FREUD

...ese terrible deseo egoista que habia surgido en ella...


Hilde Moller Knag se levantó de la cama de un salto, con la pesada carpeta de anillas en los brazos. Dejó la carpeta sobre el escritorio, cogió su ropa volando y se la llevó al baño,donde se metió dos minutos debajo de la ducha. Finalmente se vistió en un abrir y cerrar de ojos, y bajó corriendo a la cocina.

-Ya está el desayuno, Hilde.

-Antes tengo que salir a remar un poco.

-¡Pero Hilde!

-Salió de la casa y bajó a toda prisa por el jardin. Soltó la barca y se metió en ella de un salto. Empezó a remar. Dio una vuelta por toda la bahia a remo; al principio, estaba muy excitada, luego se fue calmando. «¡Nosotros somos el planeta vivo, Sofia! Somos el gran barco que navega alrededor de un sol ardiente en el universo. Pero cada uno de nosotros también es un barco que navega por la vida cargado de genes. Si logramos llevar esta carga al próximo puerto, entonces no habremos vivido en vano...· Sabía esa frase de memoria. Se habia escrito para ella; no para Sofia, sino para ella. Todo lo que había en la carpeta de anillas era una carta de papá a Hilde. Soltó los  remos de las horquillas y los puso dentro. De esta manera la barca quedó balanceándose sobre el agua. Sonaban suaves chasquidos contra el fondo. La barca flotaba en la superficie de una pequeña bahia en Lillesand, y ella misma no era más que una cáscara de nuez en la superficie de la vida. ¿Dónde encajaban Sofía y Alberto en todo esto? Bueno,¿dónde estaban Alberto y Sofía?

No le pegaba que sólo fueran unos impulsos electromagnéticos del cerebro del padre.No le cuadraba que sólo fuesen papel y tinta de una cinta impresora de la maquina de escribir portatil de su padre. Entonces igual podría decir que ella misma era simplemente una acumulación de compuestos proteínicos que en algún momento se habían unido en una "pequeña charca calida". Pero ella era algo más. Era Hilde Moller Knag. Claro que la gran carpeta de anillas era un regalo de cumpleaños fantástico. Y claro que su padre había dado en un núcleo eterno dentro de ella con este regalo. Pero lo que no le gustaba del todo era ese tono un poco descarado que utilizaba cuando hablaha de Sofía y Alberto. Pero Hilde le daría que pensar ya en el viaje de vuelta a casa. Se lo debia a esos dos personajes. Hilde se imaginaba a su padre en el aeropuesto de Copenhague. Tal vez se quedara por allí vagando como un tonto.

Pronto Hildle se habia serenado del todo. Volvió remando hasta el muelle y amarró la barca. Luego se quedó mucho tiempo sentada junto a la mesa de desayuno con su madre. Muy tarde aquella noche volvió por fin a sacar la carpeta de anillas. Ya no quedaban muchas páginas. De nuevo sonaron golpes en la puerta. Podríamos taparnos los oídos, ¿no? -dijo Alberto-. Y así tal vez dejen de golpear.

-No, quiero ver quién es. Alberto la siguió. Fuera había un hombre desnudo. Se habia colocado en una postura muy solemne, pero lo único que llevaba puesto era una corona en la cabeza.

-¿Bien? -preguntó-. ¿Qué opinan los señores del nuevo traje del emperador? Alberto y Sofía estaban atónitos, lo cual desconcertó un poco al hombre desnudo.

-¿No me hacen ustedes reverencias? -exclamó. Alberto hizo de tripas corazón y dijo:

-Es verdad, pero el emperador está totalmente desnudo. El hombre desnudo se quedó en la misma postura solemne. Alberto se inclinó sobre Sofía y le susurró al oído:

-Cree que es una persona decente. El rostro del hombre desnudo adquirió una expresión de enfado.

-¿Acaso se practica en esta casa algún tipo de censura? -preguntó.

-Lo siento -dijo Alberto-. En esta casa estamos completamente despiertos y en nuestro sano juicio en todos los sentidos. No podemos permitir al emperador que entre en esta casa en el estado tan vergonzoso en que se encuentra. A Sofía ese hombre desnudo y a la vez tan solemne le resultaba tan cómico que se echó a reír. Como si esto hubiera sido una contraseña secreta, el hombre de la corona en la cabeza descubrió finalmente que no llevaba ninguna ropa puesta. Se tapó con las dos manos, se fue corriendo hacia el bosque y desapareció. Tal vez se encontrara allí con Adán y Eva, Noé, Caperucita Roja y Winnie Pooh. Alberto y Sofía se quedaron delante de la puerta muertos de risa. Al final, Alberto dijo:

-Ya podemos sentarnos dentro otra vez. Te hablaré de Freud y de su doctrina sobre el subconsciente. Volvieron a sentarse delante de la ventana. Sofía miró el reloj y dijo:

-Son ya las dos y media, y yo tengo un montón de cosas que hacer para la fiesta en el jardín.

