Para fundamentar su argumentación solicita de todos el ponerse de acuerdo acerca de lo que es el mayor bien y el mayor mal para la ciudad. Afirma que el mayor mal para la ciudad es aquello que la disgrega y hace de ella muchas en vez de una, es decir aquella en donde se produce una particularización de los sentimientos, como cuando unos acojen el mismo acontecimiento con suma tristeza y los otros con suma alegría. Por su parte, el mayor bien es el vivir en una ciudad unida, es decir, en una comunidad de alegrías o penas, cuando el mayor número posible de ciudadanos goce y se aflija de manera parecida ante los mismos hechos felices o desgraciados. Tal ciudad se parece a un solo hombre. Sucede con ella lo mismo que cuando un hombre recibe un golpe en un dedo y con ello toda la comunidad corporal se resiste. Todo él sufre al sufrir una de sus partes. Pues bien, la ciudad mejor regida es la que vive del modo más parecido a un ser semejante. Por ello, cuando uno solo de los ciudadanos le suceda cualquier cosa buena o mala, una tal ciudad reconocerá en gran manera como parte suya a aquel a quien le sucede y compartirá toda ella su alegría o pena.
{Ver Texto4c}
A continuación Sócrates realiza una comparación entre su ciudad ideal y otras ciudades con el objeto de averigüar a quien se aplica mejor todo lo dicho sobre las características de una ciudad mejor. Afirma que en las otras ciudades tambien existen conciudadanos. Además dentro de estas ciudades los gobernados llaman a sus gobernantes señores (timocracia) o gobernantes (democracia). Los gobernantes llaman siervos a los gobernados. Por su parte en la ciudad, recien fundada, los gobernantes son considerados como salvadores y protectores, mientras que a los gobernados se les llama pagadores de salario y sustentadores. A su vez, los gobernantes de otras ciudades se tratan entre ellos como colegas de gobierno. En la ciudad recien fundada se tratan como compañeros de ayuda. Pero existe algo en donde nuestra ciudad ideal, señala Sócrates, supera a las otras. En estas ciudades es cierto que existen amigos, pero, del mismo modo, tambien existen extraños y enemigos. En la ciudad ideal no puede haber enemigos ni extraños ya que cualquiera que sea aquél con quien se encuentre, habrá de considerar que se encuentra con su hermano o hermana o con su padre o madre o con su hijo o hija. Además toda esta realidad debe ser interiorizada y asumida conscientemente por todos los ciudadanos de tal modo que acomoden su comportamiento de respeto y admiración hacia sus mayores. Y es que sería ridículo que unicamente se limitaran a pronunciar de boca los nombres de padre y madre, hijo o hija, sin comportarse de acuerdo con ellos. Pues bien, en una ciudad así será en la que más se repita al unísono, antes las venturas o desventuras de uno solo, la frases mis cosas van bien o mis cosas van mal, en el sentido que lo común no sería otra cosa que lo mío. Pues bien, Sócrates se encarga de recordar a los presentes que todos estos bienes presentes en la ciudad no son otra cosa que el fruto de la comunidad de mujeres e hijos entre los guardianes; por lo que parece que habría que concluir que esta comunidad se nos aparece como motivo del mayor bien en la ciudad.
{Ver Texto5c}
Por último, Sócrates, trae a colación una idea establecida anteriormente referida a que los guardianes deberían renunciar a todo tipo de salario y bienes personales, ya que la ciudad es la que debía encargarse de su sustento. Pues bien, esto contribuiría tambien a la mejora de la ciudad en el sentido de que ningún guardián particular intentará arramblar bienes, el uno para su casa y el otro para la suya, sino que con un mismo pensar sobre los asuntos domésticos, dirigidos todos a un mismo fín, tendrán, hasta donde sea posible, los mismos placeres y los mismos dolores. Tambien desaparecerían los procesos por acusaciones mutuas o las reyertas a causa de la posesión de riqueza. Tampoco será dificil promulgar leyes que dicten que los más ancianos manden y corrijan en todo a los más jovenes, los cuales los verán como a sus progenitores. Suprimidas, pues, las reyertas recíprocas el peligro de escisión social parece desaparecer. Si a ello añadimos que se vivirá en una ciudad que no sentirá los apuros y pesadumbres que suele traer la educación de los hijos y la necesidad de conseguir dinero para el sustento doméstico, no sería de extrañar que llevaran una vida más dichosa que la misma felicisima que llevan los vencedores de Olimpia. En definitiva, la comunidad que han de tener los hombres con las mujeres en lo relativo a la procreación y educación de sus hijos en completa intereacción se nos revela como uno de los mayores bienes para la ciudad y ello sin transgredir la norma natural de la hembra en relación con el varón.
{Ver Texto6c}

Presentación







































TEXTO1C
(457d-458b)

-De éstas ---comencé- y de las demás cosas antes dichas se sigue, en mi opinión esta ley.        -¿Cuál?
-Esas mujeres serán todas comunes para todos esos hombres y ninguna cohabitará privadamente con ninguno de ellos; y los hijos serán asimismo comunes y ni el padre conocerá a su hijo ni el hijo a su padre.
-Eso --dijo-- provocará mucha más incredulidad todavía que lo otro en cuanto a su viabilidad y excelencia.
-No creo -repliqué- que se dude de su utilidad ni de que sería el mayor de los bienes la comunidad de mujeres e hijos siempre que ésta fuera posible; lo que sí dará lugar, creo yo, a muchísimas discusiones, es el problema de si es realizable o no.
-Más bien serán ambos problemas -dijo- los que provoquen con razón muchos reparos.
-He aquí, según dices -respondí-, una coalición de argumentos. ¡Y yo que esperaba escapar por lo menos del uno de ellos, si tú convenías en que ello era beneficioso, y así sólo me quedaba el de si resultaría hacedero o no.
-Pues no pasó indvertida tu escapatoria --,dijo-; tendrás que dar cuenta de los dos.
-Menester será --dije- sufrir mi castigo. Pero sólo te pido el siguiente favor: déjame que me obsequie con un festín como los que las personas de mente perezosa suelen ofrecerse a sí mismos cuando pasean solas. En efecto, esta clase de gentes no esperan a saber de qué manera se realizará tal o cual cosa de las que desean, sino que, dejando esa cuestión, para ahorrarse el trabajo de pensar en si ello será realizable o no, dan por sentado que tienen lo que desean y se divierten disponiendo lo demás y enumerando lo que harán cuando se realice, con lo cual hacen aún más indolente el alma que ya de por sí lo era. He aquí, pues, que también yo flojeo y deseo aplazar para más tarde la cuestión de cómo ello es factible; por ahora, dando por supuesto que lo es, examinaré, si me lo permites, el cómo lo regularán los gobernantes cuando se realice y mostraré que no habría cosa más beneficiosa para la ciudad y los guardianes que esta práctica. Eso es lo que ante todo intentaré investigar juntamente contigo; y luego lo otro, si consientes en ello.
-Sí que consiento --- dijo-; ve, pues, investigando.
Comentario3
Presentación







































TEXTO2C
(458b-460b)

-Pues bien; creo yo --dije- que, si son los gobernantes dignos de ese nombre, e igualmente sus auxiliares, estarán dispuestos los unos a hacer lo que se les mande y los otros a ordenar obedeciendo también ellos a las leyes o bien siguiendo el espíritu de ellas en cuantos aspectos les confiemos.
-Es natural -dijo.
-Entonces, tú, su
legislador ---dije-, elegirás las mujeres del mismo modo que elegiste los varones y les entregarás aquellas cuya naturaleza se asemeje lo más posible a la de ellos. Y, como tendrán casas comunes y harán sus comidas en común, sin que nadie pueda poseer en particular nada semejante, y estarán juntos y se mezclarán unos con otros tanto en los gimnasios como en los demás actos de su vida, una necesidad innata les impulsará, me figuro yo, a unirse los unos con los otros. ¿O no crees en esa necesidad de que hablo?
-No será una necesidad geométrica --dijo-, pero sí erótica, de aquellas que tal vez sean más pungentes que las geométricas y más capaces de seducir y arrastrar «grandes multitudes.

-En efecto ---dije-. Mas sigamos adelante, Glaucón; en una ciudad de gentes felices no sería decoroso, ni lo permitirían los gobernantes, que se unieran promiscuamente los unos con los otros o hicieran cualquier cosa semejante.
-No estaría bien ---dijo.
-Es evidente, pues, que luego habremos de instituir matrimonios todo lo santos que podamos. Y serán más santos cuanto más beneficiosos.
-Muy cierto.
-Mas, ¿cómo producirán los mayores beneficios? Dime una cosa, Glaucón: veo que en tu casa hay perros cazadores y gran cantidad de aves de raza. ¿Acaso, por Zeus, no prestas atención a los apartamientos y crías de estos animales?
-¿Cómo? -preguntó.
-En primer lugar, ¿no hay entre ellos, aunque todos sean de buena raza, algunos que son o resultan mejores que los demás?
-Los hay.
-¿Y tú te procuras crías de todos indistintamente o te preocupas de que, en lo posible, nazcan de los mejores?
-De los mejores.
-¿Y qué? ¿De los más jóvenes o de los más viejos o de los que están en la flor de la edad?
-De los que están en la flor.
-Y, si no nacen en estas condiciones, ¿crees que degenerarán mucho las razas de tus aves y canes?
-Sí que lo creo --- dijo.
-¿Y qué opinas -seguí- de los caballos y demás animales? ¿Ocurrirá algo distinto?
-Sería absurdo que ocurriera ---dijo.
-¡Ay, querido amigo! --exclamé-. ¡Qué gran necesidad vamos a tener de excelsos gobernantes si también sucede lo mismo en la raza de los hombres!
-¡Pues claro que sucede! -dijo-. ¿Pero por qué?
-Porque serán muchas --dije- las drogas que por fuerza habrán de usar. Cuando el cuerpo no necesita de remedios, sino que se presta a someterse a un régimen, consideramos, creo yo, que puede bastar incluso un médico mediano. Pero, cuando hay que recurrir también a las drogas, sabemos que hace falta un médico de más empuje.
-Es verdad. ¿Pero a qué refieres eso?
-A lo siguiente --,dije-: de la mentira y el engaño es posible que hayan de usar muchas veces nuestros gobernantes por el bien de sus gobernados. Y decíamos, según creo, que era en calidad de medicina como todas esas cosas resultaban útiles.
-Muy razonable ---dijo.
-Pues bien, en lo relativo al matrimonio y la generación parece que eso tan razonable resultará no poco importante.
-¿Por qué?
-De lo convenido se desprende ---dije- la necesidad de que los mejores cohabiten con las mejores tantas veces como sea posible y los peores con las peores al contrario; y, si se quiere que el rebaño sea lo más excelente posible, habrá que criar la prole de los primeros, pero no la de los segundos. Todo esto ha de ocurrir sin que nadie lo sepa, excepto los gobernantes, si se desea también que el rebaño de los guardianes permanezca lo más apartado posible de toda discordia.
-Muy bien --dijo.
-Será, pues, preciso instituir fiestas en las cuales unamos a las novias y novios y hacer sacrificios, y que nuestros poetas compongan himnos adecuados a las bodas que se celebren. En cuanto al número de los matrimonios, lo dejaremos al arbitrio de los gobernantes, que, teniendo en cuenta las guerras, epidemias y todos los accidentes similares, harán lo que puedan por mantener constante el número de los ciudadanos de modo que nuestra ciudad crezca o mengüe lo menos posible.
-Muy bien --,dijo.
-Será, pues, necesario, creo yo, inventar un ingenioso sistema de sorteo, de modo que, en cada aparcamiento, aquellos seres inferiores tengan que acusar a su mala suerte, pero no a los gobernantes.
-En efecto --dijo.
-Y a aquellos de los jóvenes que se distingan en la guerra o en otra cosa, habrá que darles, supongo, entre otras recompensas y premios, el de una mayor libertad para yacer con las mujeres; lo cual será a la vez un buen pretexto para que de esta clase de hombres nazca la mayor cantidad posible de hijos.
-Bien.

Comentario3
Presentación







































TEXTO3C
(460b-461e)

-Y así, encargándose de los niños que vayan naciendo los organismos nombrados a este fin, que pueden componerse de hombres o de mujeres o de gentes de  ambos sexos, pues también los cargos serán accesibles, digo yo, tanto a las mujeres como a los hombres.
-Sí.
-Pues bien, tomarán, creo yo, a los hijos de los mejores y los llevarán a la inclusa, poniéndolos al cuidado de unas ayas que vivirán aparte, en cierto barrio de la ciudad; en cuanto a los de los seres inferiores -- e igualmente si alguno de los otros nace lisiado, los esconderán, como es debido, en un lugar secreto y oculto.
-Si se quiere --dijo- que la raza de los guardianes se mantenga pura...
-¿Y no serán también ellos quienes se ocupen de la crianza; llevarán a la inclusa a aquellas madres que tengan los pechos henchidos, pero procurando por todos los medios que ninguna conozca a su hijo; proporcionarán otras mujeres que tengan leche, en el caso de que ellas no puedan hacerlo; se preocuparán de que las madres sólo amamanten durante un tiempo prudencial y, en cuanto a las noches en vela y demás fatigas, ésas las encomendarán a las nodrizas y ayas?
-¡Qué descansada maternidad ---exclamó- tendrán, según tú, las mujeres de los guardianes!
-Así debe ser -dije-. Mas sigamos examinando lo que nos propusimos. Afirmamos la necesidad de que los hijos nazcan de padres que estén en la flor de la edad.
-Cierto.
¿Estás, pues, de acuerdo en que el tiempo propio de dicha edad son unos veinte años en la mujer y unos treinta en el hombre?
-¿Qué años son ésos? -preguntó.
-Que la mujer ---dije yo- dé hijos a la ciudad a partir de los veinte hasta los cuarenta años. Y en cuanto al hombre, una vez que haya pasado «de la máxima fogosidad en la carrera» , que desde entonces engendre para la ciudad hasta los cincuenta y cinco años.
-En efecto ---dijo--, ésa es la época de apogeo del cuerpo y de la mente en unos y otros.
-Así, pues, si alguno mayor de estas edades o menor de ellas se inmiscuye en las procreaciones públicas, consideraremos su falta como una impiedad y una iniquidad, pues el niño engendrado por el tal para la ciudad nacerá, si su concepción pasa inadvertida, no bajo los auspicios de los sacrificios y plegarias --con las que, en cada fiesta matrimonial, impetrarán las sacerdotisas y sacerdotes y la ciudad entera que de padres buenos vayan naciendo hijos cada vez mejores y de ciudadanos útiles otros cada vez más útiles-, sino en la clandestinidad y como obra de una monstruosa incontinencia.
-Tienes razón --,dijo.
-Y la ley será la misma --dije- en el caso de que alguien de los que todavía procrean toque a alguna de las mujeres casaderas sin que los aparee un gobernante. Pues declararemos como bastardo, ilegítimo y sacrílego al hijo que dé a la ciudad.
-Muy justo --dijo.
-Ahora bien, cuando las hembras y varones hayan pasado de la edad de procrear habrá que dejarles, supongo yo, que cohabiten libremente con quien quieran, excepto un hombre con su hija o su madre o las hijas de sus hijas o las ascendientes de su madre, o bien una mujer con su hijo o su padre o los descendientes de aquél o los ascendientes de éste; y ello sólo después de haberles advertido que pongan sumo cuidado en que no vea siquiera la luz ni un solo feto de los que puedan ser concebidos, y que, si no pueden impedir que alguno nazca, dispongan de él en la inteligencia de que un hijo así no recibirá crianza.
-Está muy bien lo que dices -responclió-. ¿Pero cómo se conocerán unos a otros los padres e hijos y los demás parientes de que ahora hablabas?
-De ningún modo --dije-, sino que cada uno llamará hijos a todos los varones e hijas a todas las hembras de aquellos niños que hayan nacido en el décimo mes, o bien en el séptimo, a partir del día en que él se haya casado; y ellos le llamarán a él padre. E igualmente llamará nietos a los descendientes de estos niños, por los cuales serán a su vez llamados abuelos y abuelas; y los nacidos en la época en que sus padres y madres engendraban se llamarán mutuamente hermanos y hermanas. De modo que, como decía hace un momento, no se tocarán los unos a los otros; pero, en cuanto a los hermanos y hermanas, la ley permitirá que cohabiten si así lo determina el sorteo y lo ordena también la pitonisa.
-Muy bien ---dijo.

Comentario3
Presentación







































TEXTO4C
(461e-462e)

-He aquí, ¡oh, Glaucón!, cómo será la comunidad de mujeres e hijos entre los guardianes de tu ciudad. Pero que esta comunidad esté de acuerdo con el resto de la constitución y sea el mejor con mucho de los sistemas, eso es lo que ahora es preciso que la argumentación nos confirme. ¿O de qué otro modo haremos?
-Como dices, por Zeus -asintió.
-Pues bien, ¿no será el primer paso para un acuerdo a el preguntarnos a nosotros mismos qué es lo que podemos citar como el mayor bien para la organización de una ciudad, el cual debe proponerse como objetivo el legislador al dictar sus leyes, y cuál es el mayor mal, y luego investigar si lo que acabamos de detallar se nos adapta a las huellas del bien y resulta en desacuerdo con las del mal?
-Nada mejor ---dijo.
-¿Tenemos, pues, mal mayor para una ciudad que aquello que la disgregue y haga de ella muchas en vez de una sola? ¿O bien mayor que aquello que la agrupe y aúne?
-No lo tenemos.
-Ahora bien, lo que une, ¿no es la comunidad de alegrías y penas, cuando el mayor número posible de ciudadanos goce y se aflija de manera parecida ante los mismos hechos felices o desgraciados?
 -Desde luego ---dijo.
-¿Y lo que desune no es la particularización de estos sentimientos, cuando los unos acojan con suma tristeza y los otros con suma alegría las mismas cosas ocurridas a la ciudad o a los que están en ella?
-¿Cómo no?
-¿Acaso no sucede algo así cuando los ciudadanos no pronuncian al unísono las palabras como «mío» y «no mío» y otras similares con respecto a lo ajeno?
-Absolutamente cierto.
-La ciudad en que haya más personas que digan del mismo modo y con respecto a lo mismo las palabras «mío» y «no mío», ¿ésa será la que tenga mejor gobierno?
-Con mucho.
-¿Y también la que se parezca lo más posible a un solo hombre? Cuando, por ejemplo, recibe un golpe un dedo de alguno de nosotros, toda la comunidad corporal que, mirando hacia el alma, se organiza en la unidad del elemento rector de ésta, toda ella siente y toda ella sufre a un tiempo y en su totalidad al sufrir una de sus partes; y así decimos que el hombre tiene dolor en un dedo. ¿Se puede decir lo mismo acerca de cualquier otra parte de las del hombre, de su dolor cuando sufre un miembro y su placer cuando deja de sufrir?
-Lo mismo -dijo-. Mas, volviendo a lo que preguntas, la ciudad mejor regida es la que vive del modo más parecido posible a un ser semejante.
-Supongo, pues, que, cuando a uno solo de los ciudadanos le suceda cualquier cosa buena o mala, una tal ciudad reconocerá en gran manera como parte suya a aquel a quien le sucede y compartirá toda ella su alegría o su pena.
-Es forzoso --dijo--, al menos si está bien regida.

Comentario3
Presentación







































TEXTO5C
(462e-464b)

-Hora es ya ---dije- de que volvamos a nuestra ciudad y examinemos si las conclusiones de la discusión se aplican a ella más que a ninguna o si hay alguna otra a que se apliquen mejor.
-Así hay que hacerlo --dijo.
-¿Pues qué? ¿Existen también gobernantes y pueblo en las demás ciudades como los hay en ésta?
-Existen.
-Y el nombre de conciudadanos ¿se lo darán todos ellos los unos a los otros?
-¿Cómo no?
-Pero, además de llamarlos conciudadanos, ¿cómo llama el pueblo de las demás a los gobernantes?
-En la mayor parte de ellas, señores, y en las regidas democráticamente se les da ese mismo nombre, el de gobernantes.
-¿Y el pueblo de nuestra ciudad? Además de llamarles conciudadanos, ¿qué dirá que son los gobernantes?
-Salvadores y protectores -dijo.
-¿Y cómo llamarán ellos a los del pueblo?
-Pagadores de salario y sustentadores.
-¿Cómo llaman a los del pueblo los gobernantes de otras?
-Siervos --dijo.
-¿Y unos gobernantes a otros?
-Colegas de gobierno ---dijo.
-¿Y los nuestros?
-Compañeros de guarda.
-¿Puedes decirme, acerca de los gobernantes de otras ciudades, si hay quien pueda hablar de tal de sus colegas como de un amigo y de tal otro como de un extraño?
-Los hay, y muchos.
-¿Y así al amigo le considera y cita como a alguien que es suyo y al extraño como a quien no lo es?
-Sí.
-¿Y tus guardíanes? ¿Habrá entre ellos quien pueda considerar o hablar de alguno de sus compañeros de guarda como de un extraño?
-De ninguna manera ---dijo-. Porque, cualquiera que sea aquél con quien se encuentre, habrá de considerar que se encuentra con su hermano o hermana o con su padre o madre o con su hijo o hija o bien con los descendientes o ascendientes de éstos.
-Muy bien hablas --dije-; pero dime ahora también esto otro; ¿te limitarás, acaso, a precribirles el uso de los nombres de parentesco o bien les impondrás que actúen en todo de acuerdo con ellos, cumpliendo, con relación a sus padres, cuanto ordena la ley acerca del respeto y cuidado a ellos debido y de la necesidad de que uno sea esclavo de sus progenitores sin que en otro caso les espere ningún beneficio por parte de los dioses ni hombres, porque no sería piadoso ni justo su comportamiento si  obraran de manera distinta a lo ordenado? ¿Serán tales o distintas las máximas que todos los ciudadanos deben hacer que resuenen constantemente y desde muy pronto en los oídos de los niños, máximas relativas al trato con aquellos que les sean presentados como padres u otros parientes?
-Tales --dijo-. Sería, en efecto, ridículo que se limitaran a pronunciar de boca los nombres de parentesco sin comportarse de acuerdo con ellos.
-Esta será, pues, la ciudad en que más al unísono se repita, ante las venturas o desdichas de uno solo, aquella frase de que hace poco hablábamos, la de «mis cosas van bien» o «mis cosas van mal».
-Gran verdad --,dijo.
-¿Y a este modo de pensar y de hablar no dijimos que le seguía la comunidad de goces y penas?
-Con razón lo dijimos.
-¿Y no participarían nuestros ciudadanos, más que los de ninguna otra parte, de algo común a lo que llamará cada cual «lo mío»? Y al participar así de ello; ¿no tendrán una máxima comunidad de penas y alegrías?
-Muy cierto.
-¿Y no será la causa de ello, además de nuestra restante organización, la comunidad de mujeres e hijos entre los guardianes?
-Desde luego que sí ---dijo.
-Por otra parte, hemos reconocido que éste es el supremo bien de la ciudad al comparar a ésta, cuando está bien constituida, con un cuerpo que participa del placer y del dolor de uno de sus miembros.
-Y con razón lo reconocimos ---dijo.
-Así, pues, la comunidad de hijos y de mujeres en los auxiliares se nos aparece como motivo del mayor bien en la ciudad.
-Bien de cierto ---dijo.

Comentario3
Presentación







































TEXTO6C
(464b-466d)

-Y también quedamos conformes en los otros asertos que precedieron a éstos: decíamos, en efecto, que tales hombres no debían tener casa ni tierra ni posesión alguna propia, sino que, tomando de los demás su sustento como pago de su vigilancia, tienen que hacer sus gastos en común si han de ser verdaderos guardianes.
-Es razonable ---observó.
-Por tanto, como voy diciendo, lo antes prescrito y lo enunciado ahora, ¿no los perfeccionará más todavía como verdaderos guardianes, y no tendrá por efecto que no desgarren la ciudad, como lo harían llamando «mío» no a la misma cosa, sino cada cual a una distinta, arramblando el uno para su casa y el otro para la suya, que no es la misma, con lo que pueda conseguir sin contar con los demás, dando nombres de mujeres e hijos cada uno a personas diferentes y procurándose en su independencia placeres y dolores propios, sino que, con un mismo pensar sobre los asuntos domésticos, dirigidos todos a un mismo fin, tendrán, hasta donde sea posible, los mismos placeres y dolores?
-Enteramente --,dijo.
-¿Y qué más? ¿No podrían darse por desaparecidos entre ellos los procesos y acusaciones mutuas por no
poseer cosa alguna propia, sino el cuerpo, y ser todo demás común, de donde resulta que no ha de haber entre ellos ninguna de aquellas reyertas que los hombres tienen por la posesión de las riquezas, por los hijos o por los allegados?
-Por fuerza ---dijo-- han de estar libres de ellas.
-Y, asimismo, tampoco habrá razón para que existan entre ellos procesos por violencias ni ultrajes; porque, si hemos de imponerles la obligación de guardar su cuerpo, tenemos que afirmar que será bueno y justo que se defiendan de los de su misma edad.
-Exactamente ---,dijo.
-Y también -añadí- es razonable esta regla: si alguien se encoleriza con otro, una vez que satisfaga en él su cólera no tendrá que promover mayores disensiones.
-Bien seguro.
-Y se ordenará que el más anciano mande y corrija a todos los más jóvenes.
-Es claro.
-Y, como es natural, el más joven, a menos que los gobernantes se lo manden, no intentará golpear al más anciano ni infligirle ninguna otra violencia, ni creo que lo ultrajará tampoco en modo alguno, pues hay dos guardianes bastantes a detenerle, el temor y el respeto, que les impedirá tocarlos, como si fueran sus progenitores, y el miedo de que los demás les socorran en su aflicción, los unos como hijos, los otros como hermanos, los otros como padres.
-Así ocurre, en efecto ---dijo.
¿De ese modo, estos hombres guardarán entre sí una paz completa basada en las leyes?
-Paz grande, de cierto.
-Suprimidas, pues, las reyertas recíprocas, no habrá miedo de que el resto de la ciudad se aparte sediciosamente de ellos o se divida contra sí misma.
-No, de ningún modo.
-Y, por estar fuera de lugar, dejo de decir aquellos males menudos de que se verían libres, pues no tendrán en su pobreza que adular a los ricos; no sentirán los apuros y pesadumbres que suelen traer la educación de los hijos y la necesidad de conseguir dinero para el indispensable sustento de los domésticos, ya pidiendo prestado, ya negando la deuda, ya buscando de donde sea recursos para entregarlos a mujeres o siervos y confiarles la administración; y, en fin, todas las cosas, amigo, que hay que pasar en ello y que son manifiestas, lamentables e indignas de ser referidas.
--Claro es eso hasta para un ciego -dijo.
-De todo ello se verán libres y llevarán una vida más dichosa que la misma felicísima que llevan los vencedores de Olimpia.
-¿Cómo?
-Porque aquéllos tienen una parte de felicidad menor de la que a éstos se alcanza: la victoria de éstos es más hermosa, y el sustento que les da el pueblo, más completo. Su victoria es la salvación del pueblo entero y obtienen por corona, tanto ellos como sus hijos, todo el sustento que su vida necesita. reciben en vida galardones de su propia patria y al morir se les da condígna sepultura.
-Todo eso es bien hermoso -dijo.
-¿Y no recuerdas -pregunté- que en nuestra anterior discusión nos salió no sé quién con la objeción de que no hacíamos felices a los guardianes, puesto que, a siéndoles posible tener todos los bienes de los ciudadanos, no tenían nada?  ¿Y que contestamos entonces que, si se presentaba la ocasión, examinaríamos el asunto, pero de momento nos contentábamos con hacer a los guardianes verdaderos guardianes y a la ciudad lo más feliz posible sin tratar de hacer dichoso a un linaje determinado de ella con la vista puesta exclusivamente en él?
-Me acuerdo --dijo.
-¿Y qué? Puesto que la vida de esos auxiliares se nos muestra mucho más hermosa y mejor que la de los vencedores olímpicos, ¿habrá riesgo de que se nos aparezca al nivel de la de los zapateros u otros artesanos o de la de los labriegos?
-No me parece -replicó.
- Y además debo repetir aquí lo que allá dije, que, si tratase el guardián de conseguir su felicidad de modo que dejara de ser guardián y no le bastase esta vida moderada, segura y mejor que ninguna otra, según nosotros creemos, sino, viniéndole a las mientes una opinión insensata y pueril acerca de la felicidad, se lanzase a adueñarse, en virtud de su poder, de cuanto hay en la ciudad, vendría a conocer la real sabiduría de Hesíodo cuando dijo que la mitad es en ciertos casos más que el todo..
-De seguir mi consejo -dijo- permanecería en aquella primera manera de vivir.
-¿Convienes, pues -dije-, en la comunidad que, según decíamos, han de tener las mujeres con los hombres en lo relativo a la educación de los hijos y a la custodia de los otros ciudadanos y concedes que aquéllas, ya permaneciendo en la ciudad, ya yendo a la guerra, deben participar de su vigilancia y cazar con ellos, como lo hacen los perros; han de tener completa comunidad en todo hasta donde sea posible y, obrando así, acertarán y no transgredirán la norma natural de la hembra en relación con el varón por la que ha de ser todo común entre uno y otra?
-Convengo en ello --dijo.

Comentario3
Presentación







































LIBRO V REPÚBLICA
COMENTARIO4
(466e-471c)

466e-471c
A continuación Sócrates trata acerca de cómo los guardines y guardinas deberían comportarse cuando hay guerra. Afirma que los guardianes y guardianas han de combatir en común y han de llevar asimismo a la guerra a todos los hijos que tengan crecidos, para que vean el trabajo que tiene que hacer cuando sean mayores. Además han de servir y ayudar en todas las cosas de la guerra obedeciendo a sus padres y a sus madres. Y es que como se aprende mejor un oficio es mediantes la práctica. Esto puede verse claramente, según Sócrates, observando como los hijos de los alfareros observan y ayudan a sus padres antes de dedicarse a la alfarería. Pues bien, ¿han de poner más empeño –continúa Sócrates- estos alfareros en educar a sus hijos que los guardianes a los suyos con la práctica y la observación de lo que a su arte convine? Adimanto reconoce que sería ridículo decir que sí. Además Sócrates fundamenta la conveniencia de que los hijos asistan ya desde pequeños a las batallas en la creencia de que todo ser vivo combate mejor cuando están presentes aquellos a quienes engendró. Adimanto protesta contra estas última ideas de Sócrates afirmando pueden poner en gran peligro la vida de seres inocentes y, además, con su posible muerte en el campo de batalla, podrían dejar a la ciudad en la imposibilidad de reponerse. Sócrates no niega la posibilidad de tal hecho. Sin embargo, parece confiar ciegamente en la profesionalidad de los guardianes y de las guardianas, los cuales procurarían en todo momento que los niños, aún siendo testigos de las batallas, tuvieran una seguridad total en ella. Para ello, colocarán siempre al frente de ellos no a gentes ineptas sino a capitanes aptos por su experiencia y edad y propios para la dirección de los niños. Es cierto que pueden surgir imprevistos pues oscuras son las cosas de la guerra; sin embargo, ante tales imprevistos, Sócrates propone dar alas a los niños desde su propia infancia a fín de que, cuando sea preciso, se retiren en vuelo. Por ello, han de cabalgar desde su primera edad, y, una vez enseñados, han de ser conducidos a caballo a presenciar la guerra no ya en corceles fogosos y guerreros, sino en los más rápidos y dóciles que se puedan hallar. Esta es la mejor y más segura manera de que observen el trabajo que les atañe; y, si hace falta, se pondrán a salvo siguiendo a sus jefes de mayor edad.
{Ver Texto1d}
Ahora, Sócrates, pasa a analizar cuál debería ser el trato que los guardianes deberían tener entre sí y con sus enemigos. Comienza afirmando que deberían prohibirse hacer esclavos entre los griegos (otra cosa sería con los bárbaros). Ello uniría a los helenos y, de ese modo, se volverían más bien en contra de los bárbaros dejando en paz a la hélade. Sócrates afirma tambien que debería estar prohibido despojar, despues de una victoria, a los muertos de otra cosa que no sean las armas. Actuar asi es algo villano y sórdido e implicar actuar como los perros que se enfurecen contra las piedras que les lanzan sin tocar al que las arroja. Es pueril, afirma Sócrates, considerar como enemigo el cuerpo de un muerto cuando ya ha volado la enemistad y sólo ha quedado el instrumento con que luchaba. Tampoco deberían llevarse a los templos las armas para erigirlas allí, y mucho menos las de los griegos.
{Ver Texto2d}
Condena tambien la devastación de la tierra helénica y el incendio de las casas entre los propios griegos. Unicamente estaría permitido quitarle y tomar para los vencedores la cosecha del año. Para justificar racionalmente esta medida, Sócrates, diferencia entre guerra y sedición. Señala que estas dos discordias se dan en terrenos distintos: uno en lo doméstico y allegado; lo otro, en lo ajeno y extraño. La enemistad en lo doméstico es llamada sedición; en lo ajeno, guerra. Pues bien, según Sócrates, la raza griega es allegada y pariente para consigo misma y ajena y extraña en relación con el mundo bárbaro. Por lo tanto, cuando los griegos luchen contra los bárbaros deben hacerlo con un sentimiento guerrero y en un estado de guerra; cuando luchan entre sí, siguen siendo amigos por naturaleza, aunque en ese momento enfrentados. Tal enemistad ha de ser llamada sedición. Pues bien, cuando los amigos por naturaleza disputan no es de hombres buenos, civilizados y amantes de Grecia, el incendiar las casas, ni talar las tierras.
{Ver Texto3d}
Presentación







































TEXTO1D
(466e-468a)

-Así, pues --- dije--, ¿lo que nos queda por examinar no es si esta comunidad es posible en los hombres, como en los otros animales, y hasta dónde lo sea?
-Te has adelantado a decir lo mismo de que iba yo a hablarte -dijo.
-En lo que toca a la
guerra -observé- creo que está claro el modo en que han de hacerla.
-¿Cómo? -preguntó.
-Han de combatir en común y han de llevar asimismo a la guerra a todos los hijos que tengan crecidos, para que, como los de los demás artesanos vean el trabajo que tienen que hacer cuando lleguen a  la madurez; además de ver, han de servir y ayudar en todas las cosas de la guerra obedeciendo a sus padres y a sus madres.  ¿No te das cuenta, en lo que toca a los oficios, de cómo los hijos de los alfareros están observando y ayudando durante largo tiempo antes de dedicarse a la alfarería?
-Bien de cierto.
-¿Y han de poner más empefio estos alfareros en educar a sus hijos que los guardianes a los suyos con la práctica y observación de lo que a su arte conviene?
-Sería ridículo ---dijo.
-Por lo demás, todo ser vivo combate mejor cuando están presentes aquellos a quienes engendró.
-Desde luego; pero no es pequeño, ¡oh, Sócrates!, el peligro de que los que caigan, como suele suceder en la guerra, además de llevar a sí mismos y a sus hijos a la muerte, dejen a su ciudad en la imposibilidad de reponerse.
-Verdad dices -repuse-; pero ¿juzgas, en primer lugar, que se ha de proveer a no correr nunca peligro alguno?
-De ningún modo.
-¿Y qué? Si alguna vez se ha de correr peligro, ¿no será cuando con el éxito se salga mejorado?
--Claro está.
-¿Y te parece que es ventaja pequeña y desproporcionada al peligro el que vean las cosas de la guerra los niños que al llegar a hombres han de ser guerreros?
-No; antes bien, va mucho en ello conforme a lo que dices.
-Se ha de procurar, pues, hacer a los niños testigos de la guerra, pero también tratar de que tengan seguridad en ella y con esto todo irá bien; ¿no es así?
-Sí.
-¿Y no han de ser sus padres --dije- expertos en cuanto cabe humanamente y conocedores de las campañas que ofrecen riesgo y las que no?
-Es natural --dijo.
-Y así los llevarán a estas últimas y los apartarán de las primeras.
-Exacto.
-Y colocarán al frente de ellos como jefes --dije- no a gentes ineptas, sino a capitanes aptos por su experiencia y edad y propios para la dirección de los niños.
-Así procede.
-Pero se dirá que también ocurren muchas cosas contra lo que se ha previsto.
-Bien seguro.
-Por ello, amigo,hay que dar alas a los niños desde su primera infancia a fin de que, cuando sea preciso, se retiren en vuelo.
-¿Cómo lo entiendes? -preguntó.
-Han de cabalgar desde su primera edad ---dije- y, una vez enseñados, han de ser conducidos a caballo a presenciar la guerra no ya en corceles fogosos y guerreros, sino en los más rápidos y dóciles que se puedan hallar. Esta es la mejor y más segura manera de que observen el trabajo que les atañe; y, si hace falta, se pondrán a salvo siguiendo a sus jefes de mayor edad.
-Entiendo --dijo- que tienes razón.

Comentario4
Presentación







































TEXTO2D
(468a-470a)

-¿Y qué se ha de decir -pregunté-- de lo atañente a la guerra misma? ¿Cómo crees que se han de conducir los soldados entre sí y sus enemigos? ¿Te parece bien mi opinión o no?
-Díme -replicó- cuál es ella.
-Aquel de entre ellos --dije- que abandone las armas o tire el escudo o haga cualquier otra cosa semejante, ¿no ha de ser convertido por su cobardía en artesano o labrador?
-Sin duda ninguna.
-Y el que caiga prisionero con vida en poder de los enemigos ¿no ha de ser dejado como galardón a los que le han cogido para que hagan lo que quieran de su presa?
-Enteramente.
-Y aquel que se señale e ilustre por su valor, ¿te parece que primeramente debe ser coronado en la misma  por cada uno de los jóvenes y niños, sus camaradas de guerra? ¿O no?
-Sí, me parece.
-¿Y qué más? ¿Ser saludado por ellos?
-También.
-Pues esto otro que voy a decir - seguí - me parece que no vas a aprobarlo.
-¿Qué es ello?
-Que bese a cada uno de sus compañeros y sea a su vez besado por ellos.
-Lo apruebo más que ninguna otra cosa --dijo-. Y quiero agregar a la prescripción que, mientras estén en esa campaña, ninguno a quien él quiera besar pueda rehusarlo, a fin de que, si por caso está enamorado de alguien, sea hombre o mujer, sienta más ardor en llevarse el galardón del valor.
-Perfectamente --observó-; y ya hemos dicho que el valiente tendrá a su disposición mayor número de bodas que los otros y se le elegirá con más frecuencia que a los demás para ellas a fin de que alcance la más numerosa descendencia.
-Así lo dijimos, en efecto -repuso.
-También en opinión de Homero es justo tributar a estos jóvenes valerosos otra clase de honores; pues cuenta cómo a Ayante, que se había señalado en la guerra, «le honraron con un lomo enorme»  en consideración a ser este premio a propósito para un guerrero joven y esforzado, que con él, además de recibir honra, aumentaba su robustez.
-Exacto --dijo.
-Seguiremos, pues, en esto a Homero y así, en los sacrificios y en todas las ocasiones semejantes honraremos a los valientes, a medida que muestren ser tales, con himnos y estas otras cosas que ahora decimos y además «
con asientos de honor y con carnes y copas repletas», a fin de honrar y robustecer al mismo tiempo a las personas de pro sean hombres o mujeres.
-Muy bien dicho -asintió.
-Bien; y a aquel que perezca gloriosamente entre los que mueren en la guerra, ¿no le declararemos primeramente del linaje de oro?
-Por encima de todo.
-¿Y no creeremos a Hesíodo en aquello de que cuando mueren los de este linaje
«se hacen demones terrestres, benéficos, santos que a los hombres de voces bien articuladas custodien.»
-Lo creeremos de cierto.
-¿Preguntaremos, pues, a la divinidad cómo se ha de enterrar y con qué distinción a estos hombres demónicos y divinos; y, como ellas nos diga, así los enterraremos?
-¿Qué otra cosa cabe?
¿Y en todo el tiempo posterior veneraremos y reverenciarernos sus sepulcros como tumbas de tales demones? ¿Y las mismas cosas dispondremos para cuantos en vida hubieran sido tenidos por señaladamnte valerosos y hubiesen muerto de vejez o de otro modo cualquiera?
-Es justo -afirmó.