-Yo tambien. Sólo diremos unas pocas palabras sobre Sigmund Freud.

-¿Era filósofo?

-Al menos podemos llamarlo «filósofo cultural». Freud  nació en 1856  y estudió medicina en la universidad de Viena,ciudad en la que vivió gran parte de su vida. Esta época coincidió con un período de gran florecimiento en la vida cultural de Viena. Freud se especializó pronto en la rama de la medicina que llamamos neurología. Hacia finales del siglo pasado, y muy entrado nuestro siglo, elaboró su «psicología profunda», o «psicoanálisis»

-Supongo que lo vas a explicar más detalladamente.

-Por «psicoánalisis» se entiende tanto una descripcion de la mente humana en sí, como un método de tratamiento de enfermedades nerviosas y psíquicas. No presentaré una imagen completa ni del propio Freud ni de sus actividades. Pero su teoría sobre el subconsciente es totalmente imprescindible si uno quiere entender lo que es el ser humano.

-Ya has despertado mi interés. ¡Venga!

-Freud pensaba que siempre existe una tensión entre el ser humano y el entorno de este ser humano. Mejor dicho, existe una tensión, o un conflicto, entre los instintos y necesidades del hombre y las demandas del mundo que le rodea. Seguramente no es ninguna exageración decir que fue Freud quien descubrió el mundo de los instintos del hombre. Esto le convierte en un exponente de las corrientes naturalistas tan destacadas a finales del siglo pasado.

-¿Qué quieres decir con «el mundo de los instintos»?

-No siempre es la razón la que dirige nuestros actos. Es decir, que el hombre no es un ser tan racional como se lo habían imaginado los racionalistas del siglo XVIII. Son a menudo impulsos irracionales los que deciden lo que pensamos, soñamos y hacemos. Esos impulses irracionales pueden ser la expresión de instintos o necesidades profundas. Los instintos sexuales del ser humano, son, por ejemplo, tan fundamentales como la necesidad en el bebé de chupar.

-Entiendo.

-Esto no fue en realidad ningún descubrimiento nuevo. Pero Freud demostró que esas necesidades básicas o fundamentales pueden « disfrazarse» o «enmascararse» y, de ese modo, dirigir nuestros actos sin que nos demos cuenta de ello. Señala además que los niños pequeños también tienen una especie de sexualidad. Esta demostración de una «sexualidad infantil» hizo reaccionar a la gran burguesía de Viena con gran aversión, y Freud se convirtió en un hombre muy poco apreciado.

-No me extraña.

-Recuerda que estamos en la llamada «época victoriana», en la que todo lo que tenía que ver con la sexualidad era tabú. Freud se dio cuenta de la sexualidad infantil a través de su trabajo como psicoterapeuta, y tenía, aparte, una base empírica para sus afirmaciones. También observó que muchas formas de neurosis o enfermedades psíquicas podían tener su origen en conflictos en la infancia. Poco a poco fue elaborando un método de tratamiento que podríamos llamar una especie de «arqueología mental».

-¿Qué significa eso?

-Un arqueólogo intenta encontrar huellas de un lejano pasado, excavando su camino a través de las diferentes capas de cultura. Tal vez encuentre un cuchillo del siglo XVIII; profundizando más en la tierra quizás encuentre un peine del siglo XIV, y aún más adentro una vasija del siglo V.

-¿Sí?

-De la misma manera puede el psicoterapeuta, con la ayuda del paciente, excavar el camino en la conciencia de éste para recoger aquellas vivencias que en alguna ocasión le originaron esos sufrimientos psíquicos. Porque,según Freud, todos los recuerdos del pasado se guardan muy dentro de nosotros.

-Ahora lo entiendo.

-Y entonces puede que encuentre una vivencia desagradable, que el paciente durante años ha intentado olvidar, pero que a pesar de todo ha estado oculta en el fondo, corroyendo sus recursos.Sacando a la conciencia una experiencia «traumática» de este tipo, mostrándola de alguna manera al paciente, él o ella pueden «acabar de una vez por todas» con el trauma en cuestión y así curarse.

-Suena lógico.

-Pero voy demasiado deprisa. Veamos primero la descripción que presenta Freud de la mente humana. ¿Has observado alguna vez a un niño pequeño?

-Tengo un primo de cuatro años.

-Cuando nacemos, damos salida sin inhibiciones y muy directamente a todas nuestras necesidades físicas y psíquicas. Si no nos dan leche gritamos. También lloramos cuando el pañal está mojado,y emitimos señales muy directas de que deseamos una proximidad física y calor corporal. Este «principio de los instintos» o de «placer, dentro de nosotros mismos Freud lo llama el ello .

-¡Sigue!