-¿Y qué más? con respecto a los enemigos, ¿como se comportarán nuestros soldados?
-¿En qué cosa?

-Lo Primero, en lo que toca a hacer esclavos, ¿parece justo que las ciudades de Grecia hagan esclavos a los griegos o más bien deben imponerse en lo posible aun a las otras ciudades para que respeten la raza griega evitando así su propia esclavitud bajo los bárbaros?
-En absoluto ---dijo-; importa mucho que la respeten.
-¿Y, por tanto, que no adquiramos nosotros ningún esclavo griego y que en el mismo sentido aconsejemos a los otros helenos?
-En un todo -repuso-; de ese modo se volverán más bien contra los bárbaros y dejarán en paz a los própios.
-¿Y qué más? ¿Es decoroso --dije yo- despojar, después de la victoria, a los muertos de otra cosa que no sean sus armas? ¿No sirve ello de ocasión a los cobardes para no marchar contra el enemigo, como si al quedar agachados sobre un cadáver estuvieran haciendo algo indispensable, y no han perecido muchos ejércitos con motivo de semejante depredación?
-Bien cierto.
-¿No ha de parecer villano y sórdido el despojo de un cadáver y propio asimismo de un ánimo enteco y mujeril el considerar como enemigo el cuerpo de un muerto cuando ya ha volado de él la enemistad y sólo ha quedado el instrumento con que luchaba? ¿Crees, acaso, que éstos hacen otra cosa que lo que los perros que se enfurecen contra las piedras que les lanzan sin tocar al que las arroja?
-Ni más ni menos --dijo.
-¿Hay, pues, que acabar con la depredación de los muertos y con la oposición a que se les entierre?
-Hay que acabar, por Zeus --contestó.
- -Ni tampoco, creo yo, hemos de llevar a los templos las armas para erigirías allí y mucho menos las de los griegos, si es que nos importa algo la benevolencia para con el resto de Grecia; Más bien temeremos que el llevar allá tales despojos de nuestros allegados sea contaminar el templo, si ya no es que el dios dice otra cosa.
-Exacto ---dijo.

Comentario4
Presentación







































TEXTO3D
(470a-471c)

-¿Y qué diremos de la devastación de la tierra helénica y del incendio de sus casas? ¿Qué harán tus soldados en relación con sus enemigos?
-Oiría con gusto --dijo- tu opinión sobre ello.
-A mí me parece -dije- que no deben hacer ninguna de aquellas dos cosas, sino sólo quitarles y tomar para sí la cosecha del año. ¿Quieres que te diga la razón de ello?
-Bien de cierto.
-Creo que a los dos nombres de guerra y sedición corresponden dos realidades en las discordias que se dan en dos terrenos distintos: lo uno se da en lo doméstico y allegado; lo otro, en lo ajeno y extraño. La enemistad a lo doméstico es llamada sedición; en lo ajeno, guerra.
-No hay nada descaminado en lo que dices -respondíó.
-Mira también si es acertado esto otro que voy a decir: afirmo que la raza griega es allegada y pariente para consigo misma, pero ajena y extraña en relación con el mundo bárbaro.
-Bien dicho --observó.
-Sostendremos, pues, que los griegos han de combatir con los bárbaros y los bárbaros con los griegos y que son enemigos por naturaleza unos de otros y que esta enemistad ha de llamarse guerra;  pero, cuando los griegos hacen otro tanto con los griegos, diremos que siguen todos siendo amigos por naturaleza, que con ello la Grecia enferma y se divide y que esta enemistad ha de ser llamada sedición.
-Convengo contigo --dijo-; mi opinión es igual a la tuya.
-Considera ahora -dije-, en la sedición tal como la hemos reconocido en común, cuando ocurre lo dicho y la ciudad se divide y los unos talan los campos y queman las casas de los otros, cuán dañina aparece esta sedición y cuán poco amantes de su ciudad ambos bandos - pues de otra manera no se lanzarían a desgarrar así a su madre y criadora-, mientras que debía ser bastante para los vencedores el privar de sus frutos a los vencidos en la idea de que se han de reconciliar y no han de guerrear eternamente.
-Esa manera de pensar -dijo- es mucho más propia de hombres civilizados que la otra.
-¿Y qué? --dije- La ciudad que tú has de fundar, ¿no será una ciudad griega?
-Tiene que serlo --dijo.
-¿Sus ciudadanos no serán buenos y civilizados?
-Bien de cierto.
-¿Y amantes de Grecia? ¿No tendrán a ésta por cosa propia y no participarán en los mismos ritos religiosos que los otros griegos?
-Bien seguro, igualmente.
-Y así ¿no considerarán como sedición su discordia con otros griegos, sin llamarla guerra?
-No la llamarán, en efecto.
-¿Y no se portarán como personas que han de reconciliarse?
-Bien seguro.
-Los traerán, pues, benévolamente a razón sin castigarlos con la esclavitud ni con la muerte, siendo para ellos verdaderos correctores y no enemigos.
-Así lo harán -dijo.
-De ese modo, por ser griegos, no talarán la Grecia ni incendiarán sus casas ni admitirán que en cada ciudad sean todos enemigos suyos, lo mismo hombres que mujeres que niños; sino que sólo hay unos pocos enemígos, los autores de la discordia. Y por todo ello ni querrán talar su tierra, pensando que la mayoría son amigos, ni quemar sus moradas; antes bien, sólo llevarán la reyerta hasta el punto en que los culpables sean obligados a pagar la pena por fuerza del dolor de los inocentes.
-Reconozco ---dijo- que así deberían portarse nuestros ciudadanos con sus adversarios; con los bárbaros, en cambio, como ahora se portan los griegos unos con otros.
-¿Impondremos, pues, a los guardianes la norma de no talar la tierra ni quemar las casas?
-Se la impondremos --dijo- y entenderemos que es acertada, lo mismo que las anteriores.

Comentario4
Presentación







































LIBRO V REPÚBLICA
COMENTARIO5
(471c-476a)

471c-476ª
Al llegar a este punto en el libro V, Adimanto interrumpe a Sócrates y le ruega no siga tratando el tema de la guerra y de la comunidad de los guardianes y guardianes pues ello significa olvidarse de tratar aquello que dio de lado, para tratar de estos temas, y referido a la cuestión de si es posible que exista un tal regimen político y hasta donde los es. Porque –continúa Adimanto- admito que una ciudad como la que hemos fundado tendría toda clase de bienes ya que lucharían mejor que nadie contra sus enemigos, reconociéndose y llamándose mutuamente hermanos, padres e hijos, no se abandonarían nunca. Ahora bien, de lo que se trata de analizar es de si es posible que exista una ciudad de este tipo y en qué modo podría ser una realidad. Sócrates reconoce la importancia del planteamiento de Adimanto al que describe como una tercera oleada, pendiente por analizar, debido a la existencia de las otras dos oleadas (la primera oleada fue la cuestión del servicio de las mujeres como guardianas; la segunda, la de la comunidad de mujeres e hijos. Estas dos frenaron la posibilidad de estudiar la posibilidad del estado ideal). Sócrates describe esta tercera oleada como la más grande y la más dificil de vencer y señala que los presentes no tardarán en comprender las razones que le llevaban a retraerse y a temer la empresa de una cuestión tan dificil. Adimanto le replica que no debe dar más excusas y que deje de perder el tiempo y pase rapidamente a explicar como puede llegar a existir el regimen que están tratando. Sòcrates comienza su investigación aclarando varias cuestiones. En primer lugar, señalando que la base de toda la investigación ha sido hasta ahora el intentar averigüar que cosa fuese la justicia y qué la injusticia. Además, afirma que en el caso de que lleguen a descubrir cómo es la justicia, lo único que se pretenderá con ello es que el que denominamos hombre justo se le acerque y parezca lo más posible, pero nunca que sea totalmente igual a ella. Y es que si se intenta investigar lo que es la justicia en sí es unicamente en razón a que sirva de modelo. Es decir, se trataría de definir a tal o cual hombre como justo o injusto en tanto en cuanto se acerquen más o menos al modelo de justicia; pero no tenemos el proposito, señala Sócrates, de mostrar que era posible la existencia de tales hombres. Y es que no tiene menos mérito un pintor porque, pintando a un hombre de la mayor hermosura, no pueda demostrar ue exista semejante hombre. Pues bien, de lo que vamos a tratar, a la hora de demostrar la posibilidad de la ciudad justa, es la de fabricar un modelo de ciudad justa, y nuestro discurso no es menos válido por no poder demostrar que es posible establecer en la realidad una ciudad que se corresponda al modelo. Por ello, solicita a los presentes a que no le fuercen a mostrar la necesidad de que las cosas ocurran del mismo modo exactamente que las tratamos en nuestro discurso; pero, si somos capaces –continúa argumentando Sócrates- de descubrir el modo de constituir una ciudad que se acerque maximamente a lo que queda dicho, es muy lógico suponer que es posible la realización de aquello que pretendías.
{Ver  Texto1e}
Sócrates comienza a poner manos a la obra en el intento de probar como es posible un modelo de ciudad ideal. Para ello, comienza señalando que, en primer lugar, habría que poner de manifiesto qué es lo que se hace mal dentro de las ciudades con el objeto de cambiarlo y así entrar en la posibilidad de existencia de la ciudad modelo. Afirma que piensa que cambiando una sola cosa se podría mostrar como cambia toda una ciudad. Sitúa esta cosa única en relación con la ola gigantesca de la que había hablado anteriormente. Hace referencia tambien a que tal idea de ola puede hacer que estalle la risa haciéndole sumerjir así en el ridículo y el desprecio. Sin embargo, dice que no va a callarse y, por ello, afirma que no sería posible la existencia de una ciudad modelicamente justa a menos que los filósofos reinen en las ciudades, o cuantos ahora se llaman reyes practiquen noble y adecuadamente la filosofía, y conviertan así la filosofía en poder político. Glaucón protesta contra estas palabras de Sócrates y le avisa que se le van a echar sobre él con todas sus fuerzas una multitud de hombres no despreciables que aprovecharán la primera arma que encuentren para atacar sin piedad; y, si no los rechaza con sus argumentos, escapándose de ellos, tendría que pagarlo de verdad. De todos modos, anima a Sócrates y se muestra dispuesto a colaborar en la investigación respondiendo a las que preguntas que éste le haga.
{Ver Texto2e}
Sócrates comienza señalando la necesidad de demostrar qué tipo de filósofos deben ser los que gobiernen la ciudad. Señala que deberían ser amantes no de lo parcial y aparencial sino de la totalidad del saber. Y es que cuando decimos que uno está deseoso de algo entendemos que su deseo es de la totalidad de algo y no de algo en parte sí y en parte no. Asi, por ejemplo, el ambicioso, deseoso de honores, están siempre dispuestos a ocupar cualquier puesto que se les ofrezca pues están en un todo deseosos de honra. Pues bien, según Sócrates, el amante de la sabiduría es aquel que la desea toda entera. Por tanto, de aquel que siente disgusto por el estudio, no diremos que sea amante del estudio ni filósofo, como no decimos del desganado que desee alimentos ni que se buen comedor. En cambio, al que con la mejor disposición quiere gustar de toda enseñanza, al que se encamina contento a aprender sin mostrarse nunca ahito, a ése le llamaremos con justicia filósofo. Aunque Glaucón dice estar de acuerdo con estas ideas de Sócrates le hace ver sus reparos. Y es que, señala Glaucón, nos encontramos con gentes que gustan totalmente de los espectáculos o de las audiciones, siendo, por tanto, en lo suyo amantes del saber, pero que no tiene claro si podría llamárseles filósofos. Sócrates lo niega y afirma que unicamente serían semejantes a los filósofos en cuanto se complacen en saber, pero el saber que ellos alcanzan no es más que una sombra de verdadero saber ya que lo que llegan a conocer no es otra cosa que las sombras del verdadero objeto de la sabiduría. Ante esta respuesta, Glaucón le interroga acerca de quienes son para él los filósofos verdaderos.
{Ver Texto3e}
Presentación







































TEXTO1E
(471c-473b)

-Pero me parece, ¡oh, Sócrates!, que, si se te deja hablar de tales cosas, no te vas a acordar de aquello que diste de lado para tratar de ellas: la cuestión de si es posible que exista un tal régimen político y hasta dónde los es. Porque admito que, si existiera, esa ciudad tendría toda clase de bienes; y los que tú te dejas atrás, yo he de enumerarlos. Lucharían mejor que nadie contra los enemigos, puesto que, reconociéndose y llamándose mutuamente hermanos, padres e hijos, no se abandonarían en modo alguno los unos a los otros; además, si las mujeres combatiesen también, ya en la misma línea, ya en la retaguardia, para inspirar temor a los enemigos y por si en un momento se precisase su socorro, aseguro que con todo ello serían invencibles; y veo asimismo las muchas ventajas que tendrían en la vida de paz y que han sido pasadas por alto. Piensa, pues, que te concedo que se darían todas esas ventajas y otras mil si llegara a existir ese régimen y no hables más acerca de ello; antes bien, tratemos de persuadirnos de que es posible que exista y en qué modo y dejemos lo demás.
-Has hecho --dije- como una repentina incursión en mi razonamiento, sin indulgencia alguna para mis divagaciones, y quizá no te das cuenta de que, cuando apenas he escapado de tus dos primeras oleadas, echas sobre mí la tercera, la más grande y difícil de vencer; pero después que lo veas y oigas comprenderás la razón con que me retraía y temía emprender y tratar de decidir problema tan desconcertante.
-Cuanto más excusas des --dijo-, más te estrecharemos a que expliques cómo puede llegar a existir el régimen de que tratamos. Habla, pues, y no pierdas el tiempo.
-Siendo así -repliqué-, es preciso que recordemos primero que llegamos a esa cuestión investigando qué cosa fuese la justicia y qué la injusticia.
-Es preciso ---dijo--; mas ¿qué sacamos de eso?
-Nada; pero, en caso de que descubramos cómo es la justicia, ¿pretenderemos que el hombre justo no ha de diferenciarse en nada de ella, sino que ha de ser en todo tal como ella misma? ¿O nos contentaremos con que se le acerque lo más posible y participe de ella en grado superior a los demás?
--Con eso último nos contentaremos -replicó.
-Por tanto --dije-, era sólo en razón de modelo por lo que investigábamos lo que era en sí la justicia, y lo mismo lo que era el hombre perfectamente justo, si llegaba a existir, e igualmente la injusticia y el hombre totalmente injusto; todo a fin de que, mirándolos a ellos y viendo cómo se nos mostraban en el aspecto de su dicha o infelicidad, nos sintiéramos forzados a reconocer respecto de nosotros mismos que aquel que más se parezca a ellos ha de tener también la suerte más parecida a la suya; pero no con el propósito de mostrar que era posible la existencia de tales hombres.
-Verdad es lo que dices -observó.
-¿Y piensas, acaso, que es de menos mérito el pintor porque, pintando a un hombre de la mayor hermosura y trasladándole todo con la mayor perfección a su cuadro, no pueda demostrar que exista semejante hombre?
-No, por Zeus --contestó.
-¿Y qué? ¿No diremos que también nosotros fabricábamos en nuestra conversación un modelo de buena ciudad?
-Bien seguro.
-¿Crees, pues, que nuestro discurso pierde algo en caso de no poder demostrar que es posible establecer una ciudad tal como habíamos dicho?
-No por cierto -repuso.
-Esa es, pues, la verdad -dije-; y si, para darte gusto, hay que emprender la demostración de cómo y en qué manera sería posible tal ciudad, tienes que quedar de acuerdo conmigo en los mismos puntos.
-¿Cuáles son ellos?
-¿Crees que se pueda llevar algo a la práctica tal a como se anuncia o, por el contrario, es cosa natural que  la realización se acerque a la verdad menos que la palabra aunque a alguien parezca lo contrario? ¿Tú, por tu parte, estás de acuerdo en ello o no?
-Estoy de acuerdo ---dijo.
-Así, pues, no me fuerces a que te muestre la necesidad de que las cosas ocurran del mismo modo exactamente que las tratamos en nuestro discurso; pero, si somos capaces de descubrir el modo de constituir una ciudad que se acerque máximamente a lo que queda dicho, confiesa que es posible la realización de aquello que pretendías. ¿O acaso no te vas a contentar con conseguir esto? Yo, por mi parte, ya me daría por satisfecho.
-Pues yo también -observó.

Comentario5
Presentación







































TEXTO2E
(473b-474b) 

-Después de esto parece bien que intentemos investigar y poner de manifiesto qué es lo que ahora se hace mal en las ciudades, por lo cual no son regidas en la manera dicha, y qué sería lo que, reducido lo más posible, habría que cambiar para que aquélla entrase en el régimen descrito: de preferencia, una sola cosa; si no, dos y, en todo caso, las menos en número y las de menor entidad.
-Conforme en todo -dijo.
-Creo -proseguí- que, cambiando una sola cosa, podríamos mostrar que cambiaría todo; no es ella pequeña ni fácil, pero sí posible.
-¿Cuál es? -preguntó.
-Voy -contesté-- al encuentro de aquello que comparábamos a la ola más gigantesca. No callaré, sin embargo, aunque, como ola que estallara en risa, me sumerja en el ridículo y el desprecio. Atiende a lo que voy a decir.
-Habla --- dijo.
A menos -proseguí- que los filósofos reinen en las ciudades o cuanto ahora se llaman reyes y dinastas practiquen noble y adecuadamente la filosofía, vengan a coincidir una cosa y otra, la filosofía y el poder político, y sean detenidos por la fuerza los muchos caracteres que se encaminan separadamente a una de las dos, no hay, amigo Glaucón, tregua para los males de las ciudades, ni tampoco, según creo, para los del género humano; ni hay que pensar en que antes de ello se produzca en la medida posible ni vea la luz del sol la ciudad que hemos trazado de palabra. Y he aquí lo que desde hace rato me infundía miedo decirlo: que veía iba a expresar algo extremadamente paradójico, porque es difícil ver que ninguna otra ciudad sino la nuestra puede realizar la felicidad ni en lo público ni en lo privado.
-¡Oh, Sócrates! ---exclamó--. ¡Qué razonamiento, qué palabras acabas de emitir! Hazte cuenta de que se va a echar sobre ti con todas sus fuerzas una multitud de hombres no despreciables por cierto en plan de tirar sus mantos y coger cada cual, así desembarazados, la primer arma que encuentren, dispuestos a hacer cualquier cosa; y, si no los rechazas con tus argumentos y te escapas de ellos, ¡buena vas a pagarla en verdad!
-¿Y acaso no eres tú --- dije- el culpable de todo eso?
-Y me alabo de, ello -replicó--, pero no he de hacerte traición, sino que te defenderé con lo que pueda; y podré con mi buena voluntad y dándote ánimos, y quizá también acertaré mejor que otro a responder a tus preguntas. Piensa, pues, en la calidad de tu aliado y procura convencer a los incrédulos de que ello es así como tú dices.

Comentario5
Presentación







































TEXTO3E
(474b-476e)

-A intentarlo, pues -dije yo-, ya que tú me ofreces tan gran ayuda. Me parece, por tanto, necesario, si es que hemos de salir libres de esas gentes de que hablas, que precisemos quiénes son los filósofos a que nos referimos cuando nos atrevemos a sostener que deben gobernar la ciudad; y esto a fin de que, siendo bien conocidos, tengamos medios de defendernos mostrando que a los unos les es propio por naturaleza tratar la filosofía y dirigir la ciudad y a los otros no, sino, antes bien, seguir al que dirige.
-Hora es ---dijo- de precisarlo.
-¡Ea, pues! Sígueme, si es que nuestra guía es en algún modo apropiada.
-Vamos -replicó.
-¿Será necesario --dije- recordarte o que recuerdes tú mismo que aquel de quien decimos que ama alguna cosa debe, para que la expresión sea recta, mostrarse no amante de una parte de ella sí y de otra parte no, sino amante en su totalidad?
-Tendrás que recordármelo, según parece --dijo-; porque yo no caigo en ello del todo.
-Propio de otro y no de ti es, Glaucón, eso que dices -continué-: a un hombre entendido en amores no le está bien olvidar que todos los jóvenes en sazón hacen presa de algún modo y agitan el ánimo del amoroso o enamoradizo pareciéndole dignos de su solicitud y sus caricias. ¿O no es así como os comportáis con vuestros miiíones? Al uno, porque es chato, lo celebráis con nombre de gracioso; llamáis nariz real a la aquilina del otro y del que está entre ambos decís que la tiene extremadamente proporcionada. Los cetrinos os parecen de apariencia valerosa y a los blancos los tenéis por hijos de dioses. ¿Y qué es ese nombre de «color de miel» sino una invención del enamorado complaciente que sabe conllevar la palidez de su amado cuando éste está en su sazón? En una palabra, os servís de todos los pretextos y empleáis todos los registros de vuestra voz con tal de no dejaros ir ninguno de los jóvenes en flor.
-Si es tomándome por muestra ~--dijo- cómo quíeres exponer la conducta de los enamorados, lo admito en gracia del argumento.
-¿Pues qué? -pregunté--. ¿No ves cómo hacen lo mismo los aficionados al vino? ¿Cómo se encariñan con toda clase de vinos con cualquier pretexto?
-Bien de cierto.
-Y asimismo, creo, ves a los ambiciosos que, si no pueden llegar a generales en jefe, mandan el tercio de un cuerpo de infantería' y, si no logran ser honrados de los hombres grandes e importantes, se contentan con serlo de los pequeños y comunes, porque están en un todo deseosos de honra.
-Así es exactamente.
-Ahora confirma o niega lo que voy a preguntarte: cuando decimos que uno está deseoso de algo, ¿entendemos que lo desea en su totalidad o en parte sí y en parte no?
-En su totalidad -replicó.
-Así, pues, ¿del amante de la sabiduría diremos que la desea no en parte sí y en parte no, sino toda entera ?
-Cierto.

-Por tanto, de aquel que siente disgusto por el estudio, y más si es joven y aun no tiene criterio de lo que es bueno y de lo que no lo es, no diremos que sea amante del estudio ni filósofo, como del desganado no diremos que tenga hambre ni que desee alimentos ni que sea buen comedor, sino inapetente.
-Y acertaremos en ello.
-En cambio, al que con la mejor disposición quiere gustar de toda enseñanza, al que se encamina contento a aprender sin mostrarse nunca ahíto, a ése le llamaremos con justicia filósofo. ¿No es así?
Y Glaucón respondió: -Si a ello te atienes te vas a encontrar con una buena multitud de esos seres y va a haberlos bien raros: tales me parecen los aficionados a espectáculos, que también se complacen en saber, y aun son de más extraña ralea para ser contados entre los filósofos los que gustan de las audiciones, que no vendrían de cierto por su voluntad a estos discursos y entretenimientos nuestros, pero que, como si hubieran alquilado sus orejas, corren de un sitio a otro para oír todos los coros de las fiestas Dionisias sin dejarse ninguna atrás, sea de ciudad o de aldea. A estos todos y, a otros tales aprendices, aun de las arte más mezquinas, ¿hemos de llamarles filósofos?
-De ningún modo -dije- sino semejantes a filósofos.

Comentario5
Presentación







































LIBRO V REPÚBLICA
COMENTARIO6
(476a-480a)

476ª-480ª
Según Sócrates los filósofos verdaderos son aquellos que gustan de contemplar la verdad. Afirma que no es nada fácil explicar que quiere decir con ello. Intenta, sin embargo, hacerlo partiendo de la tesis de que existen ideas distintas entre sí y ,a su vez, cada una es una cosa (lo hermoso-lo feo;lo justo-lo injusto;lo bueno-lo malo). Al mismo tiempo, señala que estas ideas cuando se mezclan con las acciones y los cuerpos se muestran cada una con multitud de apariencias. Pues bien, del mismo modo, la sabiduría nos aparece tambien con multitud de apariencias según se nos muestre en los aficionados a los espectáculos u otras artes o en los que llamamos filósofos verdaderos. Y es que los aficionados a audiciones o espectáculos gustan de las buenas voces, colores y formas; pero su mente es incapaz de ver y gustar la naturaleza de lo bello en sí mismo. Por eso, y dado que creen en las cosas bellas y no en la belleza en sí son personas que viven no despiertos sino en un ensueño; pues que otra cosa es ensoñar- se pregunta Sócrates- sino el que uno, sea dormido o en vela, no tome lo que semejante somo tal semejanza de sus semejante, sino como aquello mismo a que se asemeja? Los que, por el contrario, son capaces de dirigirse a lo bello en sí y contemplarlo tal cual es, y, asimismo llegan a saber que las cosas bellas lo son porque participan de esta belleza, son los que se encuentran despiertos y viven en vela. Por todo ello, afirma Sócrates, el pensamiento de estos últimos es un saber de quien conoce, mientras que el de los primeros es un simple parecer de quien opina. Y si alguno de los representantes de la tendencia del ensueño se enoja con nosotros y discute la verdad de nuestro aserto, le haríamos ver que el que conoce, tiene que conocer algo que existe. Ello implica que deberíamos estar de acuerdo en lo siguiente: que lo que existe absolutamente es absolutamente conocible y lo que no existe en manera alguna, entonces es enteramente incognoscible. Además nos pondríamos de acuerdo en que si existiera algo tal que exista y que no exista, entonces nos encontraríamos con algo que está en la mitad entre lo puramente existente y lo absolutamente inexistente. Pues bien, en este contexto, si sobre lo que existe hay conocimiento y sobre lo que no existe hay ignorancia, entonces a lo intermedio entre el saber y la ignorancia le daremos el nombre de opinión. Además nos pondríamos de acuerdo con el amante de los espectáculos o audiciones en que tanto el saber como la ignorancia se ordenan según su propia potencia, es decir, el saber se dirige por naturaleza a lo que existe para conocer el ser. Por su parte, la opinión está para opinar. Al mismo tiempo ambas potencias están por naturaleza para una cosa y son distintas. Ahora bien, si ello es así, despues de haber visto que por naturaleza el conocer tiende hacia el conocimiento del ser y de lo que existe; ¿hacia donde tiende por naturaleza la opinión? Es evidente que no puede ser ni el ser ni lo que existe. Ahora bien, es imposible opinar sobre lo que no existe ya que el que opina tiene siempre una opinión sobre algo y lo que no existe no es alguna cosa sino que realmente puede llamarse nada. Además tambien parece evidente que a lo que no existe le atribuimos forzosamente ignorancia y a lo que existe el conocimiento. En definitiva, parece que no se opina ni sobre lo existente ni sobre lo no existente y, por ello, la opinión ni es conocimiento ni es ignorancia sino que está al margen de estas dos cosas. Al mismo tiempo, la opinión parece algo más oscuro que el conocimiento, pero más luminoso que la ignorancia, lo que implica el tener que aceptar que está en la mitad de ambas y, por tanto, un término medio entre una y otra. Ahora bien, antes se ha establecido que si apareciese algo tal que al mismo tiempo existiese y no existiese, ello debería estar a mitad entre lo puramente existente y lo absolutamente inexistente, y que no habría sobre tal cosa saber ni ignorancia, sino aquello que a su vez apareciese intermedio entre ignorancia y el saber. Y eso se nos aparece ahora como la opinión.
{Ver Texto1f} {Derivación lógica}
Sentado todo esto, Sócrates, reta ahora a que venga a hablarle y responderle aquel buen hombre que cree que no existe lo bello en sí ni idea alguna de belleza (Antístenes) que se mantenga siempre idéntica a sí misma, sino tan sólo una multitud de cosas bellas; que se acerque aquel aficionado a espectáculos que no aguanta que nadie venga a decirle que lo bello es uno y uno lo justo y que demuestren si acaso no es cierto que en las cosas bellas no existen al mismo tiempo las feas o en las cantidades dobles no se nos aparecen tambien como mitades (por ejemplo, el 4 es el doble del dos pero tambien es la mitad del 8) y los mismo las cosas ligeras y pesadas no son, a veces, las unas como las otras, es decir, una misma cosa puede ser ligera para un hombre forzudo y muy pesada para uno debil. Por consiguiente, los que niegan la existencia de realidades en sí se asemejan a los retruécanos que hacen en los banquetes y a aquel acertijo infantil acerca del eunuco y del golpe que tira al murciélago, en el que dejan adivinar con qué tira la piedra y sobre qué la tira, dado que todo es equívoco y poco firme. Pues bien, ese lugar es al que pertenece lo que está en la mitad entre la existencia y el no ser. Y es su lugar porque los defensores de la existencia de cosas bellas y justas pero negadores de la existencia de la belleza en sí o de la justicia en sí, son representantes de las múltiples creencias acerca de lo bello y de lo justo, sitúandose, por tanto, en la región intermedia entre el no-ser y el ser puro. Y esto no es otra cosa que la potencia de lo opinable, pero no de lo conocible. Por consiguiente, de los que perciben muchas cosas bellas, pero no ven lo bello en sí ni pueden seguir a otro que a ello los conduzca y asimismo ven muchas cosas justas, pero no lo justo en sí, no contemplan en absoluto cada cosa en sí siempre idéntica a sí misma. Por ello están situados dentro de la clase de los que opinan pero no conocen, es decir, al margen de los auténticos filósofos. Por ello son más bien amantes de la opinión que filósofos o amantes de la sabiduría. Y cuando se le diga tal cosa, no deberían enojarse, afirma Sócrates, porque no es lícito enojarse con la verdad.
{Ver Texto2f}
Presentación







































TEXTO1F
(476a-479a)

¿Pues quiénes son entonces- preguntó- los que llamas filósofos verdaderos?
-Los que gustan de contemplar la verdad - respondí
.
-Bien está eso --dijo-; pero ¿cómo lo entiendes?
-No sería fácil de explicar -respondí- si tratara con otro; pero tú creo que has de convenir conmigo en este punto.
-¿Cuál es?
-En que, puesto que lo hermoso es lo contrario de lo feo, se trata de dos cosas distintas.
-¿Cómo no?
-¿Y puesto que son dos, cada uno es una cosa?
-Igualmente cierto.
-Y lo mismo podría decirse de lo justo y lo injusto y de o bueno y lo malo y de todas las ideas que cada cual es algo distinto, pero, por su mezcla con las acciones, con los cuerpos y entre ellas mismas, se muestra cada una con multitud de apariencias.
-Perfectamente dicho --observó.
-Por este motivo ---continué- he de distinguir de un lado los que tú ahora mencionabas, aficionados a los espectáculos y a las artes y hombres de acción, y de otro, éstos de que ahora hablábamos, únicos que rectamente podríamos llamar filósofos.
-¿Qué quieres decir con ello? -preguntó.
-Que los aficionados a audiciones y espectáculos - dije yo - gustan de las buenas voces, colores y formas y de todas las cosas elaboradas con estos elementos; pero su mente es incapaz de ver y gustar la naturaleza de lo bello en sí mismo.
-Así es, de cierto --,dijo.
-Y aquellos que son capaces de dirigirse a lo bello en sí y de contemplarlo tal cual es, ¿no son en verdad  escasos?
-Ciertamente.
-El que cree, pues, en las cosas bellas, pero no en la belleza misma, ni es capaz tampoco, si alguien le guia, de seguirle hasta el conocimiento de ella, ¿te parece que vive en ensueño o despierto? Fíjate bien: ¿qué otra cosa es ensoñar, sino el que uno, sea dormido o en vela, no tome lo que es semejante como tal semejanza de su semejante, sino como aquello mismo a que se asemeja?
-Yo, por lo menos -replicó--, diría que está ensoñando el que eso hace.
-¿Y qué? ¿El que, al contrario que éstos, entiende que hay algo bello en sí mismo y puede llegar a percibirlo, así como también las cosas que participan de esta belleza, sin tomar a estas cosas participantes por aquello de que participan ni a esto por aquéllas, te parece que este tal vive en vela o en sueño?
-Bien en vela -contestó.
-¿Así, pues, el pensamiento de éste diremos rectamente que es saber de quien conoce, y el del otro, parecer de quien opina?
-Exacto.
-¿Y qué haremos si se enoja con nosotros ese de quien decimos que opina, pero no conoce, y nos discute la verdad de nuestro aserto? ¿Tendremos medio de exhortarle y convencerle buenamente ocultándole que no e está en su juicio?
-Preciso será hacerlo así --contestó.
-¡Ea, pues! Mira lo que le hemos de decir. ¿Te parece que nos informemos de él diciéndole que, si sabe algo, no le tomaríamos envidia, antes bien, veríamos con gusto a alguien que supiera alguna cosa? «Dinos: el que conoce, ¿conoce algo o no conoce nada?» Contéstame tú por él.
-Contestaré -dijo.- que conoce algo.
-¿Algo que existe o que no existe?
-Algo que existe. ¿Cómo se puede conocer lo que no existe?
-¿Mantendremos, pues, firmemente, desde cualquier punto de vista, que lo que existe absolutamente es absolutamente conocible y lo que no existe en manera alguna enteramente incognoscible?
-Perfectamente dicho.
-Bien, y si hay algo tal que exista y que no exista, ¿no estaría en la mitad entre lo puramente existente y lo absolutamente inexistente?
-Entre lo uno y lo otro.
-Así, pues, si sobre lo que existe hay conocimiento e ignorancia necesariamente sobre lo que no existe, ¿sobre eso otro intermedio que hemos visto hay que buscar algo intermedio también entre la ignorancia y el saber contando con que se dé semejante cosa?
-Bien de cierto.
-¿Sostendremos que hay algo que se llama opinión?
-¿Cómo no?
-¿Y tiene la misma potencia que el saber u otra distinta?
-Otra distinta.
-A una cosa, pues, se ordena la opinión y a otra el saber, cada uno según su propia potencia.
-Esto es.
-¿Y así, el saber se dirige por naturaleza a lo que existe para conocer lo que es el ser? Pero más bien me parece que aquí hay que hacer previamente una distinción.
-¿En qué forma?
-Hemos de sostener que las potencias son un género de seres por medio de los cuales nosotros podemos lo que podemos; y lo mismo que nosotros, otra cualquier cosa que pueda algo. Por ejemplo, digo que están entre las potencias la vista y el oído, si es que entiendes lo que quiero designar con este nombre específico.
-Lo entiendo --dijo.
-Oye lo que me parece acerca de ellas. En la potencia yo no distingo color alguno ni forma ni ninguno de esos accidentes semejantes, como en tantas otras cosas en las que, considerando algunos de ellos, puedo separar dentro de mí como distintas unas de otras. En la potencia sólo miro a aquello para que está y a lo que produce, y por ese medio doy nombre a cada una de ellas, y a la que está ordenada a lo mismo y produce lo mismo, la llamo con el mismo nombre, y a la que está ordenada a otra cosa y produce algo distinto, con nombre diferente. ¿Y tú qué? ¿Cómo lo haces?
-De ese mismo modo ---dijo.
-Volvamos, pues, atrás, mi noble amigo --dije-.
-Del saber dirás que es una potencia o en qué especie lo clasificas?
-En ésta -,dijo--, como la más poderosa de todas las potencias.
-¿Y qué? ¿La opinión, la pondremos entre las potencias o la llevaremos a algún otro género de cosas?
-A ninguno --dijo-; porque la opinión no es sino aquello con lo que podemos opinar.
-Sin embargo, hace un momento reconocías que el saber y la opinión no eran lo mismo.
-¿Y cómo alguien que esté en su juicio --dijo-- podría jamás suponer que es lo mismo lo que yerra y lo que no yerra?
-Bien está -dije-; resulta claro que reconocemos la opinión como algo distinto del saber.
-Distinto.
-¿Cada una de las dos cosas está, por tanto, ordenada para algo diferente, pues tiene diferente potencia?
-Por fuerza.
-¿Y el saber está ordenado a lo que existe para conocer cómo es el ser?
-Sí.
-¿Y la opinión, decimos, está para opinar?
-Sí.
-¿Lo mismo, acaso, que conoce el saber? ¿Y serán la misma cosa la conocible y lo opinable? ¿O es imposible que lo sean?
-Imposible --dijo-, según lo anteriormente convenido, puesto que cada potencia está por naturaleza para una cosa y ambos, saber y opinión, son potencias, pero distintas, como decíamos, una de otra; por lo cual no cabe que lo conocible y lo opinable sean lo mismo.
-¿Por tanto, sí lo conocible es el ser, lo opinable no será el ser, sino otra cosa?
-Otra.
-¿Se opinará, pues, sobre lo que no existe? ¿O es imposible opinar sobre lo no existente? Pon mientes en ello: ¿el que opina no tiene su opinión sobre algo? ¿O es posible opinar sin opinar sobre nada?
-Imposible.
-¿Por tanto, el que opina opina sobre alguna cosa?
-Sí.
-¿Y lo que no existe no es «alguna cosa», sino que realmente puede llamarse «nada»?
-Exacto.
-Ahora bien, ¿a lo que no existe le atribuimos forzosamente la ignorancia y a lo que existe el conocimiento?
-Y con razón ---dijo.
-¿Por tanto, no se opina sobre lo existente ni sobre lo no existente?
-No, de cierto.
-¿Ni la opinión será, por consiguiente, ignorancia, ni tampoco conocimiento?
-No parece.
-¿Acaso, pues, está al margen de estas dos cosas superando al conocimiento en perspicacia o a la ignorancia en oscuridad?
-Ni una cosa ni otra.
-¿Quizá entonces ---dije yo- te parece la opinión algo más oscuro que el conocimiento, pero más luminoso que la ignorancia?
-Y en mucho -replicó.
-¿Luego está en mitad de ambas?
-Sí.
-Será, pues, un término medio entre una y otra.
-Sin duda ninguna.
-¿Y no dijimos antes que, si apareciese algo tal que al mismo tiempo existiese y no existiese, ello debería es- tar en mitad entre lo puramente existente y lo absolutamente inexistente, y que no habría sobre tal cosa saber ni ignorancia, sino aquello que a su vez apareciese intermedio entre la ignorancia y el saber?
-Y dijimos bien.
-¿Y no aparece entre estas dos cosas lo que llamamos opinión?
-Sí, aparece.