-«El ello», o el principio de los instintos, siempre lo llevamos con nosotros, también cuando nos hacemos mayores. Pero con el tiempo aprendemos a regular nuestros instintos y, con ello, a adaptarnos a nuestro entorno. Aprendemos a ajustar el principio de los instintos con arreglo al «principio de la realidad». Freud dice que nos construimos un yo que tiene esta función reguladora. Aunque nos apetezca una cosa no podemos sentarnos y gritar sin más hasta que nuestros deseos o necesidades hayan sido satisfechos.

-Claro que no.

-Así pues, puede ocurrir que deseemos algo muy intensamente,y que ese algo el entorno no esté dispuesto a aceptarlo. Entonces puede suceder que reprimamos nuestros deseos, lo cual significa que intentemos dejarlos a un lado y olvidarlos.

-Entiendo.

-Pero Freud contaba con otra «entidad» en la mente humana. Desde pequeños nos topamos con las demandas morales de nuestros padres y del mundo que nos rodea. Cuando hacemos algo mal, los padres dicen: ¡No, así no!» o «¡Qué malo eres!». Incluso de mayores arrastramos un eco de ese tipo de demandas morales y de esas condenas. Es como si las expectativas morales del entorno nos hubieran penetrado hasta dentro, convirtiéndose en una parte de nosotros mismos. Eso es lo que Freud llama el  super-yo

-¿Quería decir la conciencia?

-En lo que él llama el «super-yo» también está la propia conciencia. No obstante, Freud opinaba que el super-yo nos avisa cuando tenemos deseos «sucios» o «impropios». Esto es sobre todo aplicable a deseos eróticos y sexuales. Y, como ya he indicado, Freud señaló que estos deseos impropios o «indecorosos» comienzan ya en una fase temprana de la infancia.

-¡Explica!

-Hoy en día sabemos y vemos que a los niños pequeños les gusta tocar sus órganos sexuales. Es algo que podemos observar en cualquier playa. En la época de Freud una «conducta» así podía dar lugar a un pequeño cachete sobre los dedos de ese niño de dos o tres años, o quizás a que la madre dijera: «¡Malo!» o «¡Eso no se hace!» o «Pon las manes encima del edredón».

-Es completamente enfermizo.

-De esta forma surge el sentimiento de culpabilidad relacionado con todo aquello que tiene que ver con los órganos sexuales o con la sexualidad en general. Debido a que este sentimiento de culpabilidad se queda en el super-yo, muchas personas, según Freud, arrastran durante toda su vida un sentimiento de culpabilidad relacionado con el sexo. Al mismo tiempo Freud señaló que los deseos y necesidades sexuales constituyen una parte natural e importante del ser humano. Ya ves, Sofía, tenemos todos los ingredientes para un conflicto tan largo como la misma vida, entre el placer y la culpabilidad.

-¿No crees que este conflicto se ha moderado algo desde los tiempos de Freud?

-Seguramente. Pero muchos de los pacientes de Freud vivieron este conflicto con tanta fuerza que desarrollaron lo que Freud llamó neurosis Una de sus muchas pacientes estaba, por ejemplo, secretamente enamorada de su cuñado. Cuando murió su hermana, a causa de una enfermedad, ella pensó: «Ahora está libre y se puede casar conmigo». Pero este pensamiento chocaba al mismo tiempo con su super-yo. Le resultaba tan monstruoso, dice Freud, que inmediatamente lo reprimió. Quiere decir que lo empujó hacia el subconsciente. Freud escribe: «La joven enfermó y manifestó serios síntomas histéricos, y cuando vino a mi consulta para ser tratada, resultó que se había olvidado totalmente de la escena junto a la cama de la hermana y de ese terrible deseo egoísta que había surgido en ella. Pero sí se acordó durante el tratamiento; en un estado de fuerte agitación mental reprodujo el momento patológico y se curó con este tratamiento».

-Ahora entiendo mejor lo que quieres decir con «arqueología mental».

-Entonces podemos dar una descripción general de la psique del ser humano. Tras una larga experiencia en el tratamiento de pacientes, Freud llegó a la conclusión de que la consciencia del hombre sólo constituye una pequeña parte de la mente humana. Lo consciente es como la pequeña punta de un iceberg que asoma por encima de la superficie. Debajo de la superficie, o debajo del umbral de la consciencia, está el subconsciente. -¿Entonces el subconsciente es todo aquello que está dentro de nosotros pero que hemos olvidado o que no recordamos?

-No tenemos siempre en la parte consciente todas nuestras experiencias y vivencias. A esas cosas que hemos pensado o vivido , y que recordamos si nos «ponemos a pensar», Freud las llamó «lo preconsciente». La expresión «lo subconsciente» la utilize para cosas que hemos «reprimido», es decir, cosas que hemos intentado olvidar porque nos eran «desagradables», «indecorosas» o «repulsivas». Si tenemos deseos y fantasías que resultan intolerables a la consciencia, o para el super-yo, los empujamos hasta el sótano, para que se quiten de la vista.

-Entiendo.