-Ahora, pues, nos queda por investigar, según se ve, aquello que participa de una y otra cosa, del ser y del no ser, y que no es posible designar fundadamente como lo uno ni como lo otro; y ello a fin de que, cuando se nos muestre, le llamemos con toda razón lo opinable, refiriendo los extremos a los extremos y lo interrnedio a lo intermedio. ¿No es así?
-Así es.
COMENTARIO6
PRESENTACIÓN







































TEXTO2F
(479a-480a)

-Sentado todo esto, diré que venga a hablarme y a responderme aquel buen hombre que cree que no existe lo bello en sí ni idea alguna de la belleza que se a mantenga siempre idéntica a sí misma, sino tan sólo una multitud de cosas bellas; aquel aficionado a espectáculos que no aguanta que nadie venga a decirle que lo bello es uno y uno lo justo y así lo demás. «Buen amigo -le diremos-, ¿no hay en ese gran número de cosas bellas nada que se muestre feo? ¿Ni en el de las justas nada injusto? ¿Ni en el de las puras nada impuro?»
-No --dijo- sino que por fuerza esas cosas se muestran en algún modo bellas y feas, y lo mismo ocurre con las demás sobre que preguntas.
-¿Y qué diremos de las cantidades dobles? ¿Acaso se nos aparecen menos veces como mitades que como tales dobles?
-No.
-Y las cosas grandes y las pequeñas y las ligeras y las pesadas, ¿serán nombradas más bien con estas designaciones que les damos que con las contrarias?
-No sino que siempre participa cada una de ellas de ambas cualidades.
-¿Y cada una de estas cosas es más bien, o no es, aquello que se dice que es?
-Aseméjase ello ---dijo- a los retruécanos que hacen en los banquetes y a aquel acertijo infantil acerca del eunuco y del golpe que tira al murciélago, en el que dejan adivinar con qué le tira y sobre qué le tira; porque estas cosas son también equívocas y no es posible concebir en firme ni que cada una de ellas sea o deje de ser ni que sea ambas cosas o ninguna de ellas.
-¿Tendrás, pues, algo mejor que hacer con ellas --dije- o mejor sitio en dónde colocarlas que en mitad entre la existencia y el no ser? Porque, en verdad, no se muestran más oscuras que el no ser para tener menos existencia que éste ni más luminosas que el ser para existir más que él.
-Verdad pura es eso ---observó.
-Hemos descubierto, pues, según parece, que las múltiples creencias de la multitud acerca de lo bello y de las demás cosas dan vueltas en la región intermedia entre el no ser y el ser puro.
-Lo hemos descubierto.
-Y ya antes convinimos en que, si se nos mostraba algo así, debíamos llamarlo opinable, pero no conocible; y es lo que, andando errante en mitad, ha de ser captado por la potencia intermedia.
-Así convinimos.
-Por tanto, de los que perciben muchas cosas bellas, pero no ven lo bello en sí ni pueden seguir a otro que a ello los conduzca y asimismo ven muchas cosas justas, pero no lo justo en sí, y de igual manera todo lo demás diremos que opinan de todo, pero que no conocen nada de aquello sobre que opinan.
-Preciso es -aseveró.
-¿Y qué diremos de los que contemplan cada cosa en sí siempre idéntica a sí misma? ¿No sostendremos que éstos conocen y no opinan?
-Forzoso es también eso.
-¿Y no afirmaremos que estos tales abrazan y aman aquello de que tienen conocimiento, y los otros, aquello de que tienen opinión? ¿O no recordamos haber dicho , que estos últimos se complacen en las buenas voces y se recrean en los hermosos colores, pero no toleran ni la existencia de lo bello en sí?
-Lo recordamos.
-¿Nos saldríamos, pues, de tono llamándolos amantes de la opinión más que filósofos o amantes del saber? ¿Se enojarán gravemente con nosotros si decimos eso?
-No, de cierto, si siguen mi consejo --dijo-; por- que no es lícito enojarse con la verdad.
-Y a los que se adhieren a cada uno de los seres en sí, ¿no habrá que llamarlos filósofos o amantes del saber y no amantes de la opinión?
-En absoluto.

COMENTARIO6
PRESENTACIÓN







































GOBIERNOS VICIOSOS
En los inicios del libro V, Sócrates y sus interlocutores siguen analizando el tema de la injusticia tal como había sido tratado a finales del libro IV. Allí, como hemos visto, Sócrates había hecho referencia a una forma justa de gobierno (reino-aristocracia) y, de ello, deduce ahora que deberían ser malas y viciosas los otros tipos de organización política (timocracia, oligarquía, democracia y tiranía) o de disposición de caracteres de las almas individuales tal como los analizará en los libros VIII-IX. Más adelante se muestra claramente la razón que lleva a Sócrates a tener que abandonar, en estos momentos del diálogo, el análisis de la Injusticia.
Texto1a
Comentario1

























INTERVIENE POLEMARCO
Cuando Sócrates se disponía a enumerar las formas de gobierno injusto, Polemarco se dirije hacia Adimanto y, cogiéndolo de la parte superior del manto, le sugiere al oido que posiblemente fuera mejor levantar la sesión.
Texto1a
Comentario1

























SOBRE LA COMUNA
Adimanto responde con un no rotundo a la petición de Polemarco y ruega a Sócrates que continúe con la reunión aunque, en vez de continuar con el análisis de la esencia de injusticia y los modos injustos de gobierno a nivel colectivo e individual, plantea tratar antes una cuestín que, aunque Sócrates había citado anteriormente, {Ver libro IV 423e} había sido tratada de un modo muy ligero y superficial. El tema es aquel que hace referencia a las mujeres y a los hijos de los guardianes en tanto en cuanto deberían de ser comunes.
Texto1a
Comentario1

























CONTENTO TRANSFORMADO EN DESCONTENTO
Sócrates protesta amablemente ante tal propuesta señalando que echan de nuevo sobre sus espaldas una discusión sobre la ciudad que ya parecía superada. Afirma que ya estaba contento por haber salido de ese punto; y ahora quieren volver a él sin saber qué enjambre de cuestiones se pueden levantar con ello.
Texto1a
Comentario1

























TRASÍMACO Y LA FUNDICIÓN DEL ORO
Trasímaco, un tanto malidicentemente, utiliza la expresión proverbial de fundir oro que se aplicada a aquellos que dejan lo que les importa por dedicarse a otras empresas más atractivas, pero menos útiles.
Texto1a
Comentario1

























UNA VIDA ENTERA
Aunque es Glaucón quien habla, sus palabras bien pudieron haber sido pronunciadas por el Sócrates histórico, tan amigo de las discusiones filosóficas. Sólo que para Sócates ni aun la misma vida es medida apropiada para limitar estos debates, que continuarán incluso en el otro
mundo: ver 498 d.
Texto1a
Comentario1


























EDUCACIÓN DE LOS GUARDIANES
Platón va a describir únicamente la organización y educación de la clase de los guardianes desentendiéndose de artesanos y labradores, lo cual le valió severas críticas de Aristóteles, Pol. 1264 a-11 y sigs.
Texto1a
Comentario1

























CRIANZA HIJOS GUARDIANES
En Leyes 794c, Platón, calcula que el período intermedio entre el nacimiento y el comienzo de la educación debería abarcar unos seis años.
Texto1a
Comentario1


























ASPIRACIÓN QUÍMERICA
Glaucón pide, por tanto, a Sócrates que explique qué clase de comunidad se establecerá entre los guardianes, por lo que toca a las mujeres y a los hijos, y cómo se criarán estos últimos. Sócrates responde que no es tan fácil analizar todo lo que Adimanto plantea y que le da reparo tocas esas cosas ya que puede parecer que solicita con ello aspiraciones quiméricas.
En la mitología griega, Quimera, era un monstruo que echaba fuego por la boca, con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón. Aterrorizó a Licia, una región de Asia Menor, pero finalmente el héroe griego Belerofonte logró matarlo.
Texto1a
Comentario1

























ANIMÁNDOLE
Adimanto anima a Sócrates para que inicie la investigación relacionada con la educación de los hijos de los guardinaes. Este replica que con las muestras de animo lo que logra es todo lo contrario. Y es que si tuviera fe en la certeza de lo que va a decir, entonces bien le vendrían las muestras de animo. Ahora bien, al tener que disertar sobre algo acerca de lo cual se duda e investiga, no valen para nada las muestras de animo ya que puede arrastar a equivocarse no solamente a él sino tambien a sus amigos y discípulos.
Texto1a
Comentario1

























ADASTREA
Sócrates suplica a Adrastea (diosa encargada de castigar las palabras demasidado orgullosas o audaces {ver. Esquilo, Prom. 936}) que le perdone por lo que va a decir. Adimanto, echàndose a reir, le dice que si algún daño les llegan causar a los oyentes sus palabras, desde ahora lo absuelven.
Texto1a
Comentario1

























 
AQUÍ Y ALLÍ
«Aquí» es «en nuestra discusión»; «allí» es «en caso de homicidios. Sobre las leyes vigentes para este último caso, ver Leyes   869 e.
Texto1a
Comentario1

























VUELTA ATRÁS
La vuelta atrás representa volver a conectar con lo dicho en el libro III acerca de la educación y de la selección
de los hombres-guardianes asi como sobre el regimen de vida de los hombres -auxiliares. Lo lógico habría sido tratar a continuación de la cual debería ser el papel de las mujeres  en el funcionamiento de la Ciudad. Sin embargo, esa cuestión se había saltado. Por eso, los interlocutores exigen ahora de Sócrates que toque el tema de la educación de las mujeres y de sus hijos.
Texto1b
Comentario2







































LA PARTE FEMENINA
Los mimos de Sofrón, autor siracusano predilecto de Platón, se dividían en «varoniles» y «femeniles». En aquéllos el protagonista o todos los personajes eran varones, al contrario que en éstos. Perece ingerirse de este lugar que era costumbre representar antes un mimo de los primeros y después otro de los segundos.
Texto1b
Comentario2







































GUARDIÁN DE REBAÑOS
En el libro III Sócrates había hablado usado el simil del pastor
que guarda de su rebaño y educa a sus perros para que vigilen del mismo. Sobre esa base se había establecido que los guardianes de su ciudad ideal deberían tambien estar vigilantes como auténticos perros de raza.
Texto1b
Comentario2







































HEMBRAS CUIDADORAS DE REBAÑOS
Aristóteles en Política 1264 b 4 y sigs. critica este pasaje objetando que las perras no tienen que atender al cuidado de su casa; pero Platón podría alegar que tampoco las mujeres de su ciudad tendrán que hacerlo. Sin embargo, su afirmación es discutible, porque no existe, naturalmente, un paralelismo perfecto entre hombres y animales.
Texto1b
Comentario2







































LAS MISMAS ENSEÑANZAS
Sócrates se opone, en nombre de la naturaleza, a la opinión común en Grecia acerca de las mujeres, que eran consideradas como seres completamente distintos de los hombres y, en cierto modo, inferiores. Ver tambien Leyes. 780 y  Banquete. II 9.
Texto1b
Comentario2







































ASIGNACIÓN DE MUSICA Y GIMNASIA
Sobre la educación de los hombres - guardianes en la
música y en la gimnasia, Sócrates, había tratado ampliamente en el Libro III de la República.
Texto1b
Comentario2







































INTRODUCIR A LAS MUJERES
Sócrates defiende que la misma educación que deberían recibir los hombres en música y  gimnasia, la reciban tambien las mujeres.
Texto1b
Comentario2







































HACER EL RIDÍCULO
Sócrates critica  aquí a aquellas opiniones reaccionarias que afirmaban que ver a las mujeres desnudas en el gimnasio podría resultar algo insólito y ridículo. Notar que es el discurso racional y la experiencia quien marca si es correcto o no que la mujer practique desnuda en el gimnasio. De nuevo la razón socrática, contra la tradición y los prejuicios, es quien tiene la última palabra.
Texto1b
Comentario2







































ANCIANAS EN EL GIMNASIO
Platón se inspira aquí en el uso de Esparta.
Texto1b
Comentario2







































CHANZAS GRACIOSAS
Sin duda, Sócrates, se está refiriendo a Aristófanes.
Texto1b
Comentario2







































COMIENZO EN CRETA
Platán contradice aquí a Tucídides. Para este historiador griego los primeros que usaron de los gimnasios (tomando esta palabra en su sentido estrictamente etimológico, es decir, corno referente a  lugares en que los hombres se ejercitaban desnudos) fueron los lacedemonios. Platón cita a los cretenses.
Texto1b
Comentario2







































SERIEDAD CON LO BUENO
Hay que reírse de lo malo y tomar en serio lo bueno; es necio quien se ríe del bien o quien toma en serio el mal.
Texto1b
Comentario2





































LO PRIMERO A DECIDIR
Sócrates plantea analizar primeramente, en relación con el sexo femenino, la cuestión siguiente: ¿son las hembras humanas capaces por naturaleza de compartir todas las tareas del sexo masculino; o ni una sola de ellas, o unas si y otra no?
Texto2b
Comentario2


































CONVENIDO ANTERIORMENTE
Ver 369 e.
Texto2b
Comentario2


































DIFERENCIAS ENTRE HOMBRE Y MUJER
Según Sócrates, no puede negarse que la naturaleza de la mujer  parece diferir enormemente de la del hombre. Ahora bien, si ello es así, entonces tambien deberían ser distintas las labores conformes a naturaleza de cada sexo.
Texto2b
Comentario2


































GRAVE CONTRADICCIÓN
Parece que si se establece que los hombres y las mujeres podrían realizar las mismas funciones, entonces se estaría cayendo en una gran contradicción pues nos encontraríamos con que naturalezas sumamente dispares están realizando funciones semejantes. Sócrates aprovecha la ocasión para traer a colación lo dicho al principio acerca de las dificultades en las que se metía al aceptar entrar en la investigación del tema presente sobre la educación de las mujeres y de sus hijos.
Texto2b
Comentario2


































EL GRANDE PIÉLAGO
Sócrates afirma no estar dispuesto a echarse a atrás ya que una persona no se echa menos a nadar si ha caido en una pequeña piscina que si ha caido en el centro del más grande piélago. Esta metáfora del mar tempestuoso como sinónimo de dificultad va a dominar casi todo el libro V.
Texto2b
Comentario2


































RECOGIDO POR UN DELFÍN
Alusión a la historia del poeta Arión, que, arrojado al mar por unos bandidos, fue salvado por un delfín. Ver Heród. I 23-24.
Texto2b
Comentario2


































BUSCAR SALIDA
Con el objeto de hallar una salida a la situación en la que se encuentra el argumento, Sócrates, comienza resumiendo el estado de la cuestión: por un lado, se ha convenido en que cada naturaleza debería dedicarse a un trabajo distinto, asi como en que los hombres y las mujeres son diferentes. Por otro lado, sin embargo, ahora decimos tambien que estas naturalezas distintas han de tener las mismas ocupaciones. Pues bien, Sócrates hace frente a esta aparente contradicción aclarando primeramente como entender lo que es idéntico o diverso por naturaleza, pues podría ser que hombres y mujeres no sean diferentes por naturaleza sino iguales.
Texto2b
Comentario2


































ARTE DE LA CONTRADICCIÓN
Sobre el arte de la contradicción ver 539 d y Sopb. 225 b, Phaedr. 261 d, Eutbyd. 275 e.
Texto2b
Comentario2


































CALVOS Y PELUDOS
En este contexto, Sócrates, se pregunta si los calvos y los peludos, que son evidentemente diferentes, serían iguales o diferentes por naturaleza. Si llegaramos a establecer que son diferentes por naturaleza, entonces deberíamos tambien prohibir que si los calvos son zapateros, pudieran serlo tambien los peludos; y si lo son los peludos, que lo sean los otros.
Texto2b
Comentario2


































DIFERENTES EN OCUPACIONES
Es por tanto, necesario establecer una clara interpretación entre aquello que es diferente por su ocupación y lo que es diferente por naturaleza. Podemos encontrarnos con dos sujetos uno de ellos dotado para la mediciona y otro para la carpintería. Ahora bien, ello no quiere decir que un médico y un carpintero tengan distintas naturalezas, sino diferentes oficios para los que están capacitados por la misma naturaleza. No está mejor dotado por naturaleza un peludo para ser médico o un calvo para ser carpintero. No por ser calvos están dotados por naturaleza para ser médicos o por ser peludos para ser carpinteros. Eso es algo accesorio y tal diferencia no los hace distintos en su naturaleza. Lo que los hace distintos es la aplicación concreta de sus disposiciones naturales para realizar el mejor oficio para el que están dotados.
Texto2b
Comentario2


































DIFERENCIAS SUPERFICIALES
Si los sexos de los hombres y de las mujeres se nos muestran sobresalientes en relación con su aptitud para algún arte u otra ocupación, debe reconocerse que es necesario asignar a cada cual las suyas. Pero si aparece que solamente difieren en que las mujeres paren y los hombres engendran, en modo alguno debería admitirse, según Sócrates, que la mujer difiera del hombre sino que debería aceptarse como algo necesario el que los guardianes y sus mujeres se dediquen a las mismas ocupaciones.
Texto2b
Comentario2


































DECIAS HACE POCO
Ver 453 c.
Texto2b
Comentario2


































INVITACIÓN AL CONTRADICTOR
Ver 454 c.
Texto2b
Comentario2


































MEJOR O PEOR DOTADAS
Según Sócrates, a efectos de organización cívica, no existe ninguna ocupación que sea específica de la mujer o del hombre. De lo que se trata es de descubrir las mejores dotadas con respecto a algo relacionado con la ciudad. Pues bien, del mismo modo que entre los hombres, nos podemos encontrar con mujeres mejor o peor dotadas para determinados artes u oficios.
Texto2b
Comentario2


































MENESTERES BANALES
Según Sócrates, el hacer referencia, como elementos diferenciadores en la naturaleza del hombre y la mujer, a cosas tan banales como que las mujeres tejen o guisan mejor, o que cuidan mejor de sus hijos, son cuestiones que no vale la pena ni descutirlas.
Texto2b
Comentario2


































INDISTINTAMENTE DISEMINADAS
No existe, por tanto, en el regimiento de la ciudad ninguna ocupación que sea propia de la mujer como tal mujer ni del varón como tal varón, sino que las dotes naturales están diseminadas indistintamente entre unos y otros seres, de modo que la mujer tiene acceso por su naturaleza a todas las labores y el hombre tambien a todas; unicamente que la mujer es en todo más débil que el varón. Ello significa que existen mujeres (del mismo modo que los hombres) dotadas para la medicina y otras que no lo están; mujeres músicas y otras negadas por naturaleza para la música; o aptas para gimnástica y la guerra y otras no belicosas ni aficionadas a los gimnasios; del mismo modo, amantes y enemigas de la sabiduría así como fogosas y carentes de fogosidad.
Texto2b
Comentario2


































VIGILANCIA DE LA CIUDAD
En definitiva, existe (del mismo modo que el hombre) la mujer apta para ser guardiana de la ciudad y la que no lo es. Ello implica que la mujer y el hombre tienen la misma naturaleza en cuanto toca a la vigilancia de la ciudad, sólo que la de aquella es más débil y la de éste más fuerte.
Texto2b
Comentario2































COHABITACIÓN
A partir de todo lo dicho, Sócrates, afirma que no sería contradictorio establecer que sean las mujeres mejor dotadas para guardar la ciudad las elegidas para cohabitar con los hombres de la misma clase y compartir la guarda con ellos, ya que son capaces de hacerlo y su naturaleza es afín a la de ellos.
Texto3b
Comentario2







































INSTITUIDO ANTERIORMENTE
Se refiere a la ley instituida en 450 d.
Texto3b
Comentario2







































DICHO ANTERIORMENTE
Se refiere a lo dicho en 452 e
Texto3b
Comentario2







































LO MEJOR
Sócrates no se conforma con señalar que todo lo dicho sobre la educación de las mujeres es algo factible sino que tambien demuestra que es lo mejor. La estructura de la argumentación que le lleva a probarlo es la siguiente:

  1. Parte de la premisa de que existen hombres y mujeres que son mejores y peores para la realización de una determinada función.
  2. Señala que el hecho de haber fundado y demostrado que es factible una ciudad ideal no lleva aparejado automaticamente que sus ciudadanos –sean guardianes o albañiles- se hayan hecho mejores. Para ello, es necesaria una correcta educación.
  3. Se ha demostrado, sin embargo, que los guardianes eran los mejores de todos los ciudadanos.
  4. Tambien se acaba de señalar que las mujeres mejor dotadas deben ser las encargadas de la guardia de la ciudad.
  5. Si todo lo dicho es cierto, entonces nos encontramos con una ciudad en la que habitan mujeres y hombres dotados de toda excelencia posible gracias a la educación basada en la música en la gimnasia, lo que nos demuestra que no sólo es viable la institución que se ha establecido, sino que tambien es la mejor para la ciudad.
    Texto3b
    Comentario2







































CUBRIRSE CON LA VIRTUD
Una frase parecida en Plutarco, quien contradiciendo a Heródoto el cual afirmaba que  «al quitarse la mujer el manto se despoja también del pudor», afirma: «porque, al contrario, la mujer casta sustituye su vestidura por el pudor».
Texto3b
Comentario2







































VIGILANCIA PÚBLICA
Según Heródoto las mujeres de los saurómatas iban con sus maridos a la caza y a la guerra y se vestían como ellos. (ver Leyes 804e)
Texto3b
Comentario2







































AL QUE SE RÍA
Como sucede con Aristófanes en Lys. 80-83
Texto3b
Comentario2








































REGOGE VERDE FRUTO
Píndaro dice de los físicos jónicos que «recogen verde el fruto de la sabiduría, es decir, su pretendida sabiduría no lo es en realidad. Lo mismo les pasa a los cómicos con la risa que pretenden producir: es una risa «verde», una risa absurda, una risa que no es risa.
Texto3b
Comentario2







































PRIMERA OLEADA
Al llegar a este punto, Sócrates afirma haber superado la primera oleada relacionada con la posición legal de las mujeres y con el establecimiento de un principio que nos dice que todos los empleos han de ser ejercicidos en común por nuestros guardianes y guardianas.
Texto3b
Comentario2







































LO OLEADA QUE VIENE
Pero, a continuación, señala que tal oleada es pequeña si la comparamos con la que vendrá a continuación y que es una deducción necesaria de todo lo establecido hasta ahora.
Texto3b
Comentario2







































LA SEGUNDA OLEADA
La nueva ley que Sócrates compara con una segunda oleada más peligrosa que la primera establecida anteriormente establece lo siguiente: las mujeres guardianas serán todas comunes para los guardianes y ninguna cohabitará privadamente con ninguno de ellos; los hijos serán asimismo comunes y ni el padre conocerá a su hijo ni el hijo a su padre.
Texto1c
Comentario3







































PADRES E HIJOS QUE NO SE CONOCEN
Aristóteles en Política. 1262 a 16 y sigs. objeta con razón que hay parecidos tan evidentes que harían inútiles todas las precauciones para que los padres no reconozcan a los hijos.
Texto1c
Comentario3







































AMBOS PROBLEMAS
Sócrates afirma que no duda en absoluto de la utilidad de la ley establecida y de que sería el mayor de los bienes para la comunidad de mujeres e hijos. Señala tambien que si cree que dará lugar a muchas discusiones el problema de si es realizable o no. Adimanto protesta y señala que no unicamente una de estas cuestiones (utilidad-mayor de los bienes) provocarán muchos reparos sino todas ellas (utilidad-mayor de los bienes-realización). Por consiguiente, habría que analizarlos todos.
Texto1c
Comentario3







































UN FESTÍN
Sócrates se lamenta de no poder escapar, al menos, de la demostración de uno de los dos elementos presentes en la ley. Ante ello se sirve del simil del festín de mentes perezosas que dan por sentado que tienen lo que desean y se divierten disponiendo y enumerando lo que harán cuando se realice. Sobre esta base ruega a los presentes le permitan, de momento, aplazar para más tarde la cuestión de cómo es factible llevar a cabo la ley propuesta.
Texto1c
Comentario3







































ANALISIS DE AHORA
Sócrates plantea examinar ahora unicamente uno de los problemas a los que hizo referencia anterioremente: el como los gobernantes regularán la ley establecida al principio. Por consiguiente, tal ley se considera como si ya fuera aceptada por la ciudad. Los presentes están de acuerdo con que, de momento, se centre unicamente en el estudio de esta parte de la cuestión.
Texto1c
Comentario3







































TU, SU LEGISLADOR
Despues de hacer abstracción de los problemas referidos a como sería posible entender que las mujeres fueran comunes y demostrar que ello sería util y beneficioso para la ciudad, Sócrates, se centra en como un hipótetico legislador debería llevar a cabo lo que se considera ya establecido por ley en la ciudad.
Texto2c
Comentario3







































NECESIDAD ERÓTICA
El gobernante legislador eligirá las mujeres del mismo modo que se eligió a los varones e intentará juntar a los guardianes y guardianas que más se asemejen. La asistencia conjunta a las comidas comunes, los gimnasios y demás actos de la vida comunal, les impulsará a unirse los unos con los otros no tanto por necesidad geométrica sino erótica. El eros es aquí deseo de unirse lo semejante con lo semejante. Por ello, Platón considera que los mejores guardianes sentirían el deseo (eros) de unirse con las mejores guardianas y viceversa.
Texto2c
Comentario3







































GRANDES MULTITUDES
El simil de la seducción y arrastre de las grandes multitudes parecen ser una citación  trágica.
Texto2c
Comentario3







































NO A LA UNIÓN PROMISCUA
Platán no se propone abolir el matrimonio ni quitarle carácter religioso prescindiendo de las ceremonias usuales entre los helenos. Aquí se refiere al hierós gámos, nombre dado a las nupcias de Zeus y Hera, tipo de matrimonio ideal, que se celebran en Atenas con diversos ritos. Nada más opuesto a la idea platónica que el amor libre o cualquier otra modalidad del vicio sexual. Por ello Platón reniega textualmente de la promiscuidad.
Texto2c
Comentario3







































UNIONES BENEFICIOSAS
El legislador debería perseguir que se lleven a cabo las uniones más beneficiosas para la marcha de la ciudad. Por ello, del mismo modo que sucede con los apareamientos entre los perros de raza, en donde el criador siempre procura unir a los mejores de la camada, así tambien se procurará hacer lo mismo con la raza de los guardianes y de las guardianas.
Texto2c
Comentario3







































USO DE LA MENTIRA
Platón vuelve a hacer referencia, como ya había hecho en 389 b, a la utilidad de la mentira política por parte de los gobernantes. Concibe como algo positivo el que éstos puedan hacer, por el bienestar de la comunidad, uso de la mentira y del engaño.
Texto2c
Comentario3







































COHABITACIÓN
En el contexto de la utilidad de la mentira, Sócrates propone que toda la labor del legislador debería ir encaminada para que los mejores cohabiten con las mejores tantas veces como sea posible y los peores con las peores las menos veces posibles.. Tambien señala que habría que criar a la prole de los primeros, pero no la de los segundos. Además todo ello debería suceder sin que nadie lo sepa, excepto los gobernantes,si se desea que el rebaño de los guardianes permanezca lo más apartado posible de la discordia.

Texto2c
Comentario3



































FIESTAS
Sócrates habla tambien de de la necesidad de que el legislador utilice ingeniosamente de las  fiestas  con el objeto de que en ellas se unan las novias y a los novios escogidos de antemano.
Texto2c
Comentario3







































NÚMERO DE MATRIMONIOS
Tambien se deja al arbitrio de los gobernantes el decidir acerca del número de los matrimonios y propone que deberían hacer todo lo que pudieran para mantener constante el número de los ciudadanos de modo que nuestra ciudad crezca o mengüe lo menos posible.
Texto2c
Comentario3







































SISTEMA DE SORTEO
El sistema de sorteo parece ser el siguiente. Al aproximarse una determinada fecha de cada año, los gobernantes determinan, de acuerdo con el total de fallecimientos, el número de matrimonios de guardianes que habrán de celebrarse. Sorteo entre todos los hombres de 25 a 55 años y las mujeres de 20 a 40; designación, sin sorteo previo, de los premiados por méritos de guerra. Como el sorteo está amañado, en él resultarán elegidos, de manera casi exclusiva, los sujetos de calidad superior. Ahora bien, de acuerdo con las leyes preventivas del incesto, ocurrirá que un varón que haya nacido en el año 100 de una supuesta era no podrá casar: a) con las nacidas en 60-80, cada una de las cuales podría ser su madre; b) con las nacidas en 125-155, todas las cuales podrían ser sus hijas; c) con las nacidas en 80-120, que podrían ser sus hermanas uterinas; d) con las nacidas en 70-130, que podrían ser sus hermanas consanguíneas. Es decir, que no podría casar con nadie. Como en Grecia estaban permitidos los matrimonios entre consanguíneos, podemos eliminar el último apartado. Si es así, este hombre podría casar con las nacidas entre 120 y 125, demasiado jóvenes para ser sus hermanas de madre y demasiado viejas para ser sus hijas. Pero no es forzoso que el joven case precisamente a los veinticinco años. Si es así, este espacio se ampliaría. El varón podría casar con todas las nacidas entre 120 y el año en que case por primera vez. El caso de la hembra es similar, y las incompatibilidades serán las siguientes: a) Con los nacidos en 45- 75; b) con los nacidos en 120-140; c) y d) igual que el varón. Eliminado d), la mujer podrá casar con los nacidos entre 75 y 80, demasiado viejos para ser sus hermanos uterinos y demasiado jóvenes para ser sus padres. Y, si la mujer no casa a los veinte años, podrá casar también con los nacidos entre 120 y el año en que ella case por primera vez. El sistema, como se ve, es imperfecto. Además de la posibilidad de enlaces entre tíos y sobrinas o viceversa, lo que no es óbice, al parecer, para Platón, vemos que entre los contrayentes deben mediar al menos veinte años, grave inconveniente desde el punto de vista eugénico. Esto puede remediarse autorizando en ciertos casos los matrimonios entre supuestos hermanos uterinos; o bien los gobernantes conocen ellos solos de quién es hijo cada guardián, y entonces no hay obstáculo para que aparcen a personas de quienes saben que no son parientes, o lo desconocen también ellos, y en este caso, y mediante la autorización del oráculo, que les evitará el ser considerados como infractores de las leyes religiosas, podrán acoplar libremente a las personas que por su edad puedan ser hermanas de madre (en Egipto eran lícitos esta clase de enlaces). Entonces nuestro supuesto varón podrá casar con todas las nacidas entre 80 y 125 o entre 80 y el año en que case por vez primera; y nuestra supuesta hembra, con los nacidos entre 75 y 120 o entre 75 y el año de su primer matrimonio. Aparte de que, si un hombre se casa, por ejemplo, en 126, 128 y 130, pero no en 127 ni en 129, nada le impedirá casarse con las nacidas en estos dos últimos años. Todo este aparato presupone un registro donde serán anotados los nombres de las personas que tomen parte en los enlaces y otro de los nacidos en cada generación, pero sin citar, naturalmente, la relación de parentesco entre unos y otros (a no ser, quizá, en un registro secreto de los gobernantes). Los elegidos cohabitarán, por ejemplo, durante un mes; y luego, el matrimonio quedará disuelto y sus contrayentes permanecerán célibes todo el resto del año. Entre el séptimo y el décimo mes a partir del festival nupcial nacerá una generación de niños; eliminados los deformes o procedentes de los seres inferiores, el resto será separado de sus madres y conducido a una inclusa, pero las madres tendrán obligación de lactar a aquellos niños que les sean destinados ( probablemente a uno distinto cada vez, para evitar lazos efectivos; Platón no tiene en cuenta los efectos desastros que produciría en la crianza la mezcla de muchas leches diferentes ). En esta labor serían más las lactantes que los niños, pues también tomarían parte en ella aquellas madres cuyos hijos, sin saberlo ellas, hubiesen sido eliminados. Todo este esquema anterior no hay que confundirlo con otra clase de uniones extraoficiales; los hombres mayores de 55 y las mujeres mayores de 40 gozarán de toda libertad en este aspecto, pero con dos limitaciones: no dejarán dependencia y observarán las mismas precauciones preventivas del incesto que los contrayentes de uniones. legítimas.
Texto2c
Comentario3







































MALA SUERTE
Según Sócrates el ingenioso sistema de sorteo anterior lograría que, en cada apareamiento, los seres inferiores pensaría que había sido su mala suerte la causa de tal apareamiento, y que nunca llegaría a saber de la jugarreta de sus gobernantes. Pero se ha hecho hecho notar, con razón, que es sumamente improbable que estas medidas fraudulentas pudieran permanecer eternamente secretas; y, de ser conocidas, crearían una irritación y unas desavenencias tales como para contrarrestar sobradamente las posibles ventajas del sistema.
Texto2c
Comentario3







































ORGANISMOS NOMBRADOS
Sócrates comienza ahora a tratar acerca de la crianza de los niños que vayan naciendo. Habla de la necesidad de crear organismos, formados por hombres y mujeres, que deberían encargarse de ello. De todos modos, Platón, consideraba esta función como particularmente apropiada para la mujer. En Leyes. 784 a, 794 a. se habla de comisiones femeninas.
Texto3c
Comentario3







































HIJOS DE LOS MEJORES
Los miembros de los organismos y comisiones, a los que se ha referido anteriormente, serían los encargados de  tomar a los hijos de los mejores para llevarlos a la inclusa, poniéndolos al cuidado de unas ayas que vivirían aparte, en cierto barrio de la ciudad.
Texto3c
Comentario3







































HIJOS INFERIORES
En cuanto a los hijos de los peores (y tambien si uno de los mejores nace lisiado) deberían esconderlos como es debido, en un lugar secreto y oculto.
Texto3c
Comentario3







































LUGAR SECRETO
Parece ser que aquí se preconiza el infanticidio colectivo, aunque en términos velados, para no herir los sentimientos de los oyentes (en Esparta, como es sobradamente conocido y atestigua Plutarco en Vita Lyc. XVI, los niños deformes eran arrojados a un precipicio; pero quizá no hay que entender que deban ser muertos los hijos de los seres inferiores, sino sólo relegados a una clase también inferior a la de los guardianes (ver. 415 c).
Texto3c
Comentario3







































CRIANZA
Los miembros de esa comisión deberían encargarse de programar la crianza de los hijos de los mejores guardianes y guardianas. Llevarían a la inclusa a aquellas madres que tengan los pechos henchidos, pero procurando por todos los medios que ninguna conozca a su hijo, para proporcionar leche a los recien nacidos. En el caso de que ellas no puedan, la comisión deberá proporcionar las mujeres ubre que puedan hacerlo.
Texto3c
Comentario3







































AFIRMAMOS
 Ver 459 b.
Texto3c
Comentario3







































LA FLOR DE LA EDAD
Esta idea de que existía una flor de la edad ideal para la procreación es una creencia espartana que recoge, por ejemplo, Jenofonte en su  Constitución Lacedemonia. 
Texto3c
Comentario3







































VEINTE AÑOS
Sócrates habla de la edad ideal de los guardianes y de las guardianas para procrear. Señala que el tiempo propio de la edad para la mujer es de unos 20 años. Ademas, se afirma que la mujer debería parir desde los 20 hasta los 40.
Texto3c
Comentario3







































TREINTA AÑOS
Sócrates habla de la edad ideal de los guardianes y de las guardianas para procrear. Señala que el tiempo propio de la edad para el hombre es de unos 30 años.
Texto3c
Comentario3







































DAR HIJOS A LA CIUDAD
Tal era la concepción dominante en Laconia. Con estas palabras se dirigían los circunstantes al novio en el día de su boda (Ver  Plut. Vita Pyrrh. XXVIII. En este sentido, a los guardianes podrían serles atribuido lo que de Catón dice Lucano: urbi pater est urbique maritus.
Texto3c
Comentario3







































MAXIMA FOGOSIDAD
La frase ha sido quizá tomada de algún lírico, posiblemente de Baquílides o Píndaro. En cuanto a su sentido, no hay unanimidad de apreciación entre los críticos. Parece que el supuesto autor de la cita se refería a un caballo de carreras. Así como los caballos son destinados a la procreación cuando ya no son aptos para correr, así también los guardianes de Platón no se casarían mientras no hubiesen desfogado un poco sus ímpetus juveniles. De otro modo, la expresión es inexplicable, pues a los veinticinco años el hombre está en la plenitud de su vigor físico.
Texto3c
Comentario3







































APOGEO
El hombre, una vez que haya pasado de la máxima fogosidad en la carrera, podria engendrar hasta los 55 años, ya que esa es la época de apogeo del cuerpo y de la mente. De todos modos, en varios pasajes de las Leyes, Platón se contradice al afirmar allí que los hombres deben casar entre los 30 o 35 años; en 772 d-e entre los 25-30 años. Ademas se fija la edad de 16 a 20 años para las mujeres; mientras que en 833 d, de 18 a 20. Ver tambien lo que dice   Aristóteles en. Política. 1335 a 6 y sigs.
Texto3c
Comentario3







































IMPIEDAD
Sócrates señala aquí que si alguno mayor de estas edades o menor de ellas se inmiscuye en las procreaciones públicas, se considerará tal falta como una impiedad y será objeto de castigo. Del mismo modo la ley será la misma en el caso de que alguien de los que todavía procrean toque a alguna de las mujeres casaderas sin que los aparee un gobernante, pues el hijo de ambos será declarado bastardo e ilegítimo.
Texto3c
Comentario3







































AMOR LIBRE
Según Sócrates, cuando las hembras y varones hayan pasado la edad de procrear habrá que dejarles que cohabiten libremente con quien quieran, excepto un hombre con su hija o su madre, pero ello unicamente despues de haberles advertido que pongan sumo cuidado en que no vea la luz ni un solo feto de los que puedan ser concebidos, y que, si no pueden impedirlo, sepan que un hijo así no recibirá crianza.
Texto3c
Comentario3







































CONOCER A LOS PADRES
Ante la pregunta de Adimanto de cómo los hijos conocerán a sus padres y viceversa, Sócrates, afirma que de ningún modo. Cada uno de los guardianes y guardianas escogidos llamarán hijos a todos los varones e hijas a todas las hembras. Ellos tambien considerarán a todos como padres y madres.
Texto3c
Comentario3







































ORDEN DE LA PITONISA
Aunque Sócrates señala que los hermanos y hermanas no deberían relacionarse entre sí, la ley podría permitirles cohabitar si así lo determinara el sorteo o lo ordenara la pitonisa. Estamos aquí de nuevo ante la existencia de un grupo de poder que controla la información y puede en un momento determinado considerar como un bien para la ciudad que tales guardianes y guardianas (aún sabiendo que son hermanos) deberían dar hijos para la ciudad.
Texto3c
Comentario3







































COMUNIDAD DE MUJERES E HIJOS
Al llegar a este punto, Sócrates, señala que, tal como ha quedado establecido anteriormente, asi es como será la comunidad de mujeres e hijos entre los guardianes de tu ciudad. Ahora bien, señala que tambien sería necesario demostrar que esta comunidad está de acuerdo con el resto de la constitución y que es el mejor con mucho de los sistemas.
Texto4c
Comentario3







































PONERSE DE ACUERDO
Para fundamentar su argumentación, Sócrates, solicita de todos los presentes el ponerse de acuerdo acerca de lo que es el mayor bien y el mayor mal para la ciudad.
Texto4c
Comentario3







































EL MAYOR MAL
El mayor mal para la ciudad es aquello que la disgrega y hace de ella muchas en vez de una, es decir aquella en donde se produce una particularización de los sentimientos, como cuando unos acojen el mismo acontecimiento con suma tristeza y los otros con suma alegría.
Texto4c
Comentario3







































EL MEJOR GOBIERNO
Por su parte, el mayor bien es el vivir en una ciudad unida, es decir, en una comunidad de alegrías o penas, es decir, cuando el mayor número posible de ciudadanos goce y se aflija de manera parecida ante los mismos hechos felices o desgraciados. Tal ciudad se parece a un solo hombre. Sucede con ella lo mismo que cuando un hombre recibe un golpe en un dedo y con ello toda la comunidad corporal se resiste. Todo él sufre al sufrir una de sus partes. Pues bien, la ciudad mejor regida es la que vive del modo más parecido a un ser semejante.
Texto4c
Comentario3




