-Este mecanismo funciona en todas las personas sanas. Pero a algunos les puede costar tanto esfuerzo mantener alejados de la consciencia los pensamientos desagradables o prohibidos que les causa enfermedades nerviosas. Porque lo que se procura reprimir de esta forma, intenta volver a emerger a la consciencia por propia iniciativa. Algunas personas necesitan por tanto emplear cada vez más energía para mantener esos impulsos alejados de la critica de la consciencia. Cuando Freud estuvo en América en 1909, dando conferencias sobre psicoanálisis, puso un ejemplo de cómo funciona este mecanismo de represión.

-¡Venga!

-Dijo:  «Supongamos que en esta sala... se encontrara un individuo que se comportara de modo que estorbara y desviara mi atención en esta conferencia, riéndose groseramente, hablando y haciendo ruido con los pies. Digo que no puedo seguir en tales condiciones, y unos hombres fuertes se levantan y echan al intruso tras un breve forcejeo. Él ha sido reprimido y yo puedo seguir mi conferencia. Para que esta interrupción no se repita, en caso de que el hombre vuelva a entrar en la sala, los señores que ejecutaron mi voluntad llevan sus sillas hasta la puerta y se colocan alli como resistencia después de la represión cumplida. Si han captado ustedes el interior y el exterior de la sala como lo consciente y lo subconsciente , tendran un buen ejemplo del proceso de la represión».

-Estoy de acuerdo en que es un buen eiemplo.

-Pero ese «intruso» quiere volver a entrar, Sofía. Y ése es el caso de los pensamientos e impulsos reprimidos. Vivimos con una constante «presión» de pensamientos reprimidos que luchan por emerger del subconsciente. A menudo decimos o hacemos cosas sin gue haya sido ésa «nuestra intención». De ese modo, las reacciones subconscientes pueden dirigir nuestros sentimientos y actos.

-¿Puedes poner algún ejemplo?

-Freud opera con varios mecanismos de ese tipo. Un ejemplo es lo que él llamaba reacciones erróneas. Quiere decir que decimos o hacemos cosas que algún día intentamos reprimir. El propio Freud menciona el ejemplo de un capataz que iba a brindar por su jefe; este jefe no era muy apreciado. Era lo que vulgarmente se diría «una mierda».

-El capataz se puso de pie, levantó la copa solemnemente y dijo: « ¡Propongo una mierda para el jefe! »

-Me has dejado atónita.

-También se quedaría atónito el capataz. En realidad sólo había dicho lo que sentía. Pero no había sido su intención decirlo. ¿Quieres otro ejemplo más?

-Con mucho gusto.

-En la familia de un pastor protestante que tenía muchas hijas y eran todas muy buenas, se esperaba la visita de un obispo. Daba la casualidad de que ese obispo tenía una nariz increíblemente larga.Por eso las hijas recibieron la orden de no hacer ningún comentario sobre la nariz. Ya sabes que muy a menudo a los niños se les escapan comentarios espontáneos precisamente porque el mecanismo de represión no es muy fuerte.

-¡Sí!

-El obispo llegó a casa del pastor, cuyas encantadoras hijas se esforzaron al máximo para no hacer ningún comentario sobre la nariz. Y más que eso: intentaron por todos los medios no mirar la nariz, tendrían que ignorarla. Se concentraron en ello. Luego una de las niñas sirvió los terroncitos de azúcar para el café. Se colocó delante del solemne obispo y dijo: ¿ le apetece una poco de azúcar en la nariz? -¡Qué corte!

-Algunas veces también racionalizamos; lo que quiere decir que damos a los demás y a nosotros mismos razones de lo que hacemos que no son las verdaderas. Y eso es precisamente porque la verdadera razón es demasiado embarazosa.

-¡Un ejemplo, por favor!

-Te puedo hipnotizar para que abras una ventana. En el transcurso de la hipnosis te digo que cuando yo empiece a dar en la mesa con las yemas de los dedos, tú tendrás que levantarte e ir a abrir la ventana. Yo doy con los dedos en la mesa, y tú abres la ventana. Luego yo pregunto por qué abriste la ventana. Quizás contestes que lo hiciste porque te parecía que hacía calor. Pero ésa no es la verdadera razón. No quieres admitirte a ti misma que has hecho algo bajo mi orden hipnótica. En ese caso «racionalizarías», Sofía.

-Comprendo.

-Así nos «comunicamos doblemente» casi todos los días.

-Mencioné antes a mi primo de cuatro años. Creos que no tiene a muchos con quien jugar; por lo menos se pone muy contento cuando voy a su casa. Una vez le dije que tenía que irme pronto a casa porque mi mamá me estaba esperando. ¿Sabes lo que me contestó?

-¿Qué?

-"Ella es tonta"

-Sí, ése es otro ejemplo de lo que queremos decir con racionalización.El niñó no quería decir lo que dijo.Lo que quería decir es que era una tontería que tú te tuvieras que ír.Algunas veces tambien proyectamos.

-Traduce.