COMPARACIÓN CON OTRA
Sócrates realiza ahora una comparación entre su ciudad ideal y otras ciudades con el objeto de averigüar a quien se aplica mejor todo lo dicho sobre las características de una ciudad mejor. En su análisis comparativo son de destacar las ideas siguientes:

  1. En las otras ciudades los gobernados llaman a sus gobernantes señores (timocracia) o gobernantes (democracia). Por su parte, los gobernantes llaman siervos a los gobernados.
  2. En la ciudad ideal, recien fundada, los gobernantes son considerados como salvadores y protectores, mientras que a los gobernados se les llama pagadores de salario y sustentadores.
  3. A su vez, los gobernantes de otras ciudades se tratan entre ellos como colegas de gobierno. En la ciudad recien fundada se tratan como compañeros de ayuda.
  4. Pero existe algo esencial en donde la ciudad ideal, señala Sócrates, supera a las otras. En las otras ciudades es cierto que existen amigos, pero, del mismo modo, tambien existen extraños y enemigos. En la ciudad ideal no puede haber enemigos ni extraños.
    Texto5c
    Comentario3







































NO EXISTEN EXTRAÑOS
Según Socrates, en su ciudad ideal no existen extraños ya que cualquiera que sea aquél con quien uno se encuentre, habrá de considerar que se encuentra con su hermano o hermana o con su padre o madre o con su hijo o hija. De todos modos, Platón exagera ligeramente: puede haber personas ver 460 a) a las que no sea forzoso considerar como parientes. Además, Aristóteles en Política. 1262 a 1-6 ha formulado unas objeciones muy acertadas: «Así, cada uno llama hijo suyo a aquel de los ciudadanos que es feliz o desdichado, pero se lo llama en cuanto miembro de la comunidad, como si dijera mío o de cualquier otro de los mil o más ciudadanos que forman la ciudad. E incluso en este punto tendrá dudas; pues no se sabe a quién le han podido nacer hijos y a quién le han vivido los que haya podido tener.» Y más adelante (1262 b 14 y sigs.): «Es forzoso que en una tal comunidad los afectos se diluyan y que el hijo se resista a decir de otro que es su padre o el padre que es su hijo.» Porque, así como un poco de dulce mezclado con mucha agua hace que la mezcla pase inadvertida, así ocurrirá a esa mutua familiaridad que se basa solamente en los nombres..» Platón no se da cuenta de que, al extender de este modo la familia y la propiedad, suprime el fundamento humano de una y otra.
Texto5c
Comentario3







































NINGÚN BENEFICIO
Además toda esta realidad no necesitaría de prescripciones o leyes que se impusieran sino que serían naturalmente interiorizada y asumidas conscientemente por todos los ciudadanos sin esperar por ello ningún tipo de beneficio especial. Y es que sería ridículo que unicamente se limitaran a pronunciar de boca los nombres de padre y madre, hijo o hija, sin comportarse de acuerdo con ellos.
Texto5c
Comentario3







































COMO ANTES DIJIMOS
Ver 462 b-c.
Texto5c
Comentario3







































EL MAYOR BIEN
Concluye realmente aquí el planteamiento realizado anteriormente por Sócrates acerca de lo planteado sobre el mayor mal y el mayor bien para una ciudad (Ver 462 b). Por todo ello, ahora, al final de su análisis, Sócrates, se encarga de recordar a los presentes que todos estos bienes presentes en su ciudad ideal no son otra cosa que el fruto de la comunidad de mujeres e hijos entre los guardianes; por lo que parece que habría que concluir que esta comunidad se nos aparece como motivo del mayor bien en la ciudad.
Texto5c
Comentario3





































CONFORMES CON LO ANTERIOR
Sócrates, trae aqui a colación una idea establecida anteriormente referida a que los guardianes deberían renunciar a todo tipo de salario y bienes personales, ya que la ciudad es la que debía encargarse de su sustento. (Ver 416 d-e)
Texto6c
Comentario3







































PERFECCIÓN
Notar que, según Sócrates, la renuncia a todo salario y bien personal tendría un efecto doble: contribuiría tanto a la perfección personal como a la mejora de la ciudad no permitiendo su desgarro.
Texto6c
Comentario3







































DESAPARICIÓN DE LOS PROCESOS
En una ciudad como la recien fundada  deberían desaparecer los procesos por acusaciones mutuas o las reyertas a causa de la posesión de riqueza. En este contexto habría que situar a Aristófanes el cual en Ecci. 655 y sig afirma: «Cremes: Otra duda me acude. Si en los tribunales uno pierde un litigio, ¿con qué pagará? Praxágora: Lo primero es que no habrá procesos». En los versos aristofánicos que siguen puede verse una parodia de la argumentación de Platón.
Texto6c
Comentario3







































DESAPARICIÓN DE LA VIOLENCIA
En Leg. 880 a prescribe también Platón que el de una edad defienda al de su edad «con las manos solas sin armas», prescripción tomada de las costumbres espartanas.
Texto6c
Comentario3







































NO GOLPEAR A LOS ANCIANOS
En una ciudad así tampoco sería dificil promulgar leyes que dicten que los más ancianos manden y corrijan en todo a los más jovenes, los cuales los verán como a sus progenitores. En Leyes 880 b, tambien Platón establecen penas para el que golpee a otro de mayor edad que él.
Texto6c
Comentario3







































DESAPARICIÓN POBREZA
Según Platón la ciudad recien fundada  no sentirá los apuros y pesadumbres que suele traer la educación de los hijos y la necesidad de conseguir dinero para el sustento doméstico.Se ha citado a Aristófanes. Nub. 1172 y sigs. como prueba de que Platón no hace aquí otra cosa que recordar las trampas y claudicaciones a que los apuros económicos llevaban a los atenienses de su tiempo. No olvidar que en 422 a se dice que «la indigencia trae la vileza y el mal obrar»
Texto6c
Comentario3







































VENCEDORES DE OLIMPIA
Según Sócrates los miembros de su ciudad ideal llevaran una vida más dichosa que la misma felicisima que llevan los vencedores de Olimpia. Las odas triunfales de Píndaro nos dan más de un testimonio de que los vencedores de los grandes juegos creían haber conseguido con su victoria la felicidad de toda su vida.
Texto6c
Comentario3







































OBJECCIÓN DE NO SÉ QUIEN
Ver 419 a y sigs. «No sé quién» es Adimanto.
Texto6c
Comentario3







































REPETIR LO DE ALLÁ
Ver 420 y sigs.
Texto6c
Comentario3







































MITAD MÁS QUE EL TODO
 Esto lo dice Hesíodo (Op. 40) entre las consideraciones que hace a su rapaz hermano Perses.
Texto6c
Comentario3







































NORMA NATURAL
En definitiva, la comunidad que han de tener los hombres con las mujeres en lo relativo a la procreación y educación de sus hijos en completa intereacción se nos revela como uno de los mayores bienes para la ciudad y ello sin transgredir la norma natural de la hembra en relación con el varón. Sobre esto último ver lo dicho en 456 b.
Texto6c
Comentario3







































EN LA GUERRA
Sócrates comienza analizar ahora cómo deberían comportarse los guardines y guardinas cuando hay guerra.
Texto1d
Comentario4







































EL OFICIO DE LA GUERRA
Era Atenas era frecuente que los hijos siguiesen los oficios de sus padres; Platón mismo (Protágoras. 328 a) dice que no se podrían encontrar otros rnaestros de artesanos que los padres mismos en cuanto capaces de enseñar sus profesiones a los hijos. Pues bien, aquí Sócrates considera tambien a los guardianes y guardianes como profesionales en el oficio de hacer de guerra. Y afirma que, además de combatir en común, deberían de llevar a la guerra a todos los hijos que tengan crecidos, para que vean el trabajo que tiene que hacer cuando sean mayores. Y es que como se aprende mejor un oficio es mediantes la práctica.
Texto1d
Comentario4







































EL PELIGRO DE LA GUERRA
Sócrates fundamenta la conveniencia de que los hijos asistan ya desde pequeños a las batallas en la creencia de que todo ser vivo combate mejor cuando están presentes aquellos a quienes engendró. Adimanto protesta contra estas última ideas de Sócrates afirmando pueden poner en gran peligro la vida de seres inocentes y, además, con su posible muerte en el campo de batalla, podrían dejar a la ciudad en la imposibilidad de reponerse.
Texto1d
Comentario4







































CAPITANES APTOS
Sócrates no niega la posibilidad de que los hijos de los guardianes puedan correr peligro asistiendo como espectadores a las batallas. Sin embargo, parece confiar ciegamente en la profesionalidad de los guardianes y de las guardianas, los cuales procurarían en todo momento que los niños, aún siendo testigos de las batallas, tuvieran una seguridad total en ella. Para ello, colocarán siempre al frente de ellos no a gentes ineptas sino a capitanes aptos por su experiencia y edad y propios para la dirección de los niños. Con esta elección, Platón, se eleva aquí grandemente sobre la realidad de su tiempo, en que el oficio de pedagogo era desempeñado por esclavos.
Texto1d
Comentario4







































IMPREVISTOS
Es cierto que pueden surgir imprevistos pues oscuras son las cosas de la guerra.  «Oscuras son las cosas de la guerra», se lee en Tucídides, quien insiste repetidamente en este pensamiento.
Texto1d
Comentario4







































DAR ALAS A LOS NIÑOS
Ante los imprevistos que pueden surgir en el campo de batalla y en dónde los hijos de los guardianes/as deberían de asistir, Sócrates propone dar alas a tales niños desde su propia infancia a fín de que, cuando sea preciso, se retiren en vuelo. Por ello, han de cabalgar desde su primera edad, y, una vez enseñados, han de ser conducidos a caballo a presenciar la guerra no ya en corceles fogosos y guerreros, sino en los más rápidos y dóciles que se puedan hallar. Esta sería la mejor y más segura manera de que observen el trabajo que les atañe para cuando sean mayores.
Texto1d
Comentario4







































CONDUCTA DE LOS SOLDADOS
Sócrates pasa analizar ahora cuál debería ser la conducta de los soldados tanto por los que se refiere a la que deberían tener ellos mismos en el campo de batalla como la que deberían tener con sus enemigos.
Texto2d
Comentario4







































TIRAR EL ESCUDO
Las expresiones dejar fila y arrojar el escudo son propias de la lengua militar para indicar el acto del soldado que huye ante el enemigo; bien conocido es el horaciano relicta non bene parmula (Carmides II 7,10). Por otra parte, la prescripción de Platón en castigo de los cobardes puede ser comparada con las ordenanzas de la severa Esparta y en algún modo las supera en rigor.
Texto2d
Comentario4







































COMO GALARDÓN
Vemos de nuevo como la prescripción de Platón en castigo de los cobardes que se dejan apresar vivos puede ser comparada con las ordenanzas de la severa Esparta y en algún modo las supera en rigor.
Texto2d
Comentario4







































ILUSTRES POR SU VALOR
Como puede verse los guardianes/as que se comportan con valor en el campo de batalla deberían ser objeto de toda clase de honores: coronación, saludos, etc.
Texto2d
Comentario4







































ALGO NO APROBADO
Expresión irónica, ya que Glaucón no era precisamente hombre a quien desagradasen las cosas de que se va a hablar en relación con las muestras de amor entre los amantes en el campo de batalla.
Texto2d
Comentario4







































AYANTE
Ver Ilíada VII 321-322: se trata de un banquete sacrificial.
Texto2d
Comentario4







































ASIENTOS DE HONOR
Ver Ilíada VIII 161-162: el tema se repite en XII 310-311.
Texto2d
Comentario4







































EL QUE PEREZCA
Aquellos valientes que perezcan en combate serán declarados como pertenecientes al linajde de oro. Sobre el significado de este concepto ver 415a.
Texto2d
Comentario4







































DEMONES TERRESTES
Ver OP. 12 2-123 de Hesíodo. Son versos pertencientes a la descripción de la edad de oro bajo el reinado de Crono. Con los dichosos hijos de esta edad compara Platón a sus aureos ciudadanos.
Texto2d
Comentario4







































REVERENCIA A LOS MUERTOS
En la teología Posthomérica hay muchas indicaciones de esta veneración por los grandes muertos: el mismo Platón nos ha conservado en Menón 81 b-c, un fragmento de Píndaro en el que se habla de «los augustos reyes y varones poderosos por su fuerza o grandes por su Prudencia que son en el porvenir venerados por los hombres como héroes santos».
Texto2d
Comentario4







































RESPECTO A LOS ENEMIGOS
Hasta aquí, Sócrates, ha tratado sobre la conducta y sus consecuencias de los guardianes/as en el campo de batalla. A partir de ahora se referirá a la conducta a mantener por tales guardianes/as con sus enemigos.
Texto2d
Comentario4







































SOBRE LOS ESCLAVOS
Platón demuestra aquí un claro un sentimiento panhelénico que se halla también en ciertos pasajes de Jenofonte y en otros escritores de la época, especialmente Isócrates. Podemos apreciar que la plena dignidad que nosotros los modernos atribuimos a la persona humana Platón la concede aquí solamente al hombre griego. Por lo que respecta a los bárbaros es claro que no impugna el principio de la esclavitud, como reconoce Adam; y, si bien es verdad que no asevera en ninguna parte que en su ciudad ideal ha de haber esclavos (ver 371 e), distintos pasajes del tratado nos permiten asegurar que ello tiene por única razón el que lo daba por supuesto conforme a la arraigada y universal creencia de su tiempo. En la organización de «la ciudad» sólo hay que tratar de «los ciudadanos» y los esclavos no lo eran.
Texto2d
Comentario4







































DESPOJO A LOS MUERTOS
Sócrates critica como una villanía el despojo a los muertos en el campo de batalla.
Texto2d
Comentario4







































ENEMISTAD QUE HA VOLADO
El cuerpo, conforme a la concepción platónico de la unión de éste con el alma, es el intrumento con el que el enemigo luchaba. Trás su muerte, la enemistad ha volado con su alma.
Texto2d
Comentario4







































ARMAS EN LOS TEMPLOS
Era esta una costumbre corriente en Grecia. Lo mismo que en lo que sigue, Platón no hace más que reprender sucesos y conductas frecuentemente observadas en su propia generación; él las condena en nombre del Helenismo, lo que es un testimonio de conciencia, como otras condenaciones semejantes hechas en nuestros tiempos en nombre de la humanidad.
Texto2d
Comentario4







































DEVASTACIÓN
Sócrates analiza ahora los efectos de las guerras. Se centra en principio en la propia Grecia y habla de la devastación de la tierra helénica y el incendio de las casas entre los propios griegos. Señala que, en las reyertas entre griegos, unicamente estaría permitido quitar y tomar para los vencedores la cosecha del año.
Texto3d
Comentario4







































GUERRA Y SEDICIÓN
Sócrates, diferencia entre guerra y sedición. Señala que estas dos discordias se dan en terrenos distintos: uno en lo doméstico y allegado; lo otro, en lo ajeno y extraño. La enemistad en lo ajeno, es llamado guerra. Pues bien, cuando los griegos luchen contra los bárbaros deben hacerlo con un sentimiento guerrero y en un estado de guerra. Ahi, en principio, parece que todo estaría permitido.
Texto3d
Comentario4







































SEDICIÓN Y GUERRA
Para justificar racionalmente esta medida, Sócrates, diferencia entre guerra y sedición. Señala que estas dos discordias se dan en terrenos distintos: uno en lo doméstico y allegado; lo otro, en lo ajeno y extraño. La enemistad en lo doméstico es llamada sedición. Pues bien, según Sócrates, la raza griega es allegada y pariente para consigo misma y ajena y extraña en relación con el mundo bárbaro. Por lo tanto, cuando los griegos luchan entre sí, siguen siendo amigos por naturaleza, aunque en ese momento enfrentados. Tal enemistad ha de ser llamada sedición. Pues bien, cuando los amigos por naturaleza disputan no es de hombres buenos, civilizados y amantes de Grecia, el incendiar las casas, talar las tierras o hacer esclavos.
Texto3d
Comentario4







































CIUDAD GRIEGA
Considerada la ciudad como terrestre, había de pertenecer forzosamente al mundo civilizado, esto es, había de ser griega. Ya se ha visto con cuánta frecuencia pasa Platón de la construcción de su ciudad ideal a la censura de las cosas de su tiempo y nación; más adelante, en cambio (592 b), su ciudad no está ya en la tierra, sino en el cielo. Por lo demás, la preferencia de Platón por los griegos no tiene nada de patriotismo estrecho; en el fondo siente que éstos, con todos sus defectos, se aproximaban inconmensurablemente más que los bárbaros al tipo humano que él llevaba en sí mismo. Y la diferencia entre unos y otros queda expresada por él con ténninos comunes a otros muchos escritores griegos: como una división natural, insalvable y sin posibilidad de conciliación. No pensaba que sus escritos, y especialmente La república, habían de contribuir grandísimamente por su ideal humano a romper esa barrera que él consideraba inquebrantable y eterna.
Texto3d
Comentario4







































COMPORTACIMIENTO DE AHORA
Probablemente en la que precede Platón se refiere a la crueldad de los tebanos, que destruyeron Platea el 374, fecha después de la cual estaría escrito este párrafo. El adverbio se aplica mal al 430 como fecha dramática.
Texto3d
Comentario4







































NUEVA CUESTIÓN
Al llegar a este punto en el libro V, Adimanto, interrumpe a Sócrates y le ruega no siga tratando el tema de la guerra y de la comunidad de los guardianes y guardianes pues ello significa olvidarse de tratar aquello que dio de lado, para tratar de estos temas, y referido a la cuestión de si es posible que exista un tal regimen político y hasta donde los es. Porque   Adimanto admite que una ciudad como la que se ha fundado tendría toda clase de bienes ya que lucharían mejor que nadie contra sus enemigos, reconociéndose y llamándose mutuamente hermanos, padres e hijos, no se abandonarían nunca. Ahora bien, de lo que se trata de analizar es de si es posible que exista una ciudad de este tipo y en qué modo podría ser una realidad.
Texto1e
Comentario5







































NUEVA OLEADA
Sócrates reconoce la importancia del planteamiento de Adimanto al que describe como una tercera oleada, pendiente por analizar, debido a la existencia de las otras dos oleadas (la primera oleada fue la cuestión del servicio de las mujeres como guardianas; la segunda, la de la comunidad de mujeres e hijos. Estas dos frenaron la posibilidad de estudiar la posibilidad del estado ideal). Sócrates describe esta tercera oleada como la más grande y la más dificil de vencer y señala que los presentes no tardarán en comprender las razones que le llevaban a retraerse y a temer la empresa de una cuestión tan dificil.
Texto1e
Comentario5







































EXCUSAS
Adimanto le replica a Sócrates que no debe dar más excusas y que deje de perder el tiempo y pase rapidamente a explicar como puede llegar a existir el regimen que están tratando.
Texto1e
Comentario5







































LA COSA JUSTICIA
Sòcrates comienza su investigación aclarando varias cuestiones. En primer lugar, señala que la base de la investigación debe consistir en intentar averigüar que cosa fuese la justicia y qué la injusticia.
Texto1e
Comentario5







































PARTICIPACIÓN
En segundo lugar, Sócrates afirma que en el caso de que lleguen a descubrir cómo es la justicia, lo único que se pretenderá con ello es que el que denominamos hombre justo se le acerque y parezca lo más posible, pero nunca que sea totalmente igual a ella. Y es que si se intenta investigar lo que es la justicia en sí es unicamente en razón a que sirva de modelo. Es decir, se trataría de definir a tal o cual hombre como justo o injusto en tanto en cuanto que participen más o menos del modelo de justicia; pero no tenemos el proposito, señala Sócrates, de mostrar que era posible la existencia de tales hombres.
Texto1e
Comentario5







































LA JUSTICIA EN SÍ
Se discute si en esta expresión se ha de entender «la idea metafísica de la justicia», en sentido platónico, o simplemente «la justicia en abstracto. Aunque la exposición de la teoría de las ideas no se ha hecho todavía, no cabe excluir por ello que se halle ya presente en la mente del filósofo.
Texto1e
Comentario5







































EL PINTOR
En esta comparación se trasluce un concepto del arte muy superior al que Platón habrá de exponer en el libro X. La función del pintor, como la del filósofo al construir su república, es creadora, no de imitación. Por ello no tiene menos mérito un pintor porque, pintando a un hombre de la mayor hermosura, no pueda demostrar ue exista semejante hombre.
Texto1e
Comentario5







































NO PIERDE NADA
Sócrates afirma que va a tratar de fabricar un modelo de ciudad justa. Pero tambien señala que en tal intento su discurso no pierde valor por no poder demostrar que sea posible establecer en la realidad una ciudad que se corresponda al modelo.
Texto1e
Comentario5







































ACUERDO EN LOS MISMOS PUNTOS
Sócrates hace referencia a la dificultad que entraña el ponerse de acuerdo con sus puntos de vista. Con ello apunta a la resistencia general a admitir la doctrina platónica de que el mundo de las ideas tiene más realidad que el de la materia.
Texto1e
Comentario5







































EXACTITUD RELATIVA
Sócrates solicita a los presentes a que no le fuercen a mostrar la necesidad de que las cosas ocurran en la realidad del mismo modo y exactamente a como las tratamos en nuestro discurso. De todos modos, notar como afirma que si se logra descubrir el modo de constituir una ciudad que se acerque maximamente al modelo que queda dicho, es muy lógico suponer que sería posible la realización del mismo en la práctica.
Texto1e
Comentario5





































UNA SOLA COSA
Sócrates intenta probar ahora como es posible un modelo de ciudad ideal. Para ello, comienza señalando que, en primer lugar, habría que poner de manifiesto qué es lo que se hace mal dentro de las ciudades con el objeto de cambiarlo. Afirma que piensa que cambiando una sola cosa se podría mostrar como cambia toda una ciudad.
Texto2e
Comentario5







































OLA GIGANTESCA
Sócrates sitúa la cosa única en relación con la ola gigantesca de la que había hablado anteriormente. Con ello muestra su temor haciéndo referencia a lo que se le puede venir encima cuando los interlocutores escuchen lo que va a decir.
Texto2e
Comentario5







































RISA Y DESPRECIO
Sócrates muestra aquí el temor a que la ola gigantesca, de la que acaba de hablar, estalle en una explosión de risa haciéndole sumerjir así en el ridículo y el desprecio. Sin embargo, afirma que no va a callarse.
Texto2e
Comentario5







































LOS REGENTES FILÓSOFOS
Esto es lo que Sócrates decide no callar: una ciudad modelicamente justa sólo es posible si los filósofos reinan en las ciudades, o cuantos ahora se llaman reyes practiquen noble y adecuadamente la filosofía, y conviertan así la filosofía en poder político.
Este pasaje en dónde habla de los regentes filósofos es muy semejante al de 499 b y el pasaje célebre de la carta VII (326 a-b), donde se agrega que «éste era ya el criterio que yo tenía cuando llegué por primera vez a Italia y Sicilia».
Texto2e
Comentario5







































COINCIDENCIA
Ha de insistiese también en que Platón condena la dedicación exclusiva a la especulación filosófica o a la actividad política y sólo en la unión de ambas ve la posibilidad de salvación. Historicamente, sin embargo, Platón, que ya acabaría por sentirse defraudado en vida, lo estaría aún más si pudiese comprobar como  «El rey filósofo» se hizo un tópico en los panegíricos de los emperadores romanos y, con más o menos cantidad de adulación o de justicia, ha sido aplicado también a otros monarcas de época posterior.
Texto2e
Comentario5







































ALGO PARADÓJICO
Platón, aquí, como en aquello de «la ola que estallara en risa», se refiere al previsto choque de su aserción, expresada en los simples términos en que él lo hace, con la opinión reinante en la democracia ateniense acerca de los filósofos.
Texto2e
Comentario5







































SE ECHARAN SOBRE TÍ
Glaucón protesta contra las ideas de Sócrates sobre los regentes filósofos y le avisa que se le van a echar sobre él con todas sus fuerzas una multitud de hombres no despreciables, es decir, los políticos de su tiempo, que aprovecharán la primera arma que encuentren para atacar sin piedad; y, si no los rechaza con sus argumentos, escapándose de ellos, tendría que pagarlo de verdad.
Texto2e
Comentario5







































DISCIPULO QUE NO TRAICIONA
A pesar todo, Adimanto, anima a Sócrates y se muestra dispuesto a no hacerle traición y colaborar en la investigación respondiendo a las que preguntas que éste le haga.
Texto2e
Comentario5







































INTENTARLO
Sócrates lo que ahora intentaes demostrar por qué deberían ser los regentes-filósofos, a los que se ha referido anteriormente, los que deben gobernar en la ciudad.
Texto3e
Comentario5







































TOTALIDAD
Con el objeto de demostrar que los regentes-filósofos son los llamados a gobernar la ciudad, Sócrates utiliza el denominado por muchos método del rodeo: sistema que parece alejarnos de lo que se está tratando pero que en realidad no es otra cosa que dar un especie de rodeo que nos ayuda a ver mucho mejor lo que se está analizando. En este contexto, Sócrates, comienza señalando algo que parece alejarse del tema, al afirmar que los regentes-filósofos deberían ser amantes no de lo parcial  sino de la totalidad del saber.
Texto3e
Comentario5







































COLOR DE MIEL
Este pasaje revelador de una gran verdad de experiencia humana en el ámbito de los enamorados ha sido muchas veces imitado: Lucrecio dio a semejantes consideraciones un tono de acritud; Horacio, en cambio propone esta condescendencia de los amantes como un modelo para la buena amistad. Platón, por su parte, ridiculiza alguna de las grotescas invenciones de los amantes, como lo del «color de miel» que no existe más que en la imaginación de aquéllos.
Texto3e
Comentario5







































GENERALES
Bajo el estratega o general en jefe estaban los taxiarcos, jefes de los diez cuerpos formados con los hoplitas de cada una de las diez tribus, y   subordinados de ellos eran los jefes de tercio, tres bajo taxiarco; a estos jefes de tercio se refiere Platón.
Texto3e
Comentario5







































DESEOSO DE LA TOTALIDAD
Según Sócrates, cuando decimos que uno está deseoso de algo entendemos que su deseo es de la totalidad de ese algo y no de algo en parte sí y en parte no. Asi, por ejemplo, el ambicioso, deseoso de honores, están siempre dispuestos a ocupar cualquier puesto que se les ofrezca pues están en un todo deseosos de honra.
Texto3e
Comentario5







































AMANTE DE SABIDURÍA
Según Sócrates, el amante de la sabiduría es aquel que la desea toda entera. Por tanto, de aquel que siente disgusto por el estudio, no diremos que sea amante del estudio ni filósofo, como no decimos del desganado que desee alimentos ni que se buen comedor. En cambio, al que con la mejor disposición quiere gustar de toda enseñanza, al que se encamina contento a aprender sin mostrarse nunca ahito, a ése le llamaremos con justicia filósofo.
Texto3e
Comentario5







































AFICIONADOS AL SABER
Aunque Glaucón dice estar de acuerdo con las ideas de Sócrates le hace ver sus reparos. Y es que, señala Glaucón, nos encontramos con gentes que gustan totalmente de los espectáculos o de las audiciones, siendo, por tanto, en lo suyo amantes del saber, pero que no tiene claro si podría llamárseles filósofos.
Texto3e
Comentario5







































SEMEJANTES A FILÓSOFOS
Sócrates afirma que unicamente serían semejantes a los filósofos en cuanto se complacen en saber, pero el saber que ellos alcanzan no es más que una sombra de verdadero saber ya que lo que llegan a conocer no es otra cosa que las sombras del verdadero objeto de la sabiduría. Son semejantes a los filósofos en cuanto «se complacen en saber»; pero el saber que ellos alcanzan no es más que una sombra del verdadero, como las apariencias por ellos captadas son sólo sombras del verdadero objeto de la sabiduría. Ante esta respuesta, Glaucón le interroga acerca de quienes son para él los filósofos verdaderos. La respuesta socrática la veremos más adelante.
Texto3e
Comentario5





































FILOSOFOS VERDADEROS
La descripción que Sócrates va ahora realizar acerca de los denominados filósofos verdaderos hay que situarla en relación a la dificultad que Glaucón había planteado anteriormente al preguntar si habría que situar a los aprendices y aficionados en determinadas artes el calificativo de filósofos. Como Sócrates había respondido negativamente y los había definido a tales aficionado no como filósofos sino como semejantes a filósofos es por lo que ahora comienza a tratar sobre lo que considera como filósofos verdaderos. A éstos comienza definiéndolos como aquellos que gustan de contemplar la verdad. Ahora bien ¿que significa contemplar la verdad?. Sócrates intentará aclarar esta definición tomando como base su teoría de las ideas.
Texto1f
Comentario6







































LAS IDEAS
La teoría de las ideas no es aquí objeto de demostración ni de discusión, porque Glaucón la va aceptando a medida que Platón la expone. El intento especial del filósofo en este lugar es señalar la existencia de las ideas como realidades separadas e independientes, insistiendo sobre todo en la posibilidad y conveniencia de de su conocimiento. Por ello, parte de la tesis de que existen ideas distintas entre sí y que, a su vez, cada una es una cosa - lo hermoso- lo feo -lo justo- lo injusto- lo bueno- lo malo-. El objetivo es, sin embargo, señalar que una cosa es conocerlas en sí mismas y otra distinta en sus apariencias.
Texto1f
Comentario6







































LAS APARIENCIAS
Según Sócrates las ideas cuando se mezclan con las acciones y los cuerpos se muestran cada una con multitud de apariencias.
Texto1f
Comentario6







































AFICIONADOS
Del mismo modo que las ideas, la sabiduría se nos aparece tambien con multitud de apariencias. Pues bien, es esta apariencia de sabiduría la que se nos muestre en los aficionados a los espectáculos u otras artes.Y es que los aficionados a audiciones o espectáculos gustan de las buenas voces, colores y formas; pero su mente es incapaz de ver y gustar la naturaleza de lo bello en sí mismo.
Texto1f
Comentario6







































LOS FILÓSOFOS
Los filósofos verdaderos gustan de contemplar la verdad porque no se limitan a percibir lo accidental y lo aparencial de la realidad sino que intentan penetrar en el secreto de la esencia de las cosas.
Texto1f
Comentario6







































LO BELLO EN SÍ
Por ejemplo, en relación con la belleza habría que diferenciar entre lo que es la belleza en sí y lo que son las cosas bellas. Intentar descubrir lo primero es propio de un filósofo verdadero, quedarse con la percepción de las cosas bellas es algo propio de aficionados y seres semejantes a filósofos pero no filósofos verdaderos.
Texto1f
Comentario6







































ENSOÑAR
Sócrates se sirve de los similes del sueño y de la vigilia para explicar mejor lo que viene diciendo. Los que creen en las cosas bellas y no en la belleza en sí son personas que viven no despiertos sino en un ensueño; pues que otra cosa es ensoñar- se pregunta Sócrates- sino el que uno, no tome lo que semejante somo tal semejanza de su semejante, sino como aquello mismo a que se asemeja? Es decir, una cosa que denominamos como bella es algo que se asemeja o partiticipa de una idea eterna e inmutable de belleza. Pensar lo contrario, es decir, creer que lo que es una cosa bella se identifica con la belleza misma es lo mismo que el que confunde el mundo de los sueños con el de la vigilia.
Texto1f
Comentario6







































VIVIR EN VELA
Los que, por el contrario, son capaces de dirigirse a lo bello en sí y contemplarlo tal cual es, y, asimismo llegan a saber que las cosas bellas lo son porque participan de esta belleza, son los que se encuentran despiertos y viven en vela.
Texto1f
Comentario6







































ALGUIEN SE ENOJA
Se cree con bastante probabilidad que aquí Platón, aunque dando a sus consideraciones un valor general,  piensa especialmente en Antístenes decidido adversario de su teoría de las ideas. Simplicio  cuenta que Antístenes dijo: «¡Oh, Platón! Veo el caballo, pero no veo la caballeidad.» Y el otro contestó: «Porque tienes el ojo con que se ve el caballo, pero no aquel con que se ve su idea»
Texto1f
Comentario6







































CONTESTAME POR ÉL
Sócrates aduce aquí un argumento en el que se sospecha hay un valor polémico, en cuanto su supuesto adversario Antístenes En el marco así establecido, y sin salir de él, se desarrolla la argumentación que sigue y en dónde pide a Glaucón que conteste en lugar de su adversario. La estructura de la argumentación es la siguiente:

  1. El que conoce, tiene que conocer algo que es o existe. Por ello deberíamos estar de acuerdo en  que lo que existe absolutamente es absolutamente conocible y lo que no existe en manera alguna, entonces es enteramente incognoscible.
  2. Si existiera algo tal que exista y que no exista, entonces nos encontraríamos con algo que está en la mitad entre lo puramente existente y lo absolutamente inexistente. En este contexto, si sobre lo que existe hay conocimiento y sobre lo que no existe hay ignorancia, entonces a lo intermedio entre el saber y la ignorancia le podríamos dar el nombre de opinión.
  3. Esto último es lo que Sócrates intentará descubrir a partir de ahora.
    Texto1f
    Comentario6







































DISTINCIÓN
Sobre la base de lo establecido anteriormente, Sócrates, quiere dejar tambien claro que tanto el saber como la ignorancia son realidades distintas porque ordenan según su propia potencia. Es decir, el saber se dirige por naturaleza a lo que existe para conocer el ser. La ignorancia hacia el no-ser y lo no existente.
Texto1f
Comentario6







































EL GENERO DE LA OPINIÓN
Por su parte, la opinión parece ser algo distinto al saber pero tambien de la ignorancia. Ahora bien, si ello es así, despues de haber visto que por naturaleza el saber tiende hacia el conocimiento del ser y de lo que existe y la ignorancia hacia el no-ser y lo no existente: ¿hacia donde tiende por naturaleza la opinión?
Texto1f
Comentario6







































DIFERENTE DEL CONOCER
Es evidente que, según lo establecido, la opinión no puede dirigirse hacia el conocimiento del ser ni de lo que existe.
Texto1f
Comentario6







































LO CONOCIBLE
Se identifica con el ser y con lo que existe.
Texto1f
Comentario6







































LO OPINALBE
No se identifica ni con el ser ni con lo que existe. Pero, como veremos más adelante, ello no quiere decir que se identique con lo que no-es o no existe.
Texto1f
Comentario6







































IGNORANCIA
Según Sócrates es imposible opinar sobre lo que no existe ya que el que opina tiene siempre una opinión sobre algo y lo que no existe no es alguna cosa sino que realmente puede llamarse nada. Además tambien parece evidente que a lo que no existe le atribuimos forzosamente ignorancia y a lo que existe el conocimiento. En definitiva, parece que no se opina ni sobre lo existente ni sobre lo no existente y,  por ello, la opinión ni es conocimiento ni es ignorancia sino que está al margen de estas dos cosas.
Texto1f
Comentario6







































EN MITAD DE AMBAS
La opinión parece algo más oscuro que el conocimiento, pero más luminoso que la ignorancia, lo que implica el tener que aceptar que está en la mitad de ambas y, por tanto, es un término medio entre una y otra. Ahora bien, recordar que anteriormente en la argumentación se había establecido que si apareciese algo tal que al mismo tiempo existiese y no existiese, entonces no habría sobre tal cosa ni saber ni ignorancia, sino que sería algo intermedio entre ignorancia y el saber. Pues bien, ese algo intermedio que se nos aparece ahora en la argumentación es lo que Sócrates denomina como Opinión.
Texto1f
Comentario6







































RESPONDE BUEN HOMBRE
Las palabras de Platón suenan a reto personal: probablemente van dirigidas a Antístenes. Reta al fundador de la escuela cínica porquel afirmaba que no existía, por ejemplo,  lo bello en sí, ni idea alguna de belleza, sino tan sólo una multitud de cosas bellas.
Texto2f
Comentario6







































CANTIDADES DOBLES
Una cosa que es doble de otra, puede ser al mismo tiempo mitad de una tercera, y así en un respecto es doble y en otro mitad; de lo doble en sí o idea de lo doble no puede decirse esto, sino que es siempre e invariablemente doble. Pues bien, Sócrates sigue retando al buen hombre Antístenes para que demuestre si acaso no es cierto que las cosas bellas son al mismo tiempo feas o que las cantidades dobles se nos aparecen tambien como mitades (por ejemplo, el 4 es el doble del dos pero tambien es la mitad del 8).
Texto2f
Comentario6







































COSAS LIGERAS Y PESADAS
Siguiendo en la misma linea del reto anterior, Sócrates, afirma que la misma relatividad se puede percibir tambien  con las cosas ligeras y pesadas que son, a veces, las unas como las otras, es decir, una misma cosa puede ser ligera para un hombre forzudo y muy pesada para uno debil.
Texto2f
Comentario6







































ACERTIJO INFANTIL
El enigma o adivinanza a que aquí se refiere Platón reza así en una de las versiones del escoliasta: «se cuenta que un hombre que no era hombre, viendo a un pájaro que no era pájaro posado en un palo que no era palo, le tiró y no le tiró una piedra que no era piedra. La solución es: un eunuco, viendo a un murciélago posado en una caña, le tiró una piedra pómez y no le dio. Esta adivinanza se utilizaba en los ejercicios de lógica entre los estoicos. Por lo demás, la conclusión que sigue se presta a la objeción de que no es lo mismo «ser o no ser tal o cual cosa (v. gr., bueno, bello, etc.)» que «ser o no ser en absoluto», esto es, «existir o no existir»; y como de este problema de la predicación y del no ser trata adecuadamente Platón en el Sofista, cabe suponer, o que al escribir esto no había llegado a madurar su pensamiento, o que emplea conscientemente la falacia con un fin ocasional y práctico, como opinan los defensores de la unidad de la doctrina platónica.
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MULTIPLES CREENCIAS
Los defensores de la existencia de cosas bellas y justas pero negadores de la existencia de la belleza en sí o de la justicia en sí, son representantes de las múltiples creencias acerca de lo bello y de lo justo, sitúandose, por tanto, en la región intermedia entre el no-ser y el ser puro, es decir, en el mundo de la Opinión.
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MUCHAS COSAS BELLAS
Los que unicamente perciben muchas cosas bellas se encuentran sometidos a la potencia de lo opinable, pero no de lo conocible.
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IDÉNTICA A SÍ MISMA
Los que son capaces de contemplar cada cosa idéntica a sí misma son los amantes de la sabiduría y los filósofos verdaderos.
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RECORDAR LO DICHO
Ver 476 b.
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AMANTES DE LA OPINIÓN
Los que perciben muchas cosas bellas, pero no ven lo bello en sí, están situados dentro de la clase de los que opinan pero no conocen, es decir, al margen de los auténticos filósofos. Por ello son más bien amantes de la opinión que filósofos o amantes de la sabiduría. Y cuando se le diga tal cosa, no deberían enojarse, afirma Sócrates, porque no es lícito enojarse con la verdad.
Platón ha creado aquí la palabra «filodoxo», amante de la opinión, categoría a la que, sin duda, trata de reducir a alguno de sus advmarios que se daba a sí mismo título de filósofo, ya se trate de Isócrates, ya de Antístenes, ya de ambos. 

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