- Proyección  significa que transferimos a otras personas diferentes cualidades que intentamos reprimir en nosotros mismos.  Una persona muy tacaña,por ejemplo, no suele tardar mucho en caracterizar a otros como tacaños.Uno que no quiere admitir su fijación por el sexo, es el primero en indignarse ante otros como él.

-Comprendo.

-Freud pensó que abundan los ejemplos de esos actos inconscientes en nuestra vida cotidiana. A lo mejor ocurre que nos olvidamos constantemente del nombre de una determinada persona, quizás manoseamos constantemente nuestra ropa mientras hablamos o movemos cosas aparentemente casuales en la habitación. También es muy corriente tartamudear y tener lapsus al hablar que pueden parecer totalmente inocentes. Freud opina que un lapsus nunca es ni tan casual ni tan inocente como creemos. Opinaba que tienen que ser evaluados como síntomas. Esos «actos erróneos» o «actos casuales» pueden revelar los secretos más íntimos.

-A partir de ahora voy a pensar muy bien cada palabra que pronuncie.

-Pero de todos modos no lograrías escapar de tus impulsos subconscientes.El arte es precisamente no emplear demasiados esfuerzos en empujar las cosas desagradables hacia el subconsciente. Es como cuando se intenta tapar el agujero que hace una rata de agua. Puedes estar segura de que la rata vuelve a emerger por otro sitio del jardín. Lo sano es tener una puerta a medio abrir entre la consciencia y el subconsciente.

-¿Y si uno cierra la puerta, se puede contraer alguna enfermedad psíquica?

-Sí. Un neurótico es justamente una persona que emplea demasiada energía en mantener «lo desagradable» alejado de la consciencia. Se trata a menudo de experiencias o vivencias especiales que esta persona a toda costa necesita reprimir. A esas experiencias o vivencias especiales Freud las llamó traumas. La palabra «trauma» es griega y significa «herida».

-Comprendo.

-En el tratamiento de los pacientes era importante para Freud intentar abrir la puerta cerrada con mucho cuidado, o quizás abrir una puerta nueva. Colaborando con el paciente intentó volver a sacar a la luz las vivencias reprimidas. Pues el paciente no es consciente de lo que reprime, y sin embargo puede estar muy interesado en que el médico le ayude a buscar los traumas ocultos.

-¿Qué método emplea el médico?

-Freud desarrolló lo que él llamó técnica de las asociaciones libres. Consistía en quedejaba que el paciente se tumbara en una postura cómoda y que luego hablara de lo que se le ocurriera , independientemente de lo insustancial, casual, desagradable o embarazoso que pudiera parecer. Se trataba de intentar destruir aquella «tapadera» o «control» que se había colocado encima de los traumas. Porque son precisamente los traumas los que tienen interés para el paciente. Están constantemente en acción, pero no en la consciencia.

-¿Cuanto más se esfuerza uno por olvidarse de algo, más se piensa en ello en el subconsciente?

-Exactamente. Por eso es importante escuchar las señales del subconsciente. Según Freud, el «camino real» hacia el subconsciente lo son nuestros sueños. Y su libro más importante es la gran obra  La interpretación de los sueños publicada en 1900, y en la que mostró que no es casual lo que soñamos. Nuestros pensamientos subconscientes intentan comunicarse con la consciencia a través de los sueños.

-¡Sigue!

-Después de recopilar sus experiencias con pacientes durante muchos años, y también después de haber analizado sus propios sueños, Freud afirma que todos los sueños cumplen deseos. Esto se observa fácilmente en los niños, dice, pues los niños sueñan con helado y cerezas. Pero en el caso de los adultos sucede a menudo que los deseos, que a su vez serán cumplidos en los sueños, están disfrazados. Porque también cuando dormimos hay una severa censura que decide lo que nos podemos permitir.Ahora bien, durante el sueño dicha censura o mecanismo represivo está debilitado respecto del estado de vigilia, pero aún así es lo suficientemente fuerte como para que en el sueño reprimamos deseos que no queremos reconocer.

-¿Entonces hay que interpretar los sueños?

-Freud dice que tenemos que distinguir entre el propio sueño, tal como lo recordamos por la mañana, y el verdadero significado del sueño. A las propias imágenes del sueño, es decir a la «película» o el «vídeo» que soñamos, Freud las llamó contenido manifiesto del sueño e ideas latentes del sueño. Este contenido «aparente» del sueño siempre recoge su material de sucesos ocurridos el día anterior.  Pero el sueño también tiene un significado más profundo que está oculto a la consciencia. Este significado Freud lo llamó ideas latentes del sueño, y estas ideas o pensamientos ocultos de los que trata en realidad el sueño pueden datar de muy atrás en el tiempo, incluso de la infancia más temprana.

-Tenemos que analizar el sueño antes de poder entender de qué trata.

-Sí, y cuando se trata de personas enfermas, hay que hacerlo junto con el terapeuta. Ahora bien, no es el terapeuta el que interpreta el sueño. Sólo lo puede hacer con la ayuda del paciente. En esta situación el médico actúa como una especie de «comadrona» socrática que está presente y asiste durante la interpretación.

-Comprendo.

-Freud llamó a la transformación de las «ideas latentes del sueño» en el «contenido manifiesto del sueño» el  trabajo del sueño. Se trata de un «enmascaramiento» o «codificación» de aquello de lo que trata realmente el sueño. La interpretación del sueño consiste en el proceso inverso. Hay que «desenmascarar» o «decodificar» el «motivo» del sueño con el fin de encontrar el «tema» del mismo.

-¿Puedes ponerme algún ejemplo?

-El libro de Freud está lleno de ejemplos de ese tipo.Pero podemos poner un ejemplo muy sencillo y muy freudiano. Si un joven sueña con que su prima le regala dos globos...

-¿Sí?

-Ahora te toca a ti interpretar.

-Mmm... Entonces el « contenido manifiesto del sueño» es exactamente lo que acabas de decir: recibe dos globos de su prima.

-¡Continúa!

-Luego dijiste también que todos los ingredientes del sueño se han recogido de lo ocurrido el día anterior. De modo que estuvo el día anterior en el parque de atracciones o vio una foto de globos en el periódico.

-Sí, es posible, pero basta con que simplemente haya visto la palabra «globo», o algo que pueda recordar a globos.

-¿Pero cuáles son las «ideas latentes del sueño», es decir aquello de lo que realmente trata el sueño?

-Eres tú la intérprete del sueño.

-Quizás desee simplemente tener un par de globos.

-No, eso no sirve. Tienes razón en que el sueño también debe cumplir un deseo, pero es poco probable que un hombre adulto desee ardientemente tener dos globos. Y si lo hubiera deseado, no habría tenido la necesidad de soñar con ellos.

-Creo que ya lo tengo: lo que quería era a su prima, y los dos globos eran sus pechos. -Pues sí, ésa es una explicación más probable. La condición es que él considere este deseo como algo embarazoso.

-¿Porque también cuando soñamos damos rodeos, como los de los globos y cosas así?

-Sí, Freud pensaba que el sueño era un «cumplimiento disfrazado de deseos reprimidos». Pero desde los tiempos en los que Freud ejercía de médico en Viena, puede haber cambiado considerablemente aquello que procuramos reprimir, aunque el propio mecanismo del disfraz del contenido del sueño pueda seguir intacto.

-Comprendo.

-El psicoanálisis de Freud tuvo una gran repercusión en la década de los años veinte, sobre todo en el tratamiento de pacientes psiquiátricos. Su doctrina sobre el subconsciente tuvo, además, una gran importancia para el arte y la literatura.

-¿Quieres decir que los artistas se interesaron más por la vida mental subconsciente de los seres humanos?

-Exactamente. Aunque ese interés florecía ya en la literatura en las últimas décadas del siglo pasado, es decir antes de conocerse el psicoanálisis de Freud. Esto muestra simplemente que tampoco es una casualidad que el psicoanálisis de Freud surgiese hacia 1890.

-¿Quieres decir que era algo que flotaba en el aire?

-Freud tampoco reclamó haber «inventado» fenómenos como la represión, las reacciones erróneas o la racionalización. Simplemente fue el primero en incorporar estas experiencias humanas a la psiquiatría. Es además un verdadero artista utilizando ejemplos literarios para ilustrar su propia teoría. Pero como ya he indicado, desde la década de los años veinte, el psicoanálisis de Freud tendría una influencia más directa sobre el arte y la literatura.

-¿Cómo?

-Poetas y pintores intentaron usar las fuerzas subconscientes en su obra creativa. Particularmente ése es el caso de los llamados surrealistas.

-¿Y qué significa eso?

-«Surrealismo» es una palabra francesa que se puede traducir por «sobrerrealismo. En 1924 André Breton publicó su Manifiesto surrealista en el que señaló que el arte debe brotar del subconsciente. Así, el artista recogería en una libre inspiración sus imágenes soñadas y llegaría a una «sobrerrealidad» en la que ya no existe distinción entre el sueño y la realidad. También puede ser importante para un artista derrumbar la censura de la consciencia con el fin de dejar correr libremente las palabras y las imágenes.

-Comprendo.

-En cierta manera Freud había presentado una prueba de que todos los seres humanos son artistas, pues un sueño es una pequeña obra de arte. Con el fin de interpretar los sueños de los pacientes, a menudo Freud se vio obligado a manejar una gran cantidad de símbolos,más o menos como cuando intepretamos un cuadro o un texto literario.

-¿Y soñamos cada noche?

-Las investigaciones más recientes muestran que soñamos aproximadamente el veinte por ciento del tiempo que dormimos, es decir dos o tres horas todas las noches. Si se nos estorba en la fase del sueño, nos ponemos nerviosos e irritables. Esto signiiica nada menos que todos los seres humanos tenemos una necesidad innata de elaborar una expresión artística de nuestra situación existencial, pues de nosotros trata el sueño. Nosotros somos el director de la película, los que recogemos todos los ingredientes y los que interpretamos todos los papeles. El que diga que no entiende nada de arte, no se conoce a sí mismo.

-Comprendo.

-Además Freud había entregado una impresionante prueba de lo fantástica que es la consciencia humana. El trabajo que llevó a cabo con pacientes le mostró que en algún sitio muy dentro de la consciencia conservamos todo lo que hemos visto y vivido, y que todas esas impresiones pueden volver a sacarse a la luz. Cuando nos quedamos en blanco» y luego lo tenemos «en la punta de la lengua, y más tarde «de pronto nos acordamos», estamos hablando precisamente de algo que ha estado en el subconsciente y que de repente se mete por la puerta entreabierta hacia la consciencia.

-Pero algunas veces va muy lentamente.

-Eso es algo que conocen todos los artistas. Y luego es como si de pronto todas las puertas y todos los cajones del archivo se abriesen de par en par. Llegan a chorros, y podemos recoger exactamente las palabras y las imágenes que necesitamos. Eso ocurre cuando hemos « levantado un poco la tapadera» del subconsciente. Eso es lo que podemos llamar inspiración, Sofía. Es como si lo que se dibuja o lo que se escribe no viniera de nosotros mismos.

-Tiene que ser una sensación maravillosa.

-Seguro que tú misma la has vivido. Por ejemplo, en niños agotados es fácil estudiar esos estados «inspirados». Como sabes, los niños están a veces tan cansados y con tanto sueño que parecen exageradamente despiertos. De pronto empiezan a contar cosas, es como si recogiesen palabras que aún no han aprendido. Pero claro que las han aprendido; las palabras y los pensamientos han estado latentes en su consciencia, pero ahora, por fin,cuando el cuidado y la censura se aflojan,emergen.También para el artista puede ser importante que la razón y la reflexión no puedan controlar una actividad más o menos inconsciente. ¿Quieres que te cuente un pequeño cuento que ilustra esto?

-¡Ah, sí!

-Es un cuento muy serio y muy triste.

-Puedes empezar cuando quieras.

-Érase una vez un ciempiés que bailaba estupendamente con sus cien pies. Cuando bailaba, todos los animales del bosque se reunían para verlo. Y todos quedaban muy impresionados con el exquisito baile. Pero había un animal al que no le gustaba ver bailar al ciempiés. Era un sapo...

-Sería un envidioso...

-¿Qué puedo hacer para que el ciempiés deje de bailar?, pensó el sapo. No podía decir simplemente que no le gustaba el baile. Tampoco podía decir que él mismo bailaba mejor; decir algo así no tendría ni pies ni cabeza.Entonces concibió un plan diabólico.

-¡Cuéntame!

-Se sentó a escribir una carta al ciempiés. «Ah, inigualable ciempiés», escribió. «Soy un devoto admirador de tu maravillosa forma de bailar. Me encantaría aprender tu método.¿Levantas primero el pie izquierdo nº 78 y luego el pie derecho nº 471?¿O empiezas el baile levantando el pie izquierdo nº 23 antes de levantar el pie derecho nº 18? Espero tu contestación con mucha ilusión. Atentamente, el sapo.»

-¡Caray!

-Cuando el ciempiés recibió la carta se puso inmediatamente a pensar en qué era lo que realmente hacía cuando bailaba. ¿Cuál era el primer pie que movía? ¿Y cuál era el siguiente? ¿Qué crees que pasó?

-Creo que el ciempiés no volvió a bailar jamás.

-Sí, así acabó el cuento. Eso pasa cuando la imaginación es ahogada por la reflexión de la razón.

-Estoy de acuerdo en que es una triste historia. Para los artistas es muy importante dar rienda suelta a la imaginación.Los surrealistas intentaron colocarse a sí mismos en un estado en el que las cosas simplemente venian por su cuenta. En una hoja en blanco comenzaban a escribir sin pensar en qué escribían. Lo llamaban escritura automática, una expresión tomada prestada del espiritismo, en el que un "médium", pensaba que era el espíritu de un muerto el que dirigía la pluma. Pero de esas cosas hablaremos más mañana.

-Muy bien.

-También el artista surrealista es en cierta manera un «medium»,es decir un medio o un intermediario de su propio subconsciente. Pero tal vez haya un elemento del subconsciente en todo proceso creativo, porque ¿qué es en realidad lo que llamamos «creatividad»?

-No tengo ni idea. ¿No signiíica que se crea algo nuevo?

-De acuerdo. Y eso ocurre precisamente mediante un delicado equilibrio de fuerzas entre la imaginación y la razón. Muy a menudo ocurre que la razón ahoga la imaginación, lo cual es muy grave, porque sin la imaginación no surge nunca nada realmente nuevo. Yo pienso que la imaginación es como un sistema darvinista.

-Lo lamento, pero no te entiendo.

-El darvinismo señala que en la naturaleza surge un mutante tras otro. Pero la naturaleza sólo puede utilizar algunos de ellos. Sólo unos pocos tienen derecho a la vida.

-¿Sí?

-Así es también cuando pensamos, cuando estamos inspirados y recibimos un montón de nuevas ideas. Si no nos imponemos a nosotros mismos una severa censura van surgiendo en nuestra consciencia «pensamientos mutantes», uno trás otro. Pero solo se pueden emplear algunos de esos pensamientas. Aquí es donde entra en juego la razón,pues ella también desempeña una importante función. Cuando tenemos la cosecha del día sobre la mesa, no debemos olvidarnos de hacer la selección.

-Es una comparación bastante inteligente.

-Imagínate si todo aquello que «se nos ocurre», es decir todos los impulsos, tuviera ocasión de pasar por nuestros labios. O de salir del bloc de notas, o del cajón del escritorio. Entonces el mundo se habría ahogado en caprichos casuales. EntonCeS no se habría hecho ninguna selección», Sofía.

-¿Y es la razón la que hace la selección?

-Si.¿No crees? Tal vez sea la imaginación la que crea algo nuevo, pero no es la Imaginación la que realiza la propia seleccion. No es la imaginación la que «compone. Una composición, lo que es, en definitiva, cualquier obra de arte, surge de una extraña interacción entre la imaginacron y la razón, o entre el espíritu y la reflexión. Siempre hay algo casual en un proceso creador. En una fase puede ser importante no cerrar la puerta a caprichos casuales. Pues hay que soltar a las ovejas antes de llevarlas a los pastos. Alberto se quedó sentado mirando por la ventana. Sofía vio de pronto mucho movimiento junto a la orilla del pequeño lago... Había un sinfín de figuras de Walt Disney de todos los colores.

-Allí está el Lobo -dijo-. Y el Pato Donald y sus sobrinos... y el tío Gilito... Y allí está... ¡Alberto, no oyes lo que te estoy diciendo! Veo a Mickey Mouse y...

Alberto se volvió hacia ella.

-Sí, es triste hija mía.

-¿Qué quieres decir?

-Que estemos aquí y seamos víctimas de ese espectáculo del mayor. Pero yo tengo la culpa, desde luego. Yo he sido el que ha hablado de caprichos.

-No debes culparte.

-Quise decir que la imaginación también es importante para los filósofos. Para poder pensar algo nuevo, nosotros también tenemos que dar rienda suelta a nuestra imaginación. Pero esto es demasiado.

-No te preocupes tanto.

-Hubiese querido decir algo sobre la importancia de la reflexión silenciosa. Y se nos presentan con esta ridiculez en color. Debería estar avergonzado.

-¿Ahora estás siendo irónico?

-Él es el irónico, no yo. Pero tengo un consuelo, y ese consuelo constituye la piedra angular de mi plan.

-No entiendo nada.

-Hemos hablado de los sueños, lo cual tiene en sí algo de irónico, pues ¿qué somos tú y yo, sino imágenes de los sueños del mayor?

-Ah...

-Y sin embargo hay algo en lo que no ha pensado.

-¿Qué podría ser?

-Quizás sea muy consciente de su propio sueño. Sabe todo lo que decimos y todo lo que hacemos, de la misma manera que el soñador se acuerda del contenido manifiesto del sueño. Es el que escribe la historia. Pero aunque se acuerde de todo lo que decimos, aún no está totalmente despierto.

-¿Qué quieres decir con eso?

-No conoce  los contenidos latentes del sueño, Sofía. Se olvida de que también esto es un sueño disfrazado.

-Hablas de un modo muy extraño.

-Lo mismo opina el mayor. Es porque no entiende su propio lenguaje de los sueños. De eso debemos alegrarnos, porque nos da un mínimo de margen para actuar. Con esa libertad vamos a luchar por salir de su fangosa conciencia, como gotas de agua que salen al sol un cálido día de verano.

-¿Crees que podremos?

-Tendremos que poder. En un par de dias te ofreceré un nuevo cielo.Entonces el mayor ya no sabrá dónde están las ratas de agua ni dónde volverán a aparecer.

-Pero aunque seamos imágenes, yo también soy hija, y son las cinco. Tengo que irme a casa para preparar la fiesta del jardín.

-Mmm... ¿Me puedes hacer un pequeño favor en el camino de vuelta?

-¿Qué es?

-Intenta atraer su atención. Tienes que procurar que el mayor te siga con la mirada durante todo el camino.Intenta pensar en él cuando llegues a tu casa, entonces él también pensará en ti.

-¿Y de qué serviría?

-Asi yo podría seguir trabajando en el plan secreto sin que nadie me estorbe. Voy a meterme en lo más profundo del subconsciente del mayor, Sofía. Alli me quedaré hasta que nos volvamos a ver.

